Usted está aquí: domingo 15 de febrero de 2009 Opinión La marcha de la economía estadunidense

José Antonio Rojas Nieto
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La marcha de la economía estadunidense

Para bien o para mal, la marcha de la economía estadunidense determina en lo fundamental la marcha de nuestra economía. La discusión reciente sobre el optimismo o el catastrofismo no es sino un pugilato demagógico de quienes la han encabezado. Las proposiciones presentes en notas como la del pasado miércoles de Alejandro Nadal en La Jornada confirman la inutilidad de esos pugilatos. Además, ofrecen una perspectiva del terreno en el que pudieran y debieran reflexionarse los actuales fenómenos económicos en nuestro país.

¡Qué digo!¡En todo el mundo! Desde el último trimestre de 2004 nuestros vecinos registran crecimientos trimestrales de su producto cada vez menores. Esto no es sino expresión viva de una tendencia que, al menos desde 1965, se muestra con claridad. Si nos orientáramos exclusivamente por esa tendencia –la de los últimos cuarenta años– diríamos que su capacidad de crecimiento es cada vez menor, hoy ligada a tasas anuales apenas cercanas a 2.5 por ciento. Sería –dicen especialistas– su crecimiento potencial.

Lo cierto es que hoy, pese a este potencial, desde principios de 2008 están en recesión. Y –una vez más– las previsiones más prudentes de la caída estadunidense señalan una crecimiento de menos 2 por ciento. Voces más atrevidas de menos tres. Lo que implica, por cierto, que en los dos primeros trimestres de 2010 registrarían tasas negativas, menores pero negativas. Seguramente nosotros también. Su economía se está contrayendo severamente. Y no es cierto –Nadal lo dice con nitidez– que resuelto el constreñimiento financiero que dejó el juego del casino financiero desde 1998 la dinámica productiva se restablecerá como siempre y para siempre. ¡Nada más falso que esto! Lo que los costosísimos estímulos monetarios y fiscales lograrán es constreñir un poco la retracción.

Pero nunca suprimirla. Acaso reducir un poco su extensión. Difícilmente su profundidad. Menos aún, convertirla en pasajera. No habrá nada que impida la caída. Nada tampoco que logre su recuperación rápida. Los dos años que –a manera de ejercicio preliminar– señalé en mi anterior colaboración en La Jornada, parecen ser una estimación muy conservadora. Más datos oficiales conocidos muestran un deterioro del consumo en bienes duraderos (electrodomésticos, automóviles por ejemplo) del orden de menos 12 por ciento en términos de promedios de los últimos tres de 2008 respecto de los últimos tres meses de 2007 (menos 22 por ciento de diciembre de 2008 contra diciembre de 2007).

Para el caso de consumo de bienes no durables (alimentos, vestido, calzado, gasolina, por ejemplo) el deterioro ya es de menos 3 por ciento (menos 7 por ciento también de diciembre de 2008 a diciembre de 2007). Sólo los servicios conservan una tasa anual trimestral positiva, aunque ya cercana a uno por ciento, luego de registros constantes próximos a 3 por ciento. En términos de los componentes de su producto (consumo, gasto de gobierno, inversión fija bruta, exportaciones netas e inventarios) en el cuarto trimestre de este año sólo el gasto gubernamental y los inventarios registraron tasas positivas.

Y para concluir sólo dos datos más: 1) el ingreso real disponible de las personas y las familias ya está en crecimiento cero, próximo a tasas negativas; 2) y el índice de confianza del consumidor en su nivel más bajo de los pasados 25 años, en poco menso de 60 puntos (para el caso del índice de la Universidad de Michigan), luego de registros próximos a 110 puntos entre 1997 y 2001.

Ah, olvidaba mencionar que en términos del salario y la productividad en la manufactura –importantes indicadores de la dinámica productiva real– el primero ya muestra signos negativos luego de cuatro años de estancamiento; y la segunda ya está cayendo, luego de casi 20 años de crecimiento continuo. Todos estos son indicadores de un realismo terrible que, efectivamente, pueden representar para nosotros una regresión económica de no menos de dos años en cuanto a su duración. Y quién sabe cuántos en términos de su profundidad. De esto, precisamente, será necesario hacer unos comentarios próximamente. Sin duda.

 
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