Ha impulsado en Cuba reformas en economía, diplomacia y cadena de mandos
Lunes 23 de febrero de 2009, p. 25
La Habana, 22 de febrero. En su primer año como jefe de Estado y de gobierno, Raúl Castro empezó a reorganizar la cadena de mando, impulsó pequeñas reformas económicas, emprendió una ofensiva diplomática y remitió la definición de cambios de fondo al sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), previsto para finales de 2009.
Raúl, de 77 años, asumió el cargo el 24 de febrero de 2008, pero trazó sus planes desde el interinato que inició dos años antes, por la enfermedad de su hermano Fidel.
Reconoció que nadie vive de su salario y hay que romper ataduras para que la gente sienta la necesidad de trabajar. Ofreció reformas estructurales y de conceptos
, lanzó una discusión nacional con agenda abierta y así levantó fuertes expectativas populares, que sin embargo matizó pidiendo realismo
para ajustar todos los sueños a las verdaderas posibilidades
.
Como quiera que se traduzcan las metas, Raúl anticipó que las decisiones tendrán que esperar al Congreso, que debe incluir un debate previo de seis meses.
Reparto de tareas
Raúl formó un equipo de siete dirigentes, el mismo para el PCC (máxima autoridad política) y el Consejo de Estado (Legislativo y Ejecutivo). Las señales muestran la jerarquía del partido único y claridad en la cadena de mando y el reparto de tareas, a diferencia de la gestión de Fidel, en la que funcionaba un minigabinete presidencial y a menudo surgían comisiones, programas o designaciones fuera de las estructuras.
El cambio ha llevado a la exposición pública al número dos, José Ramón Machado Ventura, quien pasó décadas en la oscuridad del aparato partidario. Carlos Lage y Felipe Pérez Roque conservan sus tareas oficiales, pero son menos visibles porque ya no cumplen misiones especiales como lo hacían al mando de Fidel.
Raúl nombró vicepresidentes del gobierno a Ricardo Cabrisas, Ramiro Valdés, Ulises Rosales del Toro y Jorge Luis Sierra, todos con carteras en el área económica. A José Ramón Fernández, que ya tenía el cargo, le amplió facultades en el sistema educativo.
Se perfila un grupo compacto de allegados al presidente, virtuales jefes de sector (o generales de un Estado Mayor) a los que se subordinan los ministerios.
Fundador de los servicios de seguridad y unido a los hermanos Castro desde hace más de medio siglo, Valdés suma la subjefatura de gobierno a su rango de comandante de la revolución, a sus asientos en el Buró Político del PCC y el Consejo de Estado y a su estratégico Ministerio de Informática y Telecomunicaciones. En cambio, pierde funciones Lage, quien durante casi dos décadas ha sido al lado de Fidel un virtual jefe de gabinete y operador económico, como secretario del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.
En las fuerzas armadas Raúl descongestionó el escalón de mando territorial, en el que generales de Cuerpo de Ejército (tres estrellas) tenían décadas dirigiendo las tres regiones y los remplazó por generales de División (dos estrellas). Los tres ex jefes fueron ascendidos a viceministros. Uno de ellos, Leopoldo Cintra, entró al Consejo de Estado y ahora es viceministro primero, sucesor del titular, Julio Casas.
Con Raúl, Machado, Lage y Casas, en el septeto dirigente están el comandante de la revolución Juan Almeida; Esteban Lazo, a cargo de cultura, ideología y propaganda en el PCC y el ministro del Interior, Abelardo Colomé. Entre otros, hay un mensaje: la generación histórica agotará sus opciones en el poder.
El estilo ha cambiado. Se insiste en estudiar y fundamentar las decisiones. Los actos cívicos son cortos, con discursos leídos y asistencia simbólica. Ya no cientos de miles marchando durante horas, paralizando ciudades. Altos funcionarios van a un programa de la televisión, ya no el jefe de Estado en horario abierto. El mensaje oficial se ha vuelto parco, algunos dicen que demasiado. En febrero se rompieron tradiciones: Raúl y Machado (uno y dos) salieron del país a la vez y un día Granma trajo en portada tres noticias y dos fotos, todo de Raúl.
Enmiendas y candados
Raúl está ensayando reformas económicas cuyo futuro aún es borroso. No puede afirmarse que son el germen de un cambio mayor ni que, por el contrario, apenas son parches temporales que luego retrocederán, como la tímida apertura de los 90.
Por lo pronto, está pactada una empresa mixta, que dirigirán los socios rusos, en un esquema inexistente en la sensible rama eléctrica; hay nuevas licencias para taxis privados, tras un congelamiento de más de diez años. Se ha reconocido que el ingreso personal puede expresarse en consumos como los de electrodomésticos, computadoras, celulares, hoteles de primera clase y alquiler de autos. Aunque retrasado en su aplicación, existe un nuevo sistema salarial, que pagaría más al que más rinda, sin límite.
En el centro de la mira Raúl puso el atraso estructural de la agricultura y la producción de alimentos como asunto de seguridad nacional. Decidió entregar tierra ociosa en usufructo (quizá la mitad del espacio cultivable), aumentó precios al productor, autorizó la oferta de implementos y la venta de leche sin mediación oficial y descentralizó facultades a los municipios.
Pero hay candados: la asignación de parcelas es lenta; el usufructo tiene tope de hasta diez años en cualquier cultivo; se limita la construcción de viviendas e instalaciones; no hay un mercado de implementos, sino un sistema de cuotas. No está claro cuánto venderá el campesino al Estado y cuánto podrá colocar libremente, ni cuáles son los alcances definitivos de las delegaciones municipales. Raúl deploró hábitos atávicos de burocracia
en el proceso, a pesar de lo cual ya hay más de 45 mil usufructuarios.
Tras los huracanes de 2008 el gobierno fijó precios en los mercados agropecuarios (de libre oferta y demanda desde 1994) para frenar las alzas. El control continúa, además de que se han cerrado los pequeños puntos de venta en los barrios, lo que abre la pregunta de si está desapareciendo el circuito abierto, para volver a la venta exclusivamente estatal.
Ofensiva en relaciones del Exterior
En el último año Cuba mejoró sustancialmente las relaciones con países latinoamericanos (Argentina, Chile, Guatemala, Honduras, México, Paraguay), las reactivó con Brasil e ingresó al Grupo de Río, expandiendo su presencia en la zona. Empezó a rehacer el diálogo con gobiernos comunitarios, después de que la Unión Europea eliminó las sanciones de 2003.
Construye nuevos esquemas económicos con países petroleros, con los que tiene una relación política fluida (Angola, Argelia, Irán, Vietnam). Abrió opciones del mismo tipo a gran escala con Rusia y amplió las que ya existían con China. Subraya su interés en minar el bloqueo estadunidense y en armar puentes para sortear una de sus peores crisis de financiamiento.