13 de febrero de 2009     Número 17

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Retrato de un día histórico: La Inauguración del presidente Barack Obama

Libby Haight

El 20 de enero el mundo fue testigo de un día histórico: la toma de protesta de Barack Obama como presidente número 44 de Estados Unidos (EU). Con la mirada nacional e internacional en Washington, DC, según estimaciones oficiales reportadas en The Washington Post, un millón 800 mil personas acudieron al National Mall (su servidora fue una) para presenciar y sentirse parte de este acontecimiento memorable; fue el evento con mayor asistencia al Mall en la historia de la capital.

Para quienes no tuvimos posibilidad de conseguir un boleto para estar cerca del Capitolio en la toma de protesta, lo mejor que podíamos aspirar era llegar a un espacio con vista a una de las múltiples pantallas que se colocaron a lo largo del Mall. Había que salir temprano, porque todos los noticieros predecían que la asistencia rebasaría el espacio y que las medidas de seguridad dificultarían el acceso. De hecho, se estima que más de cuatro mil personas, aun con boletos y en fila para entrar, no pudieron llegar y se quedaron esperando en un túnel. El Washington Monument parecía ser un buen lugar para aterrizar, ya que era relativamente fácil su entrada y desde sus costados había buena vista de una pantalla.

No tardó mucho para que todo el espacio verde se llenara en este rincón del Mall. Llegó gente de todas partes de Estados Unidos y del mundo, muchas y muchos con su “Obamamanía” colocada en algún lugar (y aquí me refiero al gran mercantilismo que se dio con el imagen del señor, su familia y el logo de su campaña que estaban por todos lados en la capital, cosa que nunca había visto en relación a una figura política de EU).

Por fin empezaron a pasar las imágenes en la pantalla de los personajes que llegaban al escenario. El Mall casi temblaba con el gran “¡BUUUUUUUUUUU!” colectivo que se le gritaba a Bush cada que aparecía en pantalla. También se le cantaba, casi en ronda sincronizada, el “la-la-la-la, hey-hey-hey, goodbye”.

Prevalecía una enorme sensación de celebración colectiva, entusiasmo y emoción. Atestiguábamos la culminación de más de un año de campaña lleno de esperanza; la sed del cambio por fin se convertiría en realidad. Por lo tanto, no hubo una sola expresión “desagradable”, por lo menos no en mi alrededor. Estábamos allí para sentirnos parte de todo eso, no para provocar ni mucho menos.

El gran momento llegó. El juramento (que a nadie le pareció importar que no saliera perfecto, por lo menos no en ese momento) y las palabras de Barack Obama, entonces presidente de Estados Unidos. Fue impresionante el silencio que reinó para poderlo escuchar.

El ruido –gritos y aplausos— sólo se hizo presente en los momentos de clímax del discurso de Obama; la gente, emocionada, exclamaba frases de apoyo. Creo que hasta los más escépticos ante las posibilidades de que un solo hombre pueda cambiar el rumbo de la historia se contagiaron de la emoción y el optimismo, por el poder del discurso y lo vivido en estos momentos.

Cuando terminó todo, y concluido el hechizo de lo que vimos en pantalla, los presentes nos asombramos por la multitud a nuestro alrededor; no habíamos percibido cuántos éramos. Pero la emoción colectiva seguía viva y desfilamos muy, muy despacio para salir, ni un empujón nos dimos.

Eso nos permitió platicar con los demás, y reflexionar un poco sobre lo que acababa de pasar. Por fin Barack Obama es presidente de Estados Unidos. No sólo es “cualquier persona que no sea George W. Bush”. El presidente ahora es un hombre en el que muchos creen, en el que hemos colocado una esperanza impresionante, una responsabilidad casi imposible de dimensionar. Las expectativas puestas en él son difíciles de alcanzar. Por supuesto, la verdadera evaluación de su desempeño tendrá que basarse en los hechos sobre el camino. Pero por ahora lo que más importa es estar presente en este gran cambio en el gobierno de Estados Unidos, ser parte de esta gran historia que abre la oportunidad a Barak Obama.

Universidad de California, Santa Cruz
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Nueva Administración, ¿nueva agricultura?

Víctor M. Quintana S.

1. Las razones de una esperanza. No es que uno sea ingenuo. Hasta nuestro admirado poeta comunista Saramago acaba de escribir:

“Barack Obama, en su discurso, nos ha dado razones (las razones) para que no nos dejemos engañar. El mundo puede ser mejor que esto que parece una condena. En el fondo, lo que Obama nos ha dicho es que otro mundo es posible.”

No sólo eso, porque por presidencialista que sea el sistema político estadounidense, el Congreso cuenta y cuenta mucho. Los checks and balances siguen siendo una realidad de la política de la Unión Americana. Y en la misma elección que ganó Obama llegaron al Congreso 70 nuevos miembros partidarios del comercio justo que van a sustituir a otros tantos que apoyaron el viejo modelo del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Al mismo tiempo, 50 legisladores y legisladoras se han sumado al Acta de Reforma del Comercio, Rendición de Cuentas, Empleo y Desarrollo (TRADE, por sus siglas en inglés), que proporciona una guía para un modelo alternativo de comercio que comenzaría por una revisión y renegociación del TLCAN y otros pactos comerciales.

2. Lo que esperamos que Obama comprenda: Dice el amigo George Naylor, maicero de Iowa, dirigente de la Nacional Family Farm Coalition:

“Como cultivador de maíz de una tradición granjera familiar, yo esperaría que mi país, por medio de la nueva administración Obama, sea el líder de una visión de la agricultura familiar basada en los principios de la soberanía alimentaria, donde todos tienen acceso a la oportunidad económica en las áreas rurales y a una comida sana, nutritiva y culturalmente apropiada.”

Lo que George expresa de manera tan contundente, clara y concisa implica que Obama y su administración comprendan:

a) Que la agenda de las corporaciones del agronegocio es la agenda de la crisis para los más. Así lo manifiesta el International Assesment of Agricultural Knowledge, Scencie and Agriculture, apoyado por las Naciones Unidas, con la participación de 400 científicos: las prácticas de la agricultura comercial están poniendo en peligro al planeta y no han solucionado el problema del hambre para miles de millones humanos. Un pequeño número de funcionarios corporativos que a nadie rinden cuentas ejercen ahora un control sin precedentes sobre la disponibilidad y el precio de la comida en perjuicio de los pequeños productores que cada vez reciben menos por sus cosechas y de los consumidores que pagan más caro por lo que comen. La agricultura industrial implica mayor uso de combustibles fósiles y el desarrollo de transgénicos llevando al planeta a su destrucción.

b) Que Estados Unidos no tiene por misión salvar ni alimentar al mundo. No es exportando su comida, así sea como ayuda alimentaria, ni su tecnología, las más de las veces dañina al medio ambiente, como se va a solucionar el problema del hambre en el mundo. Esto sólo genera más imposición y arrogancia por parte del sistema estadounidense.

c) Que la mejor forma de solucionar el problema de la migración indocumentada hacia su país es proteger y generar empleos en el campo mexicano: Desde que el TLCAN se inició, México ha perdido dos millones de empleos en agricultura, de los cuales 95 por ciento son de pequeños agricultores. Y entre 31 y 43 por ciento de los migrantes indocumentados trabajan en el sector agroalimentario. El círculo perfecto: la política comercial de las agrocorporaciones los deja sin empleo en su país y al emigrar éstas mismas los emplean con muy bajos salarios por ser indocumentados. Círculo vicioso para los trabajadores, virtuoso para las trasnacionales.

3. Lo que esperamos que el gobierno Obama realice:

a) Que ponga en marcha una agenda de políticas favorable a los pequeños y medianos agricultores. Las actuales políticas agrícolas, por ejemplo las del TLCAN y las de las farm bills de 2002 y 2008, aunque han aumentado el comercio agroalimentario y triplicado los subsidios, han hecho que en Estados Unidos quiebren más de 300 mil granjeros y que el ingreso neto de los que quedan haya caído en 16.5 por ciento. Dichas políticas han perjudicado seriamente a la biodiversidad, a la disponibilidad de recursos naturales, han dividido a las familias y llevado a la agonía a las comunidades rurales.

b) Que ponga la soberanía alimentaria en la base de un nuevo modelo de agricultura: no se trata de que el gobierno de Estados Unidos siga “ayudando” a los países pobres con alimentos. Se trata de apoyar el desarrollo de las capacidades de estos países, sobre todo de las agriculturas campesinas para fortalecer su producción autóctona de alimentos con inversiones en prácticas agroecológicas y en desarrollo científico-tecnológico que incremente la producción participativa del conocimiento y la integración del conocimiento indígena. Esto requiere que el gobierno estadounidense respete totalmente el derecho de los gobiernos de otros países a trazar con independencia sus políticas agroalimentarias y comerciales.

c) Que esté abierto a la renegociación del TLCAN en agricultura: No se trata de abandonar la integración regional sino replantearla bajo nuevos principios y valores: soberanía alimentaria, respeto mutuo, equidad, colaboración constructiva entre los tres pueblos, respeto a los derechos humanos. Esta renegociación en materia agrícola supondría el derecho de cada país a proteger los productos y sectores claves para su agricultura y alimentación. A proteger las economías, comunidades y culturas locales para fortalecer el bienestar familiar y comunitario y evitar la migración. Debería impedir la exportación de productos bajo su costo de producción, favorecer la constitución de reservas locales y nacionales de alimentos y de bioenergía. Asegurar la canalización de recursos suficientes para apoyar a los pequeños agricultores con infraestructura y financiamiento rural, así como programas sociales. Debería también contemplar un acuerdo migratorio con total respeto a los derechos humanos de los migrantes, y con pleno reconocimiento a sus derechos civiles y laborales.

Las organizaciones de agricultores familiares de Estados Unidos están optimistas con respecto a Obama. Compartimos algo de su optimismo como hemos compartido sus críticas y sus luchas y, sobre todo, la convicción que la mejor esperanza es la que juntos construimos desde abajo.

Los datos del artículo fueron aportados por Dennos Olson, del Institute for Agriculture and Trade Policy (IATP).

Hacia un nuevo acuerdo México-EU

Víctor Suárez Carrera

En solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio cometido por el gobierno de Israel en Gaza

EL Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha sido uno de los principales pilares para la imposición de una política de guerra transexenal contra la agricultura campesina y la población rural de México. De 1994 a 2008 millones de campesinos fueron forzados a perder su trabajo, caer en la pobreza y migrar a Estados Unidos.

Asimismo, con dicho tratado nuestro país ha perdido la soberanía alimentaria y ha sometido los derechos de los campesinos y el derecho a la alimentación de los mexicanos a la dictadura del mercado y a los intereses de las grandes corporaciones agroalimentarias.

Además, el TLCAN ha sido un factor determinante para el desmantelamiento de la capacidad productiva de nuestra economía. En la era TLCAN México se ha transformado en una economía compradora : en 2008 importamos 42 por ciento de los alimentos con un valor de 23 mil millones de dólares; ese año el sector agroalimentario registró un déficit de cuatro mil millones de dólares, mientras que el déficit de la balanza comercial total ascendió a 17 mil millones de dólares. Si elimináramos las exportaciones petroleras y las de la industria maquiladora, el déficit comercial ascendería a más de 65 mil millones de dólares.

En los hechos, el TLCAN ha sido elevado a rango de constitución supranacional por los gobiernos prianistas , la Suprema Corte y los poderes fácticos.

Es por esto que la renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN ha sido una de las demandas centrales del movimiento campesino y una de las condiciones sine qua non en su lucha por la defensa y valorización de la agricultura campesina y por la recuperación del derecho de nuestro país a la autodeterminación, al desarrollo, a la soberanía alimentaria y a la alimentación de los mexicanos. Así lo constatan la luchas recientes del movimiento El Campo No Aguanta Más, la Campaña Sin Maíz No Hay País y el Movimiento en Defensa de la Economía Popular , entre otras movilizaciones campesinas, sindicales y populares.

No obstante lo anterior y la opinión pública mayoritaria en contra del TLCAN, las administraciones federales –de Salinas a Calderón– se habían negado sistemática, irracional, fanática y autoritariamente a siquiera debatir en torno a la necesidad de renegociar el TLCAN a la luz de los daños causados a la economía nacional y a nuestra soberanía… hasta que llegó Obama.

Cabe aclarar que tal negativa fue siempre frente a las demandas campesinas, pero los gobiernos mencionados sí fueron flexibles ante las exigencias de renegociación de las corporaciones multinacionales de Estados Unidos, Canadá y México. Entre 1994 y 2008 el TLCAN se renegoció en 17 ocasiones para eliminar anticipadamente aranceles, modificar normas de origen, etcétera.

El factor Obama. Durante su campaña presidencial, Barack Obama se comprometió ante el electorado a renegociar el TLCAN en los temas laborales y ambientales y en los asuntos relacionados con la migración de mexicanos hacia Estados Unidos. La presión de los sindicatos, ambientalistas y de la opinión pública así como la severa recesión económica obligaron a Obama a asumir dichos compromisos. Ante este hecho, el presidente Felipe Calderón, su gabinete económico de fanáticos neoliberales y la cúpula empresarial se apresuraron a “aconsejar” a Obama respecto de los inconvenientes de la renegociación del TLCAN, argumentando las “bondades” y los “logros” del TLCAN que únicamente ellos ven.

Cuando el 12 de enero Calderón visitó en Washington a Obama –entonces en calidad de presidente electo–, se encontró con el diablo : Obama le expresó su interés por revisar las disposiciones laborales y ambientales del TLCAN y le propuso –para empezar– la creación de un grupo consultivo para trabajar “on a host of issues important to the Unites States and Mexico, including NAFTA, energy and infrastructure” (sobre una amplia gama de temas importantes para Estados Unidos y México, incluyendo TLCAN, energía e infraestructura). Calderón no tuvo más remedio que aceptar la propuesta de Obama y pronunciar las palabras heréticas y prohibidas por la inquisición neoliberal: “revisar el TLCAN”.

Por otra parte, en su discurso de toma de posesión el 20 de enero, Obama reiteró su compromiso para revisar el modelo de libre comercio. Destaco los siguientes fragmentos de su discurso:

“(...) En este día, proclamamos el fin de las reivindicaciones efímeras y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas desgastados, que por demasiado tiempo han sido un lastre para nuestra política.

“(...) Tampoco se trata de preguntarse si el mercado es una fuerza del bien o del mal. Su poder para generar riqueza y extender la libertad es incomparable, pero esta crisis nos ha recordado que, sin una atenta vigilancia, el mercado puede descontrolarse, y que una nación no puede ser próspera cuando sólo favorece a los más ricos.

“(...) A aquellas naciones que como nosotros gozan de una relativa abundancia, les decimos que no podemos permitirnos la indiferencia ante quienes sufren en nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos mundiales sin tener en cuenta sus efectos. El mundo ha cambiado y debemos cambiar con él.

“(...) A los pueblos de las naciones pobres, prometemos trabajar con ustedes para hacer florecer sus cultivos, y que fluya el agua limpia, para nutrir cuerpos hambrientos y alimentar espíritus voraces”.

El factor Congreso estadounidense. También el Congreso de Estados Unidos, mayoritariamente demócrata, ha recogido el sentir de la opinión pública, sindicatos y grupos ambientalistas en relación a la renegociación del TLCAN. A la fecha, se han presentado dos importantes iniciativas de ley para imponer al presidente la obligación de renegociar el TLCAN y, en general, todos los tratados de libre comercio.

Se trata, por una parte, de la iniciativa de ley encabezada por la influyente diputada Marcy Kaptur (demócrata; Toledo, Ohio) denominada en su título largo “Ley para evaluar el impacto del TLCAN, requerir una renegociación de ciertas disposiciones del TLCAN y promover el retiro del TLCAN a menos que ciertas condiciones sean satisfechas” y en su título corto “Ley para la rendición de cuentas del TLCAN”. En esta iniciativa propone que el TLCAN en el marco de la legislación estadounidense está regido por una Ley de Implementación que expira el uno de octubre de 2009 y que si no se renegocia satisfactoriamente el tratado, Estados Unidos deberá retirarse del mismo y el Congreso no extenderá la vigencia de la Ley de Implementación.

Por otra parte, un importante grupo de congresistas (demócratas y republicanos, incluyendo a la entonces representante Hilda Solis, hoy secretaria del Trabajo de Obama) –encabezados por el senador Sherrad Brown (demócrata; Ohio) y el diputado Mike Michaud (demócrata; Maine)– presentó el seis de abril de 2008 la iniciativa de ley denominada en su título largo “Ley de reforma del comercio, rendición de cuentas y empleo de 2008” y en su título corto “Ley de comercio de 2008” . Esta iniciativa de ley plantea una serie de reformas radicales al modelo de libre comercio y propone imponer un conjunto de obligaciones al Ejecutivo federal en torno a la renegociación de los tratados de libre comercio, incluyendo los acuerdos de la Organización Mundial de Comercio.

Agenda de renegociación del capítulo agropecuario del TLCAN. Los factores Obama, Congreso estadounidense y recesión económica mundial deben obligar a los movimientos sociales mexicanos, así como al conjunto de los sectores productivos y culturales del país, a sincronizarse con sus contrapartes de Estados Unidos y Canadá y relanzar su lucha por la renegociación del TLCAN, el cambio de modelo económico en México y de la relación entre nuestros países desde el interés de los pueblos y no de las corporaciones.

Es imperativo obligar al Congreso mexicano a que expida una ley que obligue al Ejecutivo federal a renegociar el TLCAN. Asimismo, el Congreso de la Unión debe dejar de ser cómplice de Calderón y aprobar por el Senado la minuta de Ley de Planeación para la Soberanía y la Seguridad Agroalimentaria y Nutricional y por la Cámara de Diputados la minuta de reforma constitucional para elevar a rango constitucional el derecho a la alimentación.

En lo que hace al capítulo agropecuario del TLCAN, a continuación se presentan los objetivos a alcanzar para México:

Sustitución del capítulo agropecuario por un acuerdo para la cooperación y complementación para el desarrollo agroalimentario y rural de América del Norte.

Recuperación del derecho soberano de nuestro país a establecer un mecanismo de administración de las importaciones y exportaciones de los productos agroalimentarios sensibles para su soberanía y seguridad alimentarias, así como para establecer una reserva estratégica alimentaria.

Recuperación del derecho soberano de México a establecer una política agroalimentaria y de desarrollo rural con base en la rectoría del Estado, la planeación a largo plazo, los derechos de los campesinos a preservar y valorizar su trabajo y sus modos de vida, el derecho a la alimentación y una política de administración de la oferta agroalimentaria.

Prohibición de las exportaciones desleales ( dumping y subvención) y supresión de las barreras proteccionistas no arancelarias disfrazadas de medidas fito-zoosanitarias.

Establecimiento de un fondo trinacional de inversiones estructurales y de cohesión social para el desarrollo rural de los tres países, con una aportación anual equivalente al uno por ciento del PIB de cada país.