La artista surrealista cumplirá 92 años el 6 de abril
Un mural en la selva, de su hijo Gabriel Weisz, en versión bilingüe español-inglés, documenta cómo realizó esa obra en Xilitla, SLP
la Diosa vigila un acceso para entrar o lo impideen el inmueble que hoy es la Posada del CastilloFoto Plutarco Gastélum Esquer y Lourdes Almeida
Viernes 27 de febrero de 2009, p. 5
Celebrar la vida artística y el sentido lúdico de quien el próximo 6 de abril cumplirá 92 años motivó la publicación del libro Leonora Carrington: un mural en la selva (Xul Servicios Editoriales), cuyo texto es de Gabriel Weisz Carrington, quien acompañaba a su madre cuando en una fecha no determinaba, entre 1964 y 1967, pintó una criatura enigmática en la Huasteca potosina.
La venta del pequeño volumen bilingüe (español/inglés) tiene como propósito reunir fondos para en un futuro realizar trabajos de consolidación del mural, que se encuentra en perfectas condiciones en la otrora casa de Plutarco Gastélum Esquer, hoy día la Posada del Castillo, en Xilitla, expresó el arquitecto e historiador Xavier Guzmán Urbiola, autor de un par de libros sobre el aristócrata y mecenas inglés Edward James, quien fue cautivado por ese lugar.
Guzmán agradeció el patrocinio de Plutarco Gastélum Llamazares, hijo de Gastélum Esquer.
Arquitectura poética
El libro Un mural en la selva se dará a conocer el lunes 2 de marzo, a las 19 horas, en la Casa del Poeta (Álvaro Obregón 73, colonia Roma), con la presencia de doña Leonora, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Luis Rius Caso y el autor.
Para escribir el texto, Gabriel Weisz gozó de “libertad absoluta. Le dije a Xavier: ‘no voy a escribir una cuestión biográfica porque a mí los chismes personales no me interesan. Quiero hacer algo que me surja a partir de qué veo en el mural, que es un decir’. Es como abrir una puerta, entrar en un cuarto imaginario y pronto estar descubriendo lo que quieren decir las figuras, en este caso el mural.
Entonces, me interesaba asociar el mundo externo que rodeaba la casa, los jardines, con la figura que de pronto adquiere vida, pues se trata de una aventura desde el punto de vista visual, porque al momento en que entramos en contacto con la obra de inmediato establecemos comunicación con ella.
De acuerdo con el entrevistado, el mural abre un mundo narrativo que de otra manera no podría existir, porque en el presente caso va directamente vinculado a la imagen y la postura que tiene en el mural. Es una especie de arquitectura poética, pero que no depende de volúmenes, de perspectivas, sino de una capa de construcción en lo imaginario, con materiales imaginarios
.
Pintar murales no era una constante en la obra de Carrington. Antes de llegar a México, en 1942, pintó en las paredes de la casa de Saint-Martin-d’Ardeche, en el suoreste de Francia.
Su hijo recuerda que hizo algo en el cuarto que compartió con su hermano Pablo.
En 1963 realizó El mundo mágico de los mayas para el Museo Nacional de Antropología.
Respecto de la acción de su madre de pintar una pared en Xilitla, San Luis Potosí, Weisz Carrington apunta que “siempre tenía gran facilidad imaginativa. Pero, en efecto, la cuestión mural no fue algo que a ella le importara sobremanera.
Para ella el mural no tenía toda esta carga ideológica que tuvo para Siqueiros, Rivera u Orozco. Era una especie de extensión del lienzo, claro que se trabaja de otra manera.
La criatura femenina de Carrington, o truquera
, juega con la acción de entrar o salir de un lugar, porque la columna finalmente me deja pasar o no. Pero, si tiene una forma puedo imaginar que la columna funciona como guardiana del lugar. Esto es un poco lo que allí ocurre
.