Enfrentar adversidades
l sistema social confunde inteligencia con abuso sistemático, por lo que uno de sus principales recursos es la difusión de actitudes a partir de una torcida percepción ideológica: “ustedes sigan de víctimas; nosotros somos… socios de Dios, por lo menos”. Y esta mentira se vuelve aún más dañina cuando la gente compra, de contado, esa visión amañada de la realidad y de su destino.
Si lo dijeron en la televisión o en la radio ha de ser cierto; si fue afirmado con elocuencia en el templo, debemos resignarnos; si las cosas siempre han sido así, no hay para dónde hacerse, son algunas de las actitudes ingenuas, crédulas y fatalistas que tanto fomenta y benefician al sistema.
Ante la muerte, ya no se trata sólo de esquivar los acosos de la ciencia médica mercantilizada, las piedades hipócritas de ministros civiles y religiosos que sacralizan la vida en vez de dignificarla, o de las agencias funerarias y los parientes necios, sino de enfrentar, con madurez, actitud de desafío y serenidad, otras pérdidas que provoca el sistema, gracias a su torpe visión de las relaciones entre el planeta y sus pobladores.
Nuevo cacareo de la palabra crisis que se puede traducir como los problemas cíclicos que ocasiona y aumenta una economía basada en la acumulación de capital y de bienes a costa de la explotación y la desigualdad crecientes. Los que se sueñan dueños del mundo, diseñadores de estas equivocadas relaciones explotadores-explotables, siguen creyendo que política y economía son dos maneras de apagar incendios que previamente provocan a cambio de grandes beneficios para ellos, aunque no sobrevivan para disfrutarlos, incluidos sus descendientes.
Ante estas alteraciones, repentinas en apariencia, aunque de sobra previstas por unos y advertidas por otros, no se trata de atenuar la podredumbre del sistema, como el nuevo
gobierno estadunidense pretende o los regímenes pasmados imaginan, sino de desarrollar estrategias individuales y grupales que permitan afrontar esas pérdidas y procesar duelos. Enfrentar adversidades y, a la vez, crecer como individuos. No sólo considerar la posibilidad de perder empleo, bienes, hábitos o autoestima, sino de protestar o rechazar abusos sistemáticos del sistema que no tiene empacho en ofrecer más tarjetas de crédito, más basura por televisión y, en el colmo del subdesarrollo exitoso, cobrar por servicios infinitos de Internet que no funcionan.