Opinión
Ver día anteriorDomingo 8 de marzo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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De onírico a irónico
U

na vez más soñé con la editorial ideal, sólo que en esta ocasión no la buscaba, sino que la fundaba. La llamé Ipso facto Press porque la idea íntegra se me presentó y se posesionó de mí repentinamente, y además porque al unir las iniciales de ipso facto, if, en inglés equivalen a la conjunción que en español se traduce como si, el condicional que implica: dado caso que, supuesto que, con tal que, aun cuando, aunque, términos, todos, que con una precisión implacable identifican el arma que por antonomasia destruye el sueño y que se llama realidad. Comoquiera que sea, antes de despertar alcancé a soñar su lema: Libros menores de grandes autores/ Libros mayores de autores por conocer. Y le di ubicación, mi casa, y elegí a los primeros dos o tres autores que la IFPress habría de publicar.

Pero debo contar desde el principio los puntos sobresalientes de la historia.

Todo empezó en mi estudio el Día de los Inocentes del año pasado, hace unos meses. La joven escritora inédita A.J. se retorcía las manos del otro lado de mi escritorio ante la perspectiva de su futuro inmediato e incierto, sin casa, sin empleo, sin pareja, sin acabar de animarse a hacer la ronda de revistas, periódicos y editoriales para ofrecer los poemas o los cuentos que lleva años revisando y volviendo a revisar, sin conseguir tampoco sacar del bache una novela que carga y relabora a lo largo de los meses, a través de ciudades, islas, aviones, yates, pensiones, salas de espera, gimnasios, caminatas, playas, montañas, cuartos de huéspedes y cafés diferentes.

De pronto, medio en broma, medio desesperada, como si hablara dormida, se preguntó en voz alta: “¿Y si escribo un best seller?” ¡Qué buena idea!, exclamé, sin darle tiempo a que reparara en lo que decía. Al contrario, para entusiasmarla, de inmediato le esbocé el primer esquema que se me ocurrió y le indiqué que le daba una semana para desarrollarlo, a capítulo por día. Déjate ir, le ordené; no pienses que es arte lo que escribas; no lo tomes en serio; búrlate. Lista, A.J. me contrapropuso que yo también desarrollara ese esquema; que cada una de las dos hiciéramos de ese material un best seller. Qué buena idea, volví a exclamar, aunque con menos entusiasmo que unos minutos atrás, como quien tropieza y cae en su propia trampa.

Lo cierto fue que a la mañana siguiente de esta ocurrencia, insólitamente en mí hice a un lado mi programa de trabajo y me solté a escribir mi best seller, a capítulo por día, hasta terminar. Nos estuvimos correteando A.J. y yo; una de las dos se adelantaba, o la otra pedía un poco más de tiempo. Creo que la noche del día en que yo puse punto final a mi libro fue cuando soñé la IFPress, y quizá para dar a A.J. el empujoncito que según yo necesitaba para terminar el suyo en proceso, se lo conté, añadiendo la conclusión de que ya teníamos editorial que nos publicara, ipso facto, además.

A.J. acogió la nueva idea con una seriedad asombrosa. Cuando nos volvimos a ver, había trazado el diseño de mi casa acondicionada para editorial, y había hecho listas de los géneros que publicaríamos, así como del formato de los libros, el papel, el tipo, el cosido y la encuadernación que caracterizarían a la IFPress. Ante lo cual, yo empecé a despertar. Treinta años mayor que A.J., armada de una experiencia editorial que los días anteriores parecí desconocer, le pregunté quién nos iba a financiar el sueño y de veras lamenté lo inoportuno que había sido soñarlo en medio de la mayor crisis económica de la historia. “¿Y quién va a comprar nuestra literatura y convertirla en best seller?”

Porque en un momento estoy llena de entusiasmo y al siguiente hundida en el peor de los desánimos, cambié la IFPress en algo aún más ominoso, o DEPress, la sílaba De, compresión de Deus ex machina; la palabra completa en inglés, depress, en español equivalente a deprimir, o lo opuesto a haber satisfecho la búsqueda de la editorial ideal.