Opinión
Ver día anteriorDomingo 1º de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El sustituto
L

os Ángeles, 1928. Un formidable trabajo de recreación histórica muestra desde las primeras imágenes El sustituto (Changeling), de Clint Eastwood, lo que pudo ser la ciudad angelina en el primer año del cine sonoro. Este ambiente de sofisticación y desenfado citadinos, plasmado en una pulcra fotografía, contrasta con la sordidez de la historia verídica de Christine Collins (Angelina Jolie), madre soltera, enfrentada al poder del Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) en su afán por descubrir el paradero de Walter, su hijo de nueve años misteriosamente desaparecido.

Señalada su corrupción y su vocación autoritaria por la prensa y la beligerancia del pastor Gustav Briegleb (John Malkovich), el cuerpo policiaco procura por todos los medios mejorar su imagen y garantizar la relección de un alcalde cómplice. Para lograrlo y frenar en algo la presión mediática, produce meses después la sustitución del niño Walter por otro infante de la misma edad, al que consigue imponerle como hijo propio a una Christine perpleja, con el argumento absurdo de que un niño puede en poco tiempo alterar su fisionomía hasta el punto de confundir a su madre.

Una historia paralela relata el descubrimiento en una granja de una fosa común que contiene los restos de una veintena de niños brutalmente ejecutados por el asesino serial Gordon Northcott (Jason Butler Harner). Entre los cadáveres podría figurar el desaparecido Walter Collins. La meticulosa labor de encubrimiento de una policía cada vez más empantanada en el conjunto de simulaciones y mentiras que fabricó desde un inicio, dificulta el esclarecimiento de la verdad, en tanto a la madre se le ha imputado una condición de desequilibrio mental para su conveniente confinamiento en un asilo siquiátrico.

El guionista J. Michael Strac- zynski maneja de modo convincente las dos tramas estrechamente vinculadas, colocando un énfasis mayor en la turbiedad de los cálculos políticos de la organización policiaca, mismos que conducen al linchamiento moral de Christine Collins con la táctica de desorientarla, presionarla y torturarla sicológicamente para que se reconozca a sí misma como persona histérica, incapaz de distinguir entre la realidad y sus alucinaciones de madre desequilibrada. El propósito de la cinta es describir el itinerario de resistencia moral de la protagonista y señalar el grado de abyección de un aparato judicial con el poder suficiente para privar no sólo de su libertad, sino oficialmente de salud mental, a cualquier mujer que llegue a desafiar a la autoridad.

En el asilo siquiátrico hay una sección integrada por mujeres (esposas o víctimas de policías, que con el testimonio del agresor han quedado recluidas ahí por tiempo indefinido). Christine Collins es sólo una más de ellas.

En El sustituto, Clint Eastwood tiene por vez primera como protagonista a una heroína feminista, y si bien su aspecto de icono en una lucha social (una voluntad enfrentada a la maqui- naria del poder machista) desdibuja en algo la complejidad del personaje femenino, dotándolo sólo de virtudes y de una inconmovible abnegación maternal, lo cierto es que el modo en que el director plantea y conduce la narrativa es fascinante. El espectador se pregunta hoy perplejo, ¿acaso una simple prueba de ADN no habría bastado para determinar la identidad del niño Walter?, pero en los años 20 del siglo pasado no se hacía esa prueba, además de que la combinación de burocracia y autoritarismo judicial bastaban para complicar las situaciones y sumir a las víctimas del poder en una desesperanza absoluta.

Persiste una pregunta más: ¿acaso esa situación ha cambiado en algo hoy, casi un siglo después? Sin dar una respuesta a estas interrogaciones y planteando un final abierto, la cinta de Eastwood coloca certeramente el dedo en la llaga y expone un caso histórico de ensañamiento judicial contra una mujer indefensa, y la lucha de esta protagonista contra una suma de prepotencias satisfechas.

El estupendo retrato del asesino serial completa esta nueva exploración que hace el cineasta de la degradación moral en la sociedad estadunidense y de sus periódicas y puntuales expiaciones públicas.