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La oposición no ceja en la batalla por sacar al presidente Hugo Chávez del poder

Tras el referendo Venezuela queda dividida sin remedio... como estaba

El problema del gobernante es el financiamiento de su entramado gubernamental: antichavistas

Los derrotados afinan la puntería de cara a la próxima cita electoral, que se celebrará en 2010

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Pinta en una calle de Caracas en apoyo a la relección del presidente Hugo Chávez, que se ha postulado para contender en 2012 para un periodo hasta 2019, el cual sus simpatizantes esperan que se prolongueFoto Ap
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Periódico La Jornada
Martes 17 de febrero de 2009, p. 24

Caracas, 16 de febrero. “Nos han jodido, pero hay que seguir pa’lante”, resumió este lunes, día casi oficial de la resaca electoral, un parroquiano que discutía apasionadamente con otros contertulios en un restaurante en la céntrica zona de La Candelaria, residencia de la clase media caraqueña que ya no es tal. “Coño, pana (mano), hay que seguir porque algún día tiene que caer”, respondió alguien sentado en otra mesa. Ese estado de ánimo, o de desánimo, depende, sintetizó este lunes el brumoso lunes capitalino, vale decir, el nacional.

El no deprimido, refugiado en comederos y cenáculos afines, donde de antemano se sabe que casi nadie hablará en contra del sentir, no da por perdida, ni mucho menos, la batalla por sacar al presidente Hugo Chávez del poder. Apuestan a las elecciones legislativas y municipales de medio periodo, apuestan a que la crisis económica hará lo que los líderes de oposición son incapaces de hacer. Apuestan al efecto que la desatada inseguridad tendrá entre los electores: apuestan a la corrupción que, dicen, campea en el ámbito gubernamental. Apuestan también al imparable aumento de la inseguruidad.

Pateando las calles, hablando con la gente de a pie, la impresión que queda es que este país, en su piel, quedó más o menos como estaba antes del 15 de febrero, dividido irremediablemente entre chavistas y antichavistas. Unos no caben en su gozo, y los otros afinan la puntería de cara a la próxima cita electoral, en 2010.

Su esperanza, y no tienen más de qué agarrarse, estriba en que Chávez no logró el domingo los siete millones de votos que pidió a la nación el pasado 20 de enero. Se quedó a un millón. Ciertamente el porcentaje de apoyo al gobernante, a tenor de las cifras, ha ido a la baja desde su primera elección en 1998, cuando logró 56.20 por ciento, contra 54.36 por ciento logrado ayer en el referendo que permite ya la relección de los cargos electos popularmente en todos los niveles.

Un millón de votos separó ayer al del no, pero más de tres millones de venezolanos optaron por no acudir a las urnas. Y no hay modo de saber, cuando menos hoy, hacia qué lado podría inclinar la balanza política nacional ese ejército silencioso que castigó de algún modo a los dos bloques que polarizan la vida del país.

El problema de Chávez a corto plazo, sostienen en la oposición, es cómo va a enfrentar el financiamiento de su vasto entramado gubernamental y social sin que vaya en detrimento de las finanzas nacionales. El desplome de los precios internacionales del petróleo –en menos de un año el barril de crudo venezolano pasó de 150 dólares a 38– y en general, el descenso abrupto de los precios de las materias primas, abre una interrogante sobre la viabilidad del ambicioso proyecto chavista, proyecto que, en sus palabras, va más allá de Venezuela.

Desde la esfera gubernamental el horizonte casi no ofrece nubarrones. El entusiasmo, este lunes, era indescriptible. Es un estado de ánimo que comparten por igual las instancias oficiales y la población más humilde del país, volcada sin titubeos en el proyecto chavista. En los cerros caraqueños, ahí donde habita la más pobre de las pobrezas citadinas, brillaba este lunes un optimismo irrefrenable.

Sostenida su casa de milagro en un cerro de Catia, a la entrada de Caracas, en unos pilares de madera carcomida por la humedad, Mayra, rodeada por su prole, no dejaba de alabar a Dios por permitir que Chávez pueda gobernar hasta que se canse de hacerlo. Hasta ahí llegó el reportero porque el taxista, esposo de Mayra, lo decidió. Si no, mejor olvidarse de aventuras. Dicen que somos bandidos, gente de mal, pero nada es verdad. Nosotros trabajamos cuando podemos y apoyamos siempre a nuestro papito, dice con pasión Mayra refiriéndose al gobernante.

En ese lugar la vida es un milagro. Todo es aspereza, todo está cuesta arriba, todo es intemperie. Pobreza a secas. No leen periódicos, casi no hay televisores, nada de nada, bueno, salvo la información que llega de boca en boca. Ésa es la que cuenta, nadie sabe de dónde llega, importa que llegó. Y toda es favorable a Chávez: que se jodan los ricos, sentencia Mayra muerta de la risa.

La misma historia de polarización se vive en el amplio espectro informativo venezolano. Este país tiene unas formas, o una ausencia de formas, que permiten a cualquiera decir la salvajada que quiera sin que nada pase. Nadie se anda por las ramas; todos saben a qué atenerse. La palabra dada es lo que es, no lo que cada quien quiera interpretar. Eso permite que el diálogo sea descarnado, cristalino.

A excepción de dos televisoras, Venevisión y Televen (ambas privadas), que se esfuerzan por brindar una información equilibrada, el sesgo informativo de los medios electrónicos e impresos habla de su posicionamiento político. Pero en un balance final todos coinciden en que hay más prensa antichavista que chavista. La política no se decide en los medios, según los expertos consultados, sino a ras de piso. La política es tan mediática como en México, pero su efecto no. Por eso Chávez ganó más allá de la natural ventaja que confiere detentar el poder. Aquí la gente humilde es la primera en llegar a las urnas: le gusta votar y de antemano sabe por quién lo hará. Y esa gente humilde está todavía con Chávez. Ahí descansa su poder.

Pese a la palpable polarización política, la oposición dio el domingo una gran lección al reconocer sin ambages su derrota. Un millón de votos, la distancia entre ganadores y derrotados, son muchos, pero al mismo tiempo no significan un cheque en blanco para Chávez. La abstención fue lo suficientemente voluminosa para que el chavismo no cometa el error de echar las campanas al vuelo.

En este país pasa de todo, nadie puede estar tranquilo, resumió la siempre sonriente Mayra poco antes de que su taxista esposo regresara al reportero al mundo real.