Sábado 7 de marzo de 2009, p. a19
Cumplir medio siglo implica la apertura de ventanas. Se abre un portal dimensional. La autorreflexión llegó así al neoyorquino Béla Fleck cuando cumplió 50 años, apenas el pasado 10 de julio y su peregrinaje interior sucedió hacia el corazón de África.
La anécdota, porque lo que mueve al mundo son los motores del alma y lo demás es mera circunstancia, consistió en indagar en las raíces de su instrumento, el banjo, o banyo.
Lo que encontró fue un manantial de significados, le fueron develados muchos misterios y una parte del resultado lo comparte con el mundo en su nuevo disco, titulado con toda claridad Lanza tu corazón (Throw down your heart) y un par de subtítulos: Africa sessions, que lo describe, y Cuentos del planeta acústico (Tales from the acoustic planet. Vol. 3), que lo articula.
El disco es un encanto que encandila. El maestro Béla Fleck supo entender el misterio y adquirió sabiduría. Porque solamente una persona sabia suena como suena Béla en este álbum: su voz, es decir, su instrumento, es uno entre pares, integrante de un coro de poetas de la Tierra, postrado a los pies de la belleza. Enaltecido con, entre otras virtudes, el don de la humildad.
Porque acercarse a músicas sagradas, y la que se pare a diario en África es una de ellas, amerita fuerza de espíritu, sabiduría y talento, mucho talento.
Los acercamientos de Fleck en los flancos de sus distintas etapas creativas y en sus discos anteriores ya habían agotado los recursos que la voracidad de la industria de la música tiene en umbrales muy cortos. Lo misceláneo y el ayuntamiento con celebridades ya no satisfacían ni al músico ni a sus escuchas, que empezábamos a voltear hacia otro lado los oídos cuando llega, gentil sorpresa, este nuevo disco donde el don de la humildad postra su banyo sobre la tierra de Uganda, Tanzania, Gambia y Mali, donde convivió con los maestros músicos de esos lugares y los dejó sonar en primer plano mientras su banyo sonaba al final, en segundo plano, casi imperceptible, pero eso era solamente apariencia porque, sin ser budista, adquirió los poderes del equilibrio y la armonía y su música suena entonces en primerísimo plano, al igual que todos.
Los músicos con los que convivió, hizo música y de quienes aprendió son viejos conocidos del Disquero: Oumou Sangare, hermosa reina de la música mali wassoulou, y el maestro de la kora, Toumane Diabaté, quienes han estado en México en distintas ocasiones para hacer su música, material que se conserva a la mano gracias a que la empresa cultural independiente Cora Son tiene entre su valioso acervo varias grabaciones de estos creadores de una música tan irresistible como misteriosa.
Otros maestros africanos hacen de este disco un ritual hermoso: el Grupo de Mujeres Nakisenyi, Vusi Mahlesela, el Grupo de Xilófonos Muwewesu, Afel Bocum, Fadhili Bbata y la bellísima pieza final, con Béla Fleck en diálogo de intensidad con Ngoliga, maestro del mbari, instrumento mágico que los ingleses denominan piano de dedo pulgar
, porque con esa extremidad se toca y asemeja, aunque su sonido es de mayor poderío, el mejor de los Steinway.
Otras voces, otros ámbitos: el jovencito Zach Condon hace honor a su apellido y se sincera: “yo quería vivir como los viejos rock stars: vino, mujeres y música, pero me dí cuenta que eso no basta” y emprendió peregrinaje interior, él a otra tierra sagrada: Oaxaca, donde se rindió al encantador misterio de la música de boda y funeral de las bandas oaxaqueñas. Nunca llega a la intensidad rotunda de Goran Bregovic, que llevó su potencia balcánica y volcánica recientemente también por aquellas tierras. Sin embargo, tiene la virtud de, al igual que Béla Fleck, mostrar humildad, es decir, entender el misterio, ante una música tan poderosa, y la hace sonar en primer plano en el primero de los dos discos que conforman la nueva grabación de la joven banda de culto Beirut, mientras la parte complementaria abunda en búsquedas renovadas.
Candil y magia irradian entonces el planeta.