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¿Qué pasó con el voto Latino? Jonathan Fox En la primavera de 2006, las marchas masivas a favor de una reforma migratoria lograron derrotar una propuesta de ley que hubiera apretado las tuercas más que nunca. La amenaza que representó esa propuesta unió a los migrantes con los latinos nacidos en Estados Unidos una vez más, y juntos hicieron historia con la combinación de su presencia multitudinaria, su repertorio cívico y sus propuestas propositivas. Esas marchas fueron las más grandes en la historia de muchas ciudades, para cualquier causa. Una de las consignas más resonantes fue: “Hoy marchamos, mañana votamos”. Después, con más calma, algunos se preguntaron qué significaba esa frase. ¿Era una amenaza, un pronóstico o una esperanza poco viable? Es cierto que la presencia callejera masiva difícilmente podría traducirse en votos entre los indocumentados sin derechos, los residentes legales sin ciudadanía, los ciudadanos latinos no empadronados o los que simplemente no salían a votar consistentemente. Al plantear esta pregunta sobre las secuelas electorales de la ola de movilización callejera de 2006, hay que reconocer que las preguntas pragmáticas sobre cómo acelerar el proceso de ciudadanización de los residentes legales y cómo promover el voto entre los ciudadanos latinos con mayor eficacia, habían quedado relegadas al segundo plano a raíz de la fuerza del debate polarizado en torno al futuro de los indocumentados. Según las estimaciones más recientes del demógrafo Jeffrey Passel, de 2004, si bien una mayoría de mexicanos en Estados Unidos no tenían papeles (53 por ciento), los demás sí eran migrantes legales, y por eso potenciales ciudadanos, y 14 por ciento ya se había ciudadanizado en ese momento. Muchos habían legalizado su estatus migratorio después de la amnistía de 1986, que permitió la regularización de un millón de trabajadores agrícolas, entre otros (una cifra que representaba la sexta parte de los hombres mexicanos rurales en esas fechas, según el economista Phil Martin). Después de cinco años con la residencia oficial, los inmigrantes son elegibles para solicitar la ciudadanía. Sin embargo, según las cifras oficiales más recientes, en 2003, 2.3 millones de mexicanos elegibles no habían dado ese paso –-en un país donde a veces las elecciones presidenciales se deciden por unos cuantos cientos de miles de votos o menos. ¿Entonces qué pasó después de las marchas? Muchos de los activistas detrás de las movilizaciones se dedicaron a promover tanto la ciudadanía como el voto. Inclusive, después de la movilización migrante de 2006, muchos de los promotores binacionales del voto remoto en las elecciones mexicanas giraron su atención hacia el proceso electoral en Estados Unidos. El ritmo de ciudadanización de los mexicanos con residencia oficial ya iba creciendo, principalmente en los estados de California, Texas e Illinois. En 2007, motivados por las campañas anti-migrantes y por el aumento en los costos de los trámites, más de un millón de residentes permanentes latinos solicitaron la ciudadanía. La empresa Televisa Univisión, junto con organizaciones de la sociedad civil latina, lanzaron una campaña muy eficaz, dedicada a promover la ciudadanía entre los residentes legales: “!Ya es hora!” Comentaristas observaron que el enorme rezago en el procesamiento federal de esas solicitudes parecía tener un sesgo político, con la intención de obstaculizar el ejercicio de su voto en 2008. El peso latino en las elecciones presidenciales resultó mayor que en cualquier sufragio anterior, al representar nueve por ciento de los votantes (un poco más que el ocho por ciento en 2004). Según las mejores encuestas de salida, analizadas por el Pew Hispanic Center, Obama ganó 67 por ciento del voto latino, frente a 31 captado por McCain, mientras que en 2004 Bush recibió entre 40 y 44 por ciento de este voto, si bien se mantuvo la tendencia previa de que los latinos favorecen a los demócratas con más de 60 por ciento de sus sufragios. Entre los latinos jóvenes, Obama ganó con una ventaja aún más impresionante, con 79 por ciento versus 19 para McCain (como entre los jóvenes en general). Aunque McCain captó la mayoría de los votos de los blancos (55 por ciento), los márgenes abrumadores que ganó Obama entre los afro-descendientes y latinos le dieron la mayoría. Un factor notable aquí es que en las elecciones internas del Partido Demócrata la candidata Clinton había ganado la mayoría de los votos latinos, además del apoyo de la mayor parte de la clase política latina. Pero con una excepción clave: Obama sí ganó el voto latino en su propia ciudad, Chicago, donde los latinos ya lo conocían. Además, el entorno político de esa ciudad y la propia formación política de Obama habían quedado marcados por la herencia histórica de la Coalición Arcoíris , una convergencia progresista multiétnica que logró gobernar el municipio a principios de los 80s. En general, las elecciones recientes despertaron mucho más interés entre los latinos que las de 2004, y aún más entre los migrantes no-ciudadanos encuestados. De los latinos que votaron, la quinta parte lo hizo por primera vez en 2008. Por cierto, dos videos de canciones de promoción electoral nos permiten palpar los ecos interculturales de la campaña de Obama –-uno al estilo mariachi y el otro reggaeton (www.amigosdeobama.com). En términos del impacto en el resultado final, la importancia de los votos latinos estuvo -–más que en su número absoluto– en la influencia que ejercieron en varios estados en disputa, sobre todo Florida, Colorado y Nevada. Con el sistema constitucional estadounidense, de seleccionar al presidente por medio del llamado Colegio Electoral, no importa si un candidato gana con 51 o 99 por ciento en un estado determinado. Este mecanismo institucional viola el principio de “una persona igual a un voto” y limita la influencia del voto latino en las elecciones presidenciales porque de los cinco estados con la mayor población latina, sólo uno de ellos suele estar en disputa (en contraste con California, Illinois y Nueva York, que casi siempre apoyan a los demócratas, y con Texas, que casi siempre vota por los republicanos en las elecciones presidenciales, aunque las elecciones suelen ser cerradas en Florida). Por eso destaca que Obama ganó 57 por ciento del voto latino en Florida, cuando Bush obtuvo allí 56 por ciento de ese voto en 2004. Este giro se debe a las diferencias políticas entre generaciones de cubanos-estadounidenses y a la creciente diversidad de los orígenes nacionales de los latinos en el estado. ¿Qué implica este fortalecimiento notable de la importancia del voto latino, incluyendo una voz creciente para los llamados “nuevos estadounidenses”? La moneda está en el aire, pero como bien dijo el entonces candidato Obama, los grandes cambios vienen desde abajo. Universidad de California, Santa Cruz. El libro más reciente de Jonathan Fox es Accountability politics: Power and voice in rural Mexico, Oxford University Press, 2007.
Cambio y Continuidad Andrew Selee La llegada de Barack Obama a la Presidencia de Estados Unidos (EU) es un gran cambio, simbólico y real. La elección de un presidente que se opuso a la guerra en Iraq, tiene un padre africano y musulmán y creció en un ambiente de diversidad cultural (nació en Hawaii, el estado mús pluricultural de EU y vivió un tiempo en Indonesia), sugiere que este país tiene un hambre de cambio después de ocho años de desencuentros en asuntos internacionales. Sus propuestas iniciales –-promover un paquete económico ambicioso que recupere el papel rector del Estado en la economía, iniciar una salida paulatina de tropas de Iraq y la prohibición de tortura y el cierre de Guantánamo-– son señales tempranas de un cambio real en la trayectoria del país. Obama inicia su gestión con un gran apoyo público y con pasos firmes para fijar rumbo en las políticas públicas. Sin embargo, en los temas que afectan más directamente a México, es muy probable que la administración Obama avance cautelosa y paulatinamente. Sin duda, se verán cambios importantes a lo largo de su gestión, pero es probable que sean graduales más que iniciativas de gran envergadura. Tardará la reforma migratoria. Es muy probable, por ejemplo, que se den cambios en la política migratoria en los primeros meses de su administración, pero serán más en la aplicación de la ley que en reformas nuevas. Todo parece indicar que Obama y su equipo bajarán el ritmo de las redadas después de que se han incrementado en los dos años recientes y darán mayor énfasis a perseguir a empleadores que contratan a indocumentados en vez de aprehender a estos trabajadores. Sin embargo, las esperanzas de una reforma integral del sistema migratorio, la cual apoya Obama, tendrán que esperar mejores momentos económicos, que podrían verse dentro de uno, dos o tres años. En cuanto a cuestiones de crimen organizado, es previsible que surja una política anti-drogas distinta en EU, con mayor énfasis en la prevención y el tratamiento de adicciones y mayor cooperación en el tema de tráfico de armas, pero éstos serán cambios paulatinos y tomados con cautela, sin un debate público. De igual manera, es probable que la cooperación fronteriza sea más fluida, ya que Obama no tiene que lidiar con una base dura en su partido que quiera construir cercos, pero esto ocurrirá sobre la cooperación ya existente. Con respecto a la política económica, es viable que el compromiso para la inversión en infraestructura permita la construcción de puentes, garitas e infraestructura medioambiental necesarios para las comunidades fronterizas, y sería alentador encontrar las formas de agilizar los procesos de permisos que siempre hacen que esos proyectos tarden. Es muy probable asimismo que los tres gobiernos que suscriben el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) exploren medidas para fortalecer el cumplimiento de las leyes laborales y medioambientales (un tema que tal vez impactaría más a México, por la aplicación desnivelada de leyes laborales, pero también a Estados Unidos por el trato a trabajadores migrantes). Improbable, la revisión del TLCAN . Es poco posible, sin embargo, que se intente abrir el TLCAN mismo, ya que esto daría pie a que muchos grupos de interés en cada país trataran de dejar su sello en el nuevo acuerdo. Ante ello, una estrategia alternativa podría ser intentar coadyuvar a los compromisos del TLCAN con una mayor cooperación en esfuerzos de desarrollo. Esto tiene pocas probabilidades de concretarse en medio de la actual crisis económica, pero podría empezar a cimentarse las bases de la cooperación proponiendo áreas específicas. Sería de gran utilidad, por ejemplo, pensar en cómo acompañar los esfuerzos que hacen los grupos de migrantes organizados para el desarrollo de sus comunidades y aumentar las opciones de crédito a pequeños productores y microempresas. El nuevo periodo que se inicia en Estados Unidos es de gran esperanza y traerá nuevos aires a la relación entre México y Estados Unidos. Sin embargo, puesto que Obama enfrentará algunos desafíos apremiantes en sus primeros días –-la crisis económica, los compromisos de EU en el Medio Oriente y la necesidad de re-encauzar el estado de derecho—, lo que se puede esperar en los temas bilaterales con México es que se den cambios lentos pero seguros. Cambios que, con un poco de creatividad, pueden contribuir a una mejor relación y, sobre todo, a un mayor bienestar para ambos países. Director del Instituto México del Centro Woodrow Wilson y profesor adjunto de la Universidad Johns Hopkins.
¡Obámanos! desafíos agrícolas y comerciales de la nueva administración Alexandra Spieldoch El telón ya cayó sobre la inauguración histórica de Barack Obama. Ahora como nuevo presidente está obligado a responder ante la presión de las mútliples crisis que enfrentan Estados Unidos (EU) y el resto del mundo. Él no sólo ofrece la esperanza de que el panorama político mejorará sustancialmente, sino que también se ha movido rápidamente en esa dirección. En el escaso tiempo transcurrido desde que asumió el cargo, Obama trabajó para que el Congreso aprobara un paquete de estímulos económicos para su país, anunció el cierre de la cárcel de Guantánamo y se ha comprometido con una cooperación multilateral orientada no sólo al mercado sino con regulaciones en pro del bien común. En su discurso inaugural del 20 de enero dijo: “A los pueblos de las naciones pobres les prometemos trabajar codo a codo para que sus siembras germinen y fluya el agua fresca, así como nutrir cuerpos hambrientos y alimentar mentes ávidas”. Si el liderazgo estadounidense demuestra que está dispuesto a mojarse los pies e incluso a ensuciarse un poquito, quizás todo esto pueda convertirse en realidad. El presidente Obama y su nueva administración tendrán que enfrentar problemas estructurales de talla mayor en distintos ámbitos del quehacer político, uno de los cuales es la política agrícola y comercial estadounidense que ha afectado negativamente a productores y trabajadores, así como a los derechos ambientales y de seguridad alimentaria. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha perjudicado considerablemente al sector rural tanto en México como en Estados Unidos, de tal manera que Obama y su equipo tienen mucho trabajo por delante a fin de enderezar lo que está torcido. Vale la pena recordar que como candidato el presidente Obama le dio mucha importancia a los asuntos rurales: se mostró a favor de apoyar redes de seguridad para la agricultura familiar, y de que hubiera una política competitiva más firme, incluyendo una mayor regulación de las granjas ganaderas de gran escala. También apoyó que en las etiquetas se indique el país de origen y en crear nuevos programas para apoyar la agricultura orgánica y la producción local, así como sistemas alimentarios regionales. El nuevo secretario de Agricultura, Tom Vilsack, se ha manifestado a favor de reducir el hambre y la obesidad infantil mediante la creación de un sistema alimentario más sano en EU. Todo ello parece indicar que, al menos, se ha abierto un espacio para iniciar un diálogo acerca de qué tipo de reformas positivas se requieren en materia agrícola. Por otra parte, la nueva administración debe sujetarse a lo establecido por la Farm Bill de 2008, la cual todavía permite entregar enormes subsidios que benefician a la agroindustria y promueve la agroexportación con un doble fin: erradicar el hambre y crear mercados para las empresas agroindustriales estadounidenses. Es de esperar que, en medio de la crisis financiera y una caída en los precios de las materias primas, se efectuarán más rescates para atender emergencias agrícolas. A pesar de la información sobre los efectos negativos del etanol y de su carácter no sustentable, Obama prevé incrementar la producción de este energético en Estados Unidos como un medio para satisfacer la demanda energética del país en el corto plazo. Una demanda que también ha estado afectando a México, en la medida en que éste se ha visto ante el dilema de optar entre su seguridad alimentaria y la obtención de ingresos sustanciales abasteciendo el mercado estadounidense de energía. Otro reto tiene que ver con que el nuevo secretario de Agricultura es un firme partidario de la biotecnología, postura que favorece la producción en gran escala de organismos genéticamente modificados y la biología sintética por encima de la agricultura sustentable en pequeña escala. Por último, es tal el control que tiene el cabildeo corporativo sobre las políticas estadounidenses para las materias primas agrícolas, que revertirlo tomará un tiempo considerable. Habiendo reconocido esto, Obama ordenó poner límites al cabildeo, impidiéndole a cualquier funcionario de su administración que lo realice mientras dure esta administración. Asimismo, tampoco podrán ser funcionarios de su gobierno quienes hayan cabildeado en una dependencia del Poder Ejecutivo durante los dos años recientes. El presidente indica así que el gobierno está tomando distancia de su antigua relación, casi íntima, con el sector corporativo, al menos por un tiempo. En materia de comercio, el presidente Obama ha afirmado que trabajará para ampliar los alcances del TLCAN. Pero todavía no es claro lo que esto quiere decir. Ha propuesto crear un grupo de trabajo consultivo dedicado a buscar una mejor colaboración entre EU y México en asuntos como seguridad, migración, energía e infraestructura. Obama ha escogido como representante comercial de EU a Ron Kirk, antiguo alcalde de Dallas, quien apoyó el TLCAN, pero que quizás no se muestre como un defensor celoso del libre comercio. Por lo pronto, la actual administración ha dado a entender que el comercio no ocupa un sitio destacado en su lista de prioridades. En 2008, el Congreso dejó expirar el Fast Track , una ley que demandaba un sí o un no para acuerdos mercantiles, sin posibilidad de enmiendas. Desde ese momento, las conversaciones regionales y multilaterales en torno al comercio han quedado prácticamente estancadas. Las elecciones presidenciales y para el Congreso del cinco de noviembre dieron como resultado 36 nuevos representantes y siete nuevos senadores que apoyan el libre comercio. Pero actualmente en la opinión pública estadounidense tiende a prevalecer una postura más negativa hacia el comercio, sobre todo a la luz de los impactos que ha tenido el TLCAN. Esto abre una ventana para el debate público acerca de la dirección que debe tomar la política mercantil de EU. Es posible entonces que se cree una comisión del Congreso para supervisar las futuras negociaciones en el tema. En materia agrícola y comercial, hay varios asuntos pendientes para discutir en el corto plazo, los cuales son motivo de tensión entre Estados Unidos y México, pero que también pueden dar lugar a reformas conjuntas de las respectivas políticas económicas. Seguridad de los alimentos. El número de incidentes en esta materia ha aumentado en las procesadoras industriales de carne, y durante la administración Bush, EU pidió que se revisara la normatividad respectiva con miras a una reforma en las políticas. Esto tiene implicaciones para los países del TLCAN. Por lo pronto, la exportación hacia EU de carne producida industrialmente está suspendida en Canadá y México, mientras EU inspecciona los métodos de producción. Debido a las alarmas que ha habido acerca de la seguridad de alimentos, es de esperar que haya acción en los medios y en las políticas a este respecto. Se requiere entonces que los tres países actúen de forma más coordinada, con más capacidad operativa y más recursos. Productos etiquetados.La Farm Bill estadounidense de 2008 estableció una normatividad para etiquetar productos cárnicos, avícolas y pesqueros dentro de América del Norte, denominada Etiqueta de País de Origen” (COOL, por sus siglas en inglés). Esta disposición requiere que ciertos bienes agrícolas empacados lleven una etiqueta indicando su país de origen cuando se venden a los consumidores estadounidenses. La discusión en torno a este tipo de etiquetas lleva cierto tiempo y es motivo de fuertes tensiones entre los países del TLCAN. Tanto Canadá como México han amenazado con presentar una controversia comercial en contra de Estados Unidos ante la Organización Mundial del Comercio por bloquear el acceso a mercados. Por otra parte, las agrupaciones estadounidenses están apoyando cada vez más la colocación de las etiquetas para que el consumidor pueda decidir de manera más informada. Para alcanzar algún tipo de consenso, los tres países deben primero comprometerse a mejorar tanto las opciones de alimentos como el acceso a los mercados para los pequeños agricultores. Dumping. Durante el período en que prevalecieron los precios altos (de 2006 hasta a mediados de 2008), el dumping de bienes estadounidenses disminuyó su volumen. Pero ahora que los precios han bajado, es de esperar que aumente, lo cual afectará negativamente a México y empeorará las relaciones. No obstante, hay indicios de esperanza: los sectores agropecuario y empresarial ahora están de acuerdo en la importancia de enfrentar la volatilidad del mercado. Esta situación se va a desenvolver en el curso de la presente administración estadounidense, como también lo está haciendo en las discusiones globales. EU debe prohibir todo dumping en el futuro. Para lograrlo, es fundamental que reinvierta en sus agricultores, asegurándoles precios justos y que establezca reservas estratégicas de granos, a fin de que América del Norte se convierta en una región más estable y sana. Migración. Obama ha indicado que está interesado en resolver el problema migratorio. Pero lamentablemente no lo vincula con las causas profundas por las cuales tantos mexicanos van a Estados Unidos ni lo relaciona con la agricultura. Le corresponde entonces a las agrupaciones de la sociedad civil y del sector agrícola persistir en su esfuerzo por lograr que esto se entienda así, en el contexto de la renegociación del TLCAN y en este momento histórico tan crítico. La agricultura no se puede desvincular de la justicia social, los derechos humanos y el desarrollo Hay que adoptar posturas integrales ante el tema de la integración regional, en vez de posturas estrechas. A manera de conclusión: Obama basó su campaña en “la necesidad de un cambio”. Este es el momento entonces de ponerlo a prueba. Institute for Agriculture and Trade Policy (www.iatp.org) Traducción: Mauricio Sánchez-Álvarez |