Calderón y Marín en el país de las maravillas
El 14 de febrero se cumplen tres años de que se reveló la historia infame del “góber precioso” que conmovió a la opinión pública y al sistema político. Ese día, La Jornada publicó un reportaje de Blanche Petrich que exhibía al gobernador de Puebla, Mario Marín, como cómplice (al menos) de la red de pederastas incrustados en el poder que vejó, encarceló y pudo matar a Lydia Cacho por documentar los delitos de esa gente.
En febrero de 2006 el país estaba inundado de campañas electorales. A cambio del voto, los candidatos decían a los ciudadanos lo que quisieran escuchar, en un juego de prometer y mentir. Como las grabaciones que inculpaban a Marín se divulgaron masivamente por radio y televisión, en las altas esferas se rasgaron tantas vestiduras que los almacenes exclusivos de ropa experimentaron un repunte de ventas fuera de temporada.
Antes de tres días, el entonces candidato panista Felipe Calderón Hinojosa ya había adoptado una postura oportuna, firme e histriónicamente ética: él, en persona, fue a demandar ante el Congreso poblano que se juzgara al mandatario priísta. Adherentes de la otra campaña en Puebla resucitan ahora, como escueta ayuda de memoria, un cable de la agencia gubernamental Notimex del día 17, donde se informa que el candidato de Acción Nacional a la Presidencia de la República presentó una solicitud de juicio político contra el gobernador Marín.
“Ante la ausencia de personal de la Oficialía de Partes, el abanderado panista entregó el documento a la presidenta de la Mesa Directiva del Congreso estatal, María de los Ángeles Gómez, en el que exige que se enjuicie a Marín en torno a las conversaciones sostenidas con (el empresario maquilero) Kamel Nacif contra la periodista Lydia Cacho.”
Notimex registra la presencia de 100 reporteros, camarógrafos y fotógrafos, “lo que originó incluso el cierre de calles y bloqueo del tráfico vehicular”. Fue tal el tumulto que, “aunque Calderón mostró la disposición para hacer declaraciones, fue imposible por la cantidad de reporteros”. El aspirante presidencial “salió en medio de una oleada de periodistas” y “abordó la camioneta que lo transporta, custodiado por elementos del Estado Mayor Presidencial” (que ya como aspirante lo cuidaba).
Todo mundo lo vio y escuchó. El mismo día, Calderón Hinojosa inauguró su casa de campaña en Cholula. Abundaba el cable: “Un cúmulo de simpatizantes gritaba en torno a los hechos presuntamente protagonizados por el gobernador Marín, ‘¡que se vaya, que se vaya!’ No se hicieron esperar las manifestaciones en apoyo a la postura que el aspirante presidencial panista tomó en este caso, al que calificó como ‘terrible violación, atropello a los poblanos y a todo México’”.
El candidato advirtió: “Si permitimos que ese atropello se consume y quede impune, también ocurrirá en otras partes”, porque Marín, explicaba Calderón, “violentó la justicia con base en la petición expresa de un empresario”.
El candidato andaba inspirado. Aclaró que no se trataba sólo de defender a la periodista, “sino también de la violación” a menores de edad: “Queremos que se juzgue el atropello de los derechos humanos de todos los mexicanos representados en la persona de Lydia Cacho”. Además, “puntualizó que ésa fue la razón central que lo llevó a presentar la demanda de juicio político”, concluía la información.
En este país en poder de la impunidad, quienes mayores cuotas de ella han alcanzado dentro de la ley son ciertos gobernadores priístas que cometen delitos de manera sostenida y sin escatimar la violencia ilegal donde no funcionan el chayote, la manipulación económica de la población, las amenazas y el mareo con estrellas y propaganda impúdica desde los monopolios televisivos.
El rating de estos intocables lo encabezan el poblano Marín, el oaxaqueño Ulises Ruiz y el mexiquense Enrique Peña Nieto. Con los dos últimos Calderón ha colaborado en sus acciones represivas y su manera de hacer negocios, como candidato, como presidente “electo” y luego en funciones. Justo es reconocer que de éstos nunca se quejó, como sí lo hizo del primero.
Pero el pragmatismo todo lo nivela. Ya en Los Pinos, no le ha hecho el feo al otrora juzgable señor Marín. Juntos inauguran obras, anuncian cosas, presencian espectáculos típicos, firman documentos. Se sonríen. El gobierno paga boletines para que todos veamos que no pasa nada. Nada.
Y por aquello de arráncame el recuerdo: por poco y compite este año en los Óscares, en nombre de México, la película más costosa del sexenio, y dicen que de la historia, feminista además, patrocinada por ese gobierno de Puebla. Y todos contentos.