l miércoles pasado, el secretario de Hacienda, cual Hamlet en la esquina de Moneda, se preguntó si el programa contra la crisis anunciado en enero sería suficiente y se respondió que lamentablemente el choque externo que estamos recibiendo es tremendamente fuerte
. En coro con su colega Gurría, Carstens aleccionó a los estudiantes de la Universidad Panamericana sobre el superexplotado adagio chino de las oportunidades que acompañan a las crisis y los convocó a la cruzada del momento: flexibilizar el mercado laboral y el sector telecomunicaciones.
Es decir, bajo el tsunami, metáfora tan aguada como la de la oportunidad y el riesgo, hacer más de lo mismo, aunque no se haya podido realizar en más de veinte años de reino y gloria neoliberal, ni se hayan probado sus virtudes. Como si el mundo no hubiese cambiado, para muy mal, en estos últimos años.
El jueves, Hamlet retorna a la autoayuda y la Comisión de Cambios que forman la Secretaría de Hacienda y el Banco de México nos informa que se anticipa un incremento moderado en el déficit de la cuenta corriente (y que) dicho incremento será ampliamente financiado por los recursos derivados de la cobertura petrolera, así como por un mayor financiamiento de largo plazo del sector público con el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo
. Las reservas internacionales, se agrega, en ausencia de intervenciones del Banco de México en el mercado de divisas, se incrementarían en 22.4 mil millones de dólares
.
Astuta, la comisión advierte en la segunda página de su boletín que ha decidido modificar su política de intervención en el mercado cambiario, con ventas diarias de 100 millones de dólares, además de 300 millones a subastarse diario a un tipo de cambio mínimo de dos por ciento superior al tipo de cambio del día hábil inmediato anterior
. Como resultado de todo este juego de abalorios, que haría las delicias de algún desvelado estudiante de economía 101 antes del octubre negro, se nos informa que se anticipa al final de 2009 un nivel de reservas internacionales similar al observado al final de 2008
; esto es, alrededor de 19 mil millones menos que los pronosticados que se dedicarían a intervenir
en el mercado cambiario.
Casandra anticipa su retiro de Semana Santa, no sin dejarnos perspectivas negras que el boletín de marras ya desató con la nueva caída en la bolsa y el viaje sin fin del peso al nirvana subvaluado: el incremento del déficit en la cuenta corriente no es moderado y va de 15 mil millones de dólares en 2008 a 24 mil millones en 2009, un aumento superior al 50 por ciento; el de la balanza comercial salta de 16 mil millones de dólares en 2008 a 26 mil en 2009, más del 60 por ciento; la inversión extranjera directa cae de 21 mil millones de dólares a sólo 14 mil 500, y las remesas declinan de 25 mil millones de dólares a 22 mil al final del año.
Así, el mensaje indiscreto del secretario es que no hay solidez en las cuentas con el exterior, mientras las cuentas internas sobre la actividad económica, de acuerdo con los impertinentes analistas privados, JP Morgan y demás, nos hablan de caídas libres en la producción, el empleo, las expectativas de inversionistas y consumidores. De seguir como va la balanza de pagos, no puede esperarse sino más devaluación y el consiguiente aumento de los precios, sin que por otro lado pueda asegurarse que el financiamiento externo vaya a conseguirse con la facilidad que Hacienda espera.
¿Begin the beguine o vuelta al futuro? Lo más probable es lo segundo, aunque nadie debiera alegrarse de ello. Ya no somos los mismos que sufrimos los chaparrones interminables de los ochenta y que el rescate de 1995 prometía finiquitar gracias a la apertura, el TLCAN y la firmeza desregulatoria de Zedillo, Ortiz y Gurría, con la ayudadita de Clinton y el inefable Larry Summers.
Tampoco hay auge sino declive externo en todos los órdenes, como no hay la reserva de resignación que sostuvo al dilapidador ajuste de principios de aquella década, ni la de esperanza en el cambio económico y democrático que acompañó el fin de siglo. El futuro no es nuestro, y habrá que inventarlo o reconquistarlo con lo que se tenga, que no es mucho después de tanto derroche.
Pero todos tranquilos: la nuestra no es la tierra de los libres sino el país de los leales, como nos lo cantó el increíble Germán Martínez ante la destitución de Luis Téllez, quien se llevó su lealtad a Los Pinos. Sólo que, en los términos del comandante panista, de lo que se trata no es de leales al país, a sus instituciones, recursos, democracia; o al servicio público o el reclamo ciudadano. Lo que se celebra es la aparición de los leales a un solo hombre, llamado Presidente.
Llegamos, por fin, a lo que creíamos haber dejado atrás. Por eso es que aquí no pasa nada…ya pasó.