■ Manzarek y Krieger hacen cantar y bailar a 20 mil personas
Los Doors encienden el fuego del rock en la Plaza México
Ampliar la imagen Robby Krieger, con fuego en los dedos Foto: Chava Rock
Los Doors encendieron el fuego del rock en la Plaza México, el pasado viernes ante unas 20 mil personas, según los organizadores. Las Puertas se abrieron de par en par y una voz en off, a las 10 de la noche, tras una hora de espera luego de que terminó la actuación de Los Concorde, dejó escuchar las frases de leyenda: “¡Ladies and gentlemen, from Los Ángeles, California, Ray Manzarek y Robby Krieger... The Doors!”
Comenzaron con Ámame dos veces, coreada por un público heterogéneo, pero sobre todo de jóvenes. Los Concorde cumplieron, pero sabían que debían irse. El propio vocalista, Leonardo de Lozanne, expresó: “La neta: ya también nosotros queremos ver a los Doors.”
Para verlos en este sitio, los seguidores de viejo cuño, habían esperado 40 años. Love two time fue coreada y brincada. Un consenso: eso está vivo.
Hace 40 años en México predominaba la intolerancia, la cerrazón. El viernes nada pasó que alterara el mentado orden esta- blecido. Tan sólo fue una buena velada de rock. La zona de sol, la más barata, estaba llena. Minutos antes de comenzar la tocada, Manzarek salió a echar un vistazo. Sonrió complacido. La espera de una hora fue contenida comiendo o bebiendo cervezas.
Interpuesto (Break on through) fue una chispa que comenzó una quemazón. Los jóvenes la cantaron mostrando que la han hecho suya. Eran gritos plenos de energía. El ritual del Rey Lagarto en When de music over. Algunos volaron con los ojos cerrados. Para compartir, hubo quienes por celular llevaron la música a distintos puntos de la ciudad, quizá con un amigo, tal vez con la esposa o amiga.
En la Plaza de Toros hubo más gente que en la mayoría de las corridas de Herrerías. Habría que reconocer que en este ámbito, como en la fiesta brava, también hay villamelones.
“Gracias amigos, mi corazón”, expresó Manzarek, así, en español. Miles levantaron sus manos haciendo la señal universal de la paz, del amor y paz del jipismo. El tecladista saludó de nuevo dando un sorbo a su vaso de tequila. “Suave”, pronunció. Se siguieron con Whisky bar.
Gloria fue uno de los varios acaboses. Cada quien, como dios les dio a entender, bailó en su breve espacio. Manzarek anunció un “lamento”. Krieger soltó acordes de Caravana española. Manzarek comentó que este mundo es excitante, que Jim Morrison era una máquina de sexo... ¡Touch me! LA Woman hizo estragos y propició el consumo de más tragos. Los dedos de Krieger no tienen artritis.
Se la rifan con Riders on the storm, que da nombre a la gira. Una lluvia de rock imaginaria moja a la concurrencia. Se oyen rayos, truena en cielo. Dionisos, Thor, Zeus, el Olimpo en pleno. Esa lluvia hace olvidar la sequía de buena sonoridad. Los arpegios de Krieger se confunden con la lluvia. Waiting or the sun. Hay esperanza. A los jinetes en la tormenta les suceden llamas seductoras: Light my Fire. La banda es un ensamble de armonía y, aquí sí, de nostalgia por Morrison, el Rey Lagarto. El trabajo de Brett Scallions en la voz es excelente.
Lo malo: el toquín acabó a las 12 de la noche y no hubo Metrobús ni camiones suficientes.