n la mesa se hablaba francés, porque la mayoría de los húngaros de la época de Chiki hablaban francés, pero también los dos niños, ahora vueltos hombres y apoyos de su madre de 90 años, se comunican en inglés.
Es bonito ver cómo se quieren esos dos hermanos resultado de la inteligencia y el amor de una madre que supo escribir en La trompetilla acústica: Mes yeux sont forts et habitués à toutes les lumières et à toutes les obscurités...
(Mis ojos son fuertes y están acostumbrados a todas las luces y a todas las oscuridades).
Además de devota, Leonora es una madre divertida. De un día al otro anunciaba: Nos vamos a Europa
y preparaba un baúl enorme en el que metía caballete, telas y pinturas. Salían en tren hasta St. Louis Missouri, allí tomaban otro tren a Nueva York y de Nueva York a Calais en el Queen Elizabeth.
De Calais iban a Southampton y en Southhampton los recogían para llevarlos a la mansión de su abuela: Hazelwood.
La abuela y madre irlandesa Maurie Morehead fue para Leonora, Gaby y Pablo un personaje extraordinario y un ser libertario. No sólo bautizó a sus dos nietos más o menos a escondidas, sino que les heredó un mundo interior en el que priva lo maravilloso negro, lo maravilloso rosa, lo maravilloso de seres irrepetibles que nos remiten a las culturas caldeas y asirias y a las leyendas y los mitos celtas.
No he hablado de surrealismo sino de Leonora que es el surrealismo, es decir, una mujer que busca crear algo más real que la realidad misma e ir más allá de la realidad cotidiana, la realidad que nos aterra por la absoluta injusticia de su sociedad.
Amiga de Breton, Leonora quiso vivir en sus hijos, con sus hijos, a través de sus hijos que la acompañan siempre. Los llevó a conocer a Breton en el número 42 de la Rue Fontaine en París y los presentó a Philippe Soupault, a Paul Eluard, a Leonor Fini, que aguantaron los cerrados interrogatorios infantiles y las travesuras de Gaby y Pablo.
André Breton, Leonor Fini, André Pieyre de Mandiargues, Luis Buñuel, Octavio Paz, Remedios Varo, Kati y José Horna, Alice Rahon, Wolfgang Paalen y otros amigos de la familia desde los años 40. Además de gran fotógrafa de la Guerra Civil española, Kati Horna –a quien Leonora extraña– feminizó la palabra cansancio. ¡Ay, la cansancia!
, decía. Desembarcaron en Veracruz Benjamin Péret, que en nuestro país hizo el periódico La France Libre, y Remedios Varo, Esteban Francés y Gunter Gerszo, que se reunían en la casa de la calle de Remedios en Gabino Barreda. Su amistad les hizo llevadero el exilio y Europa siguió presente a través de las cartas.
Los carteros siempre han dado sorpresas, allí está el cartero de Neruda, allí está un cartero mexicano Jaimito, de Monterrey, a quien las autoridades de nuestro deficiente servicio postal encontraron encerrado en una pieza con las miles de cartas que no le estaban destinadas. Todavía me falta mucho por leer
, señaló los sobres cerrados cuando vinieron a detenerlo gracias a la denuncia de los vecinos.
Cerca de Grenoble un cartero, el Facteur Cheval sin saber nada de surrealismo, levantó un castillo con piedras recogidas en el camino de la entrega de cartas. Su construcción imaginaria reúne todas las culturas, todas las imaginaciones, todos los estilos y todas las fantasías hechas piedra a pesar de que el cartero nunca salió de la ruta indicada por el correo postal de Francia.
El Facteur Cheval hizo que en su castillo cupieran gigantes y juglares, princesas y plebeyas. Quizá la obra de este cartero apellidado caballo (cosa que ha de gustarle a Leonora) sea la puerta abierta a la escritura automática y la fuerza del inconsciente que pregonaron los surrealistas y el antecedente directo del castillo de Xilitla que Edward James mandó construir y en el que Leonora Carrington pintó un mural entre 1964 y 67, a petición de James, quien dejó correr el rumor de que era el hijo ilegítimo de Eduardo VII de Inglaterra, pero quizá también sea el antecedente de todo lo que hay en nosotros, hombres y mujeres que intentamos lo imposible y no lo logramos como lo logró Leonora en todos los aspectos de su vida.