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Retrato de un día histórico: La Inauguración del presidente Barack Obama Libby Haight El 20 de enero el mundo fue testigo de un día histórico: la toma de protesta de Barack Obama como presidente número 44 de Estados Unidos (EU). Con la mirada nacional e internacional en Washington, DC, según estimaciones oficiales reportadas en The Washington Post, un millón 800 mil personas acudieron al National Mall (su servidora fue una) para presenciar y sentirse parte de este acontecimiento memorable; fue el evento con mayor asistencia al Mall en la historia de la capital. Para quienes no tuvimos posibilidad de conseguir un boleto para estar cerca del Capitolio en la toma de protesta, lo mejor que podíamos aspirar era llegar a un espacio con vista a una de las múltiples pantallas que se colocaron a lo largo del Mall. Había que salir temprano, porque todos los noticieros predecían que la asistencia rebasaría el espacio y que las medidas de seguridad dificultarían el acceso. De hecho, se estima que más de cuatro mil personas, aun con boletos y en fila para entrar, no pudieron llegar y se quedaron esperando en un túnel. El Washington Monument parecía ser un buen lugar para aterrizar, ya que era relativamente fácil su entrada y desde sus costados había buena vista de una pantalla. No tardó mucho para que todo el espacio verde se llenara en este rincón del Mall. Llegó gente de todas partes de Estados Unidos y del mundo, muchas y muchos con su “Obamamanía” colocada en algún lugar (y aquí me refiero al gran mercantilismo que se dio con el imagen del señor, su familia y el logo de su campaña que estaban por todos lados en la capital, cosa que nunca había visto en relación a una figura política de EU). Por fin empezaron a pasar las imágenes en la pantalla de los personajes que llegaban al escenario. El Mall casi temblaba con el gran “¡BUUUUUUUUUUU!” colectivo que se le gritaba a Bush cada que aparecía en pantalla. También se le cantaba, casi en ronda sincronizada, el “la-la-la-la, hey-hey-hey, goodbye”. Prevalecía una enorme sensación de celebración colectiva, entusiasmo y emoción. Atestiguábamos la culminación de más de un año de campaña lleno de esperanza; la sed del cambio por fin se convertiría en realidad. Por lo tanto, no hubo una sola expresión “desagradable”, por lo menos no en mi alrededor. Estábamos allí para sentirnos parte de todo eso, no para provocar ni mucho menos. El gran momento llegó. El juramento (que a nadie le pareció importar que no saliera perfecto, por lo menos no en ese momento) y las palabras de Barack Obama, entonces presidente de Estados Unidos. Fue impresionante el silencio que reinó para poderlo escuchar. El ruido –gritos y aplausos— sólo se hizo presente en los momentos de clímax del discurso de Obama; la gente, emocionada, exclamaba frases de apoyo. Creo que hasta los más escépticos ante las posibilidades de que un solo hombre pueda cambiar el rumbo de la historia se contagiaron de la emoción y el optimismo, por el poder del discurso y lo vivido en estos momentos. Cuando terminó todo, y concluido el hechizo de lo que vimos en pantalla, los presentes nos asombramos por la multitud a nuestro alrededor; no habíamos percibido cuántos éramos. Pero la emoción colectiva seguía viva y desfilamos muy, muy despacio para salir, ni un empujón nos dimos. Eso nos permitió platicar con los demás, y reflexionar un poco sobre lo que acababa de pasar. Por fin Barack Obama es presidente de Estados Unidos. No sólo es “cualquier persona que no sea George W. Bush”. El presidente ahora es un hombre en el que muchos creen, en el que hemos colocado una esperanza impresionante, una responsabilidad casi imposible de dimensionar. Las expectativas puestas en él son difíciles de alcanzar. Por supuesto, la verdadera evaluación de su desempeño tendrá que basarse en los hechos sobre el camino. Pero por ahora lo que más importa es estar presente en este gran cambio en el gobierno de Estados Unidos, ser parte de esta gran historia que abre la oportunidad a Barak Obama. Universidad de California, Santa Cruz Nueva Administración, ¿nueva agricultura? Víctor M. Quintana S. 1. Las razones de una esperanza. No es que uno sea ingenuo. Hasta nuestro admirado poeta comunista Saramago acaba de escribir: “Barack Obama, en su discurso, nos ha dado razones (las razones) para que no nos dejemos engañar. El mundo puede ser mejor que esto que parece una condena. En el fondo, lo que Obama nos ha dicho es que otro mundo es posible.” No sólo eso, porque por presidencialista que sea el sistema político estadounidense, el Congreso cuenta y cuenta mucho. Los checks and balances siguen siendo una realidad de la política de la Unión Americana. Y en la misma elección que ganó Obama llegaron al Congreso 70 nuevos miembros partidarios del comercio justo que van a sustituir a otros tantos que apoyaron el viejo modelo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Al mismo tiempo, 50 legisladores y legisladoras se han sumado al Acta de Reforma del Comercio, Rendición de Cuentas, Empleo y Desarrollo (TRADE, por sus siglas en inglés), que proporciona una guía para un modelo alternativo de comercio que comenzaría por una revisión y renegociación del TLCAN y otros pactos comerciales. 2. Lo que esperamos que Obama comprenda: Dice el amigo George Naylor, maicero de Iowa, dirigente de la Nacional Family Farm Coalition: “Como cultivador de maíz de una tradición granjera familiar, yo esperaría que mi país, por medio de la nueva administración Obama, sea el líder de una visión de la agricultura familiar basada en los principios de la soberanía alimentaria, donde todos tienen acceso a la oportunidad económica en las áreas rurales y a una comida sana, nutritiva y culturalmente apropiada.” Lo que George expresa de manera tan contundente, clara y concisa implica que Obama y su administración comprendan: a) Que la agenda de las corporaciones del agronegocio es la agenda de la crisis para los más. Así lo manifiesta el International Assesment of Agricultural Knowledge, Scencie and Agriculture, apoyado por las Naciones Unidas, con la participación de 400 científicos: las prácticas de la agricultura comercial están poniendo en peligro al planeta y no han solucionado el problema del hambre para miles de millones humanos. Un pequeño número de funcionarios corporativos que a nadie rinden cuentas ejercen ahora un control sin precedentes sobre la disponibilidad y el precio de la comida en perjuicio de los pequeños productores que cada vez reciben menos por sus cosechas y de los consumidores que pagan más caro por lo que comen. La agricultura industrial implica mayor uso de combustibles fósiles y el desarrollo de transgénicos llevando al planeta a su destrucción. b) Que Estados Unidos no tiene por misión salvar ni alimentar al mundo. No es exportando su comida, así sea como ayuda alimentaria, ni su tecnología, las más de las veces dañina al medio ambiente, como se va a solucionar el problema del hambre en el mundo. Esto sólo genera más imposición y arrogancia por parte del sistema estadounidense. c) Que la mejor forma de solucionar el problema de la migración indocumentada hacia su país es proteger y generar empleos en el campo mexicano: Desde que el TLCAN se inició, México ha perdido dos millones de empleos en agricultura, de los cuales 95 por ciento son de pequeños agricultores. Y entre 31 y 43 por ciento de los migrantes indocumentados trabajan en el sector agroalimentario. El círculo perfecto: la política comercial de las agrocorporaciones los deja sin empleo en su país y al emigrar éstas mismas los emplean con muy bajos salarios por ser indocumentados. Círculo vicioso para los trabajadores, virtuoso para las trasnacionales. 3. Lo que esperamos que el gobierno Obama realice: a) Que ponga en marcha una agenda de políticas favorable a los pequeños y medianos agricultores. Las actuales políticas agrícolas, por ejemplo las del TLCAN y las de las farm bills de 2002 y 2008, aunque han aumentado el comercio agroalimentario y triplicado los subsidios, han hecho que en Estados Unidos quiebren más de 300 mil granjeros y que el ingreso neto de los que quedan haya caído en 16.5 por ciento. Dichas políticas han perjudicado seriamente a la biodiversidad, a la disponibilidad de recursos naturales, han dividido a las familias y llevado a la agonía a las comunidades rurales. b) Que ponga la soberanía alimentaria en la base de un nuevo modelo de agricultura: no se trata de que el gobierno de Estados Unidos siga “ayudando” a los países pobres con alimentos. Se trata de apoyar el desarrollo de las capacidades de estos países, sobre todo de las agriculturas campesinas para fortalecer su producción autóctona de alimentos con inversiones en prácticas agroecológicas y en desarrollo científico-tecnológico que incremente la producción participativa del conocimiento y la integración del conocimiento indígena. Esto requiere que el gobierno estadounidense respete totalmente el derecho de los gobiernos de otros países a trazar con independencia sus políticas agroalimentarias y comerciales. c) Que esté abierto a la renegociación del TLCAN en agricultura: No se trata de abandonar la integración regional sino replantearla bajo nuevos principios y valores: soberanía alimentaria, respeto mutuo, equidad, colaboración constructiva entre los tres pueblos, respeto a los derechos humanos. Esta renegociación en materia agrícola supondría el derecho de cada país a proteger los productos y sectores claves para su agricultura y alimentación. A proteger las economías, comunidades y culturas locales para fortalecer el bienestar familiar y comunitario y evitar la migración. Debería impedir la exportación de productos bajo su costo de producción, favorecer la constitución de reservas locales y nacionales de alimentos y de bioenergía. Asegurar la canalización de recursos suficientes para apoyar a los pequeños agricultores con infraestructura y financiamiento rural, así como programas sociales. Debería también contemplar un acuerdo migratorio con total respeto a los derechos humanos de los migrantes, y con pleno reconocimiento a sus derechos civiles y laborales. Las organizaciones de agricultores familiares de Estados Unidos están optimistas con respecto a Obama. Compartimos algo de su optimismo como hemos compartido sus críticas y sus luchas y, sobre todo, la convicción que la mejor esperanza es la que juntos construimos desde abajo. Los datos del artículo fueron aportados por Dennos Olson, del Institute for Agriculture and Trade Policy (IATP).
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