Perversidad de la Iglesia en Recife
uienes los condenaron tan pública y severamente, alegando principios religiosos, bien pueden hacer parte del ensayo histórico que sobre las perversiones escribió Elizabeth Roudinesco, profesora en la Universidad de París. El libro registra éxito de ventas en su edición francesa y también en la española (Nuestro lado oscuro, editorial Anagrama). En la galería de los grandes perversos, Roudinesco incluye lo mismo a Hitler que a Bin Laden; a dos santas: Catalina de Siena (le pareció delicioso comer la pus de los pechos de una mujer con cáncer), y Margarita María Alocoque (que se alimentaba de vómito y excrementos de una enferma, porque así entraba en trance y veía a Cristo); el doctor Menguele y el marqués de Sade, blanca paloma comparado con el mariscal francés Gilles de Rais, quien mató a 300 niños a los que antes sodomizó y torturó salvajemente.
Los protagonistas oscuros de esta nueva historia son el arzobispo de Recife, Brasil, José Cardoso Sobrinho, quien excomulgó urbi et orbi a la madre, a los médicos y a todas las demás personas que directa o indirectamente colaboraron para que abortara una niña de nueve años, sometida a abuso sexual desde los seis por su padrastro. Acusó a los implicados de perversidad moral incompatible con la confesión católica
. Apoyaron esa decisión los cardenales Giovanni Battista Re y Gianfranco Grieco, encargados en el Vaticano de los asuntos de la fe y la defensa de la familia, respectivamente.
La madre y los médicos consideraron urgente el aborto para salvar la vida de la niña (embarazada de gemelos), cuya delicada pelvis y otras partes de su cuerpo eran frágiles y no terminaban de formarse. Pero la Iglesia dijo que no podía permitir un homicidio contra dos vidas inocentes
. En cambio no condenó al padrastro violador, ni tomó en cuenta que, de no abortar, lo más seguro era que la niña muriera.
Desde hace 21 años existe en Brasil plena separación de las iglesias y el Estado, cuya legislación permite la interrupción del embarazo en casos de violación, riesgo de la vida para la madre o anencefalia del feto. Es además el país con el mayor número de católicos, pero también donde cada año un millón de mujeres abortan clandestinamente en terribles condiciones. Para el gobierno es un asunto de salud pública (igual que el uso del condón para prevenir enfermedades y embarazos no deseados) que rebasa cualquier dogma religioso. Así lo expresaron funcionarios y grupos religiosos progresistas durante la visita de Benedicto XVI.
Sí. En la próxima revisión de su libro la historiadora francesa debe ampliar la lista de oscuros ejemplos de moral
y religiosidad con los jerarcas católicos citados. El de Recife insiste en que los 50 millones de abortos cada año en el mundo son un holocausto mayor que el de los 6 millones de judíos
.