a semana pasada presenté en este espacio una versión sucinta de los planteamientos científicos del doctor François Houtart para una salida ética y razonable de la crisis económica y financiera, habida cuenta de su complejidad, su lógica interna, sus causas y sus efectos perversos y perniciosos para la mayor parte de la humanidad y la naturaleza, si de verdad se quiere aprovechar positivamente la oportunidad que ofrece la circunstancia, cambiar el rumbo de la historia y no recomponer irresponsablemente más de lo mismo.
Con ellos coincidió el 31 de enero pasado la Asamblea de los Movimientos Sociales –única instancia en la que se pueden tomar acuerdos conjuntos en el Foro Social Mundial (FSM)–, en dos documentos que llegaron esta semana a mis manos: una declaración que propone ir a la raíz de los problemas y avanzar lo más rápidamente posible en la construcción de una sociedad basada en la satisfacción de las necesidades sociales, el respeto de los derechos de la naturaleza y la participación popular en un contexto de libertades políticas; y un llamado a construir, igualmente más allá de regulaciones, un nuevo modelo económico y social que ponga las finanzas al servicio de un nuevo sistema democrático, fundado en la satisfacción de todos los derechos humanos, el trabajo decente, la soberanía alimentaria, el respeto del medio ambiente, la diversidad cultural, la economía social y solidaria, y un nuevo concepto de riqueza
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Todo lo cual puede sonar como utópico, pero es el caso que el mundo de hoy requiere urgentemente de utopías, además de que desde hace tiempo existen movimientos y organizaciones que cuentan con propuestas para llevarlo a cabo. Y por ello se apremia en los documentos a las asociaciones, sindicatos y movimientos sociales a converger y crear una fuerza ciudadana a favor de este nuevo modelo.
Como para el doctor Houtart, y muchos otros científicos sociales reconocidos que se dieron cita en el FSM, la crisis financiera es una crisis sistémica e incluso de civilización de nuevo cuño, que viene aparejada con una crisis del orden y las estructuras políticas internacionales –yo, por mi parte, añadiría que también en muchos países, como el nuestro, nacionales–, y se inscribe en un contexto de crisis globales múltiples.
Es una crisis financiera, alimentaria, energética, económica, social, ecológica, migratoria y política, que requiere para su transformación ser considerada específicamente en todas sus expresiones, pero también en su interrelación e integralidad. Sin embargo, en la declaración se denuncia que las medidas hasta ahora adoptadas buscan socializar las pérdidas para asegurar, sin contrapartida real, la supervivencia de un sistema que niega sistemáticamente los derechos de los pueblos, agudiza la opresión de las mujeres, alimenta la xenofobia y el racismo, criminaliza los movimientos sociales y genera violencia.
Por ello, para construir coherentemente ese nuevo modelo, la Asamblea de los Movimientos Sociales pide, entre sus medidas políticas y técnicas, poner a las Naciones Unidas, reformadas y democratizadas, al centro del sistema financiero, ya que el Grupo de los 20 no es un foro legítimo para aportar respuestas adecuadas a la profunda crisis del sistema.
Pide también la puesta en marcha de mecanismos internacionales, permanentes y obligatorios, de control de movimientos de capitales; y, para acabar con la supremacía del dólar y asegurar la estabilidad financiera a escala mundial, pide además el establecimiento de un sistema monetario de reserva, que incluya la creación de monedas de reserva regionales.
Añade que por ser un servicio público garantizado a todos los ciudadanos, la intermediación financiera debe sacarse de los acuerdos de libre comercio y, por el contrario, ha de ponerse en marcha un mecanismo global de control público y ciudadano de las instituciones financieras y los bancos.
Aunque entre sus peticiones incluye la prohibición de fondos especulativos y mercados no regulados, en los que se intercambian productos derivados y otros productos tóxicos fuera del control público, lo cual sería obvio, pide también la erradicación de la especulación de materias primas, empezando por los alimentos y productos energéticos, mediante la puesta en marcha de mecanismos públicos de estabilización de precios.
Incluye igualmente el desmantelamiento de los paraísos fiscales, así como el establecimiento de sanciones a sus usuarios (individuos, compañías, bancos e intermediarios financieros), y la creación de una organización fiscal internacional encargada de detener la competencia y la evasión fiscales.
Como en otras ocasiones, aunque quizás en esta de manera más contundente, el llamado de la Asamblea de los Movimientos Sociales pide también anular la deuda insostenible e ilegítima de los países empobrecidos, y establecer un sistema responsable, democrático y justo de financiamiento soberano, al servicio de un desarrollo equitativo, sostenido y sustentable. Para avanzar en esta dirección, se preparan movilizaciones en todo el mundo del 28 de marzo al 4 de abril.