a lectura de la prensa diaria, con la taza de café y el jugo de naranja sobre la mesa del desayuno, es algo más que una costumbre trivial. Es un acto civilizatorio que significa el cumplimiento de esa necesidad de información y de interpretación de los hechos que nos permite, partiendo de la observación de la realidad y del análisis del estado del mundo y del país, participar e involucrarnos en la vida sociopolítica. En suma, formar parte de la sociedad responsable capaz de presionar a los poderes públicos para que enfrenten con seriedad y honestidad los graves problemas de la sociedad contemporánea.
Los medios electrónicos son, sin la menor duda, más veloces en materia de transmisión de noticias. Esta realidad entrega a la prensa escrita una grave responsabilidad: la de interpretar el contenido de las noticias, ubicarlas en su contexto sociopolítico y proporcionar a los lectores una serie de datos indispensables para normar sus criterios y actuar con seriedad y espíritu solidario en los terrenos de la llamada sociedad civil.
El hombre moderno sufre un bombardeo de noticias tan intenso que, a la postre, se convierte en un ser desinformado o indiferente ante lo que sucede a su alrededor. Sus problemas personales y la crisis de la solidaridad que se manifiesta en el sálvese quien pueda de los grandes naufragios, lo convierte en una víctima de la manipulación informática, en un ser acostumbrado a callar, a obedecer y a dejarse guiar por los mensajes autoritarios que trasmiten los medios electrónicos y la prensa cómplice del sistema que evita cualquier forma de compromiso con la verdad, la justicia y los valores esenciales de la sociedad humana.
La prensa escrita sufre una grave crisis económica en todo el mundo. Los altos costos de la tecnología, el aumento del precio de los materiales básicos, el decrecimiento de los anuncios tanto oficiales como comerciales, han obligado a muchos medios escritos de varios países a despedir personal, a disminuir sus tirajes y sus páginas y a endeudarse con las instituciones bancarias que, a su vez, enfrentan graves problemas financieros. Por esta razón, el presidente de la República Francesa acudió en auxilio de la prensa escrita, pues sabe el mandatario que es preciso mantener en pie los aspectos fundamentales de la vida civilizada. Uno de ellos es la prensa concebida como un mecanismo socializador, pero, sobre todo, un reducto poderoso del pensamiento crítico y un lugar en donde se ventilan, desde distintas perspectivas, los problemas que están agobiando de una manera angustiosa al mundo actual. Todo esto nos lleva a la conclusión de que la crisis de la prensa escrita y los riesgos de que desaparezcan publicaciones indispensables para la reflexión, sobre todo en lo que concierne a la sociedad y a la persona humana, son elementos que configuran un daño irreparable a la civilización que el hombre ha creado y perfeccionado para hacer posible la convivencia social.
Los gobiernos deben entregar a la prensa escrita los fondos obtenidos de los recursos públicos necesarios para su subsistencia sin caer en la tentación de controlarla o de mediatizarla. Una prensa libre y dispuesta a cumplir su vocación crítica es absolutamente indispensable para la salud social y para garantizar el libre juego democrático. Su ausencia favorecería el retorno a la barbarie, la instauración de la ley de la selva, la consolidación del autoritarismo, el retroceso de la civilización.