ste año 155 mil jóvenes no podrán ingresar a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pues, pese a los esfuerzos que realiza esta institución por aumentar la matrícula, sólo hay cupo para 15 mil. Más de 90 por ciento de los solicitantes quedarán fuera. A escala nacional, solamente uno de cada cuatro aspirantes tiene un lugar en la educación superior. El 75 por ciento está excluido. Si alguien preguntara qué es hoy México, ésta sería la peor fotografía que se pudiera mostrar, pero lamentablemente ésta es nuestra realidad… Se está sacrificando el futuro del país.
Pongámonos por un momento en el lugar de algunos de estos jóvenes, que a fin de cuentas son nuestros hijos. Sus esperanzas están truncadas. El país los necesita, pero México se ha convertido en un lugar en el que los sueños de las nuevas generaciones están cancelados. No se trata de frases huecas. La formación de profesionales, científicos y especialistas de alto nivel es una necesidad impostergable para todas las naciones del mundo. Sólo saldrán adelante los países que cuenten con los recursos humanos calificados para impulsar sus economías, especialmente en el contexto de la crisis.
Durante una visita reciente a la ciudad de Durango, José Narro Robles, rector de la UNAM, aportó algunos datos que ilustran el rezago en el que se encuentra México en la educación superior. En países como Finlandia, nueve de cada 10 estudiantes en edad universitaria tienen acceso a este nivel educativo. La distancia en este indicador con la mayoría de los países miembros de la OCDE es abismal. Incluso en la región latinoamericana, nuestro país se encuentra por debajo de naciones como Costa Rica o Panamá, cuya cobertura es de aproximadamente 50 por ciento.
El mundo avanza en una dirección y el país en otro. Pese a la crisis, la educación es uno de los recursos principales para salir de ella, como fue planteado, por ejemplo, en Estados Unidos por el presidente Barak Obama, en el discurso que pronunció al tomar posesión de su cargo.
El incremento de la demanda por ingresar a la UNAM es el mayor en su historia. Esto se explica de alguna manera por la crisis económica. Además de la demanda normal de ingreso a las universidades públicas, hay una reducción de las solicitudes de ingreso a las universidades privadas, cuyas elevadas colegiaturas resultan ya inaccesibles para muchas familias de clase media. Se produce un desplazamiento. La calidad de esta institución en México y en el plano mundial es también un elemento que la convierte en un polo de atracción. Los jóvenes desean formarse como profesionales y buscan hacerlo dentro de los más elevados estándares internacionales.
La solución parece muy clara y en realidad lo es. Si México cuenta con instituciones educativas de muy alta calidad –y la UNAM no es la única–, hay que fortalecerlas para que puedan atender la demanda, que además, para las dimensiones y necesidades de nuestro país, no es excesiva. Hay miles de jóvenes talentosos que quedan excluidos y esto es algo que no debe permitirse. Es necesario que el gobierno federal y el Congreso de la Unión destinen este año recursos adicionales a la educación superior pública, para que instituciones como la UNAM puedan aumentar la oferta de espacios educativos, manteniendo sus estándares de calidad.
Hay que considerar además que estamos en la víspera de elecciones intermedias. Diferentes intereses políticos tratarán de afectar a las universidades públicas. Son justas las demandas de los estudiantes que no encuentran lugar en las universidades. Pero es muy importante dejar en claro que éstas no son las responsables. Grupos políticos, que ahora será posible identificar, tratarán de dañar a la UNAM y a otras instituciones públicas, como si éstas fueran las responsables del rezago educativo del país. Es muy importante alertar a los estudiantes y a los padres de familia sobre este hecho.