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Editorial Océano distribuye en México la versión en español de sus Diarios 1984-1989

Hace 20 años murió el escritor Sándor Márai
Foto
Busto de Sándor Márai que se encuentra frente al lugar en el que se hallaba su casa, en la calle Mikó, en el barrio de Krisztinavarós, que fue destruida durante un bombardeo en la Segunda Guerra MundialFoto Ericka Montaño
 
Periódico La Jornada
Sábado 21 de febrero de 2009, p. 4

El 21 de febrero de 1989 Sándor Márai, solo, viudo, casi ciego, se suicidó de un disparo en la cabeza en su casa de San Diego, California.

Al conmemorarse 20 años de su muerte llega a México la traducción más reciente de una de sus obras, Diarios 1984-1989, en la que el escritor húngaro plasma su vida cotidiana, la pérdida de amigos, familiares y patria, los meses que cuidó a L., Lola, quien fue su esposa durante 62 años y tres meses.

Narra también su desencanto con la literatura y la industria editorial, su música favorita, los avances de la ciencia, las noticias de los periódicos y, en gran parte, el anhelo de morir antes de perder sus capacidades físicas por completo. No quería terminar sus días en un hospital.

Anotaciones breves, rara vez de más de una página, la mayoría serenas, otras llenas de dolor, divertidas, nostálgicas, que llevan al lector a sentir la misma tristeza y desesperación del escritor, pero que también transmiten la paz con la que él vivía su día a día.

Frases lapidarias en todos los sentidos descritos por el Diccionario de la Real Academia: son piedras preciosas, y su concisión y solemnidad son dignos de ser grabados en una lápida. Aquí Márai transforma su oficio de escritor en el de labrador de piedras preciosas.

Con este nuevo título, publicado por la editorial Salamandra y distribuido en el país por Océano, son 10 las obras traducidas al castellano, apenas la décima parte de los libros que Márai escribió entre novelas, cuentos, poemas, piezas de teatro, artículos periodísticos, libros de viaje y sus diarios.

En total, sus diarios conforman seis volúmenes, sólo uno (1944-1945) se publicó cuando vivía en Hungría; el resto después del exilio, que inició en 1948 ante el arribo del régimen comunista.

Además de estos tomos, publicó en 1934 su novela autobiográfica Confesiones de un burgués, y la autobiografía ¡Tierra, tierra!, en 1972.

Todos sus diarios llevan el título Napló (que en castellano tiene varias acepciones: diario, efemérides, libro, memorial y prontuario) y se dividen en 1944-1945; 1945-1957; 1958-1967; 1968-1975; 1976-1983 y 1984-1989.

Este último, cuya traducción estuvo a cargo de Eva Czerhati y A.M. Fuentes Gaviño, se inicia el 7 de enero de 1984. Escribió el intelectual húngaro: Empieza el año que da título al éxito de ventas de Orwell. Si bien su vaticinio no se ha cumplido, a cambio se ha impuesto la realidad diaria: el terror nuclear (...)

La última entrada es del 15 de enero de 1989 y es la única que escribió de su puño y letra porque generalmente escribía a máquina: Estoy esperando el llamamiento a filas; no me doy prisa, pero tampoco quiero aplazar nada por culpa de mis dudas. Ha llegado la hora.

Entre la primera anotación y la última va desgranando los aspectos más cotidianos: leerle en voz alta a Lola, caminar apoyado en un bastón, la visita de la asistente doméstica, el recuerdo del escritorio que dejó en Buda y que es el único objeto de su casa que quedó en su memoria, la pérdida de apetito, su caminar tambaleante y las personas que se acercan para ayudarlo a cruzar una calle, la rutina de ir al hospital cada día a ver a L., quien cada vez lo reconocía menos.

Soledad y suicidio

Sándor Márai (Kassa, 1900) dejó Hungría, pero siguió leyendo todo lo que llegaba de su país (al que pocas veces se refiere con tristeza): poesía, periódicos, revistas, cuentos, novelas. Todo de los autores nuevos y clásicos; leía en inglés, italiano y húngaro, por las noches, a veces de madrugada, cuando ya Lola se había quedado dormida.

Leía con un solo ojo –había perdido la vista del otro– El Quijote, obra a la que califica como la novela más hermosa de la literatura mundial; Shakespeare, Voltaire, La Eneida, Borges , de quien dice, tenía cincuenta y cinco años cuando comenzó su ceguera, y se refugió en un misticismo más bien de tipo árabe.

Hace análisis sesudos de la literatura, de la ciencia (dice del ADN: como agnóstico, debo preguntarme por qué usa la naturaleza tales medios infinitamente complejos para crear), incluso comenta el terremoto de 1985 en México y condena que entre la noticia de los muertos el locutor cuele un anuncio de ofertas inmobiliarias.

Habla de música, hace la relectura de algunas de sus obras que se reimprimieron, termina su novela policiaca Roger (“He puesto punto final a la ‘literatura’”), se sorprende de la vigencia de sus viejos libros y artículos, corrige uno de los tomos de sus diarios sabiendo que sería el último en publicarse antes de su muerte.

Recibe catálogos de editoriales y expresa su hartazgo asfixiante ante la cantidad de libros que se publican: La literatura ha muerto: ¡viva la industria del libro!

Habla de la libertad, de la historia, del matrimonio que dice no es bueno ni malo, simplemente es; el recuerdo de una niña a la que tomó de la mano en una fila de la policía civil y llevó a un refugio para niños judíos; habla de religión, de Estados Unidos, país al que critica pero también agradece.

A través de las páginas permea la idea del suicidio, que toma forma en noviembre de 1985. Márai compra una pistola y toma clases para aprender a usarla en 1986; la guarda en el cajón de la mesita de noche.

En 1985 muere su hermano Gábor. Un año después fallecen Lola y luego el hermano menor de Márai, Géza, y János, a quien la pareja adoptó cuando tenía cuatro años (Lola y Márai tuvieron un hijo, Krístof Géza Gábor, quien falleció a las seis semanas de nacido).

Sándor está sólo en su casa de San Diego. No recibe visitas. Escribe una última carta a su amigo y editor Itsván Vörösváry. Se despide en su diario el 15 de enero. Cinco semanas después, el reporte forense dirá: suicidio por arma de fuego.

La vitalidad de su pensamiento continúa.