na vez que se desató la crisis financiera en septiembre de 2008 surgieron distintas interpretaciones sobre su gestación y hasta de su inevitabilidad. Mientras estaba en proceso, la probabilidad de que sobreviniera no se consideraba entre los principales participantes: gobiernos, bancos, hipotecarias, inversionistas y deudores. Quienes apuntaban en esa dirección estaban muy al margen.
Lo improbable ocurrió. Apareció el cisne negro, un evento visto como altamente improbable y una especie de lo que en estadística se conoce como outlier (casos u observaciones atípicas), ambos términos se han puesto de moda.
El sistema financiero prácticamente se paralizó, se alteró de modo violento su estructura y los gobiernos en los países más ricos han optado por tomar grandes posiciones en la propiedad de las empresas. Se ha extendido la intervención pública con expansión del gasto y del endeudamiento y creación de dinero; todo a expensas de los ciudadanos que quedan hipotecados
por largo tiempo.
Los bancos centrales están operando en campos desconocidos. Se dedicaron durante un largo tiempo a administrar los niveles de las tasas de interés en un contexto de amplia desregulación de las actividades financieras.
Ahora la capacidad y oportunidad de sus respuestas son elementos críticos de la gestión de la crisis. El liderazgo del Banco Central Europeo está siendo muy cuestionado frente al activismo de la Reserva Federal y el Banco de Japón.
Los responsables de los presupuestos gubernamentales responden a las restricciones derivadas de la estrategia para recobrar una cierta estabilidad de las instituciones y los mercados financieros y se enfrentan a mayores gastos y deudas.
Esto se agrava por la fuerza del freno en la actividad productiva y el empleo; la política fiscal se hace hoy en el entorno de una profunda recesión. Un caso de referencia es el muy criticado presupuesto presentado por el gobierno de Brown, en Gran Bretaña, hace un par de semanas. Otro corresponde a las medidas de contención aplicadas por Merkel, en Alemania.
Es innegable que los criterios y formas de gestión de la política pública se han cuestionado de manera significativa. La crisis persiste. Hay breves episodios de cierta recuperación en algunas variables financieras o en el estado de ciertas empresas y que se toman como signo de que ritmo del deterioro se está frenando.
Pero la volatilidad y la incertidumbre siguen ahí y es pronto todavía para señalar el final de la caída. No se descarta aun la probabilidad de un periodo de deflación derivado de un menor gasto de consumo; las inversiones tardarán en reactivarse, así como el flujo del crédito. Eso apunta a un periodo recesivo largo y a una recuperación lenta del nivel de actividad económica. Los trabajadores y las familias serán muy afectados y habrá que ver qué reacciones se provocan.
A lo improbable se añade la epidemia de gripe porcina que se extiende por diversas partes. La influenza o flu (como se conoce genéricamente en Estados Unidos) ocurre cada año en la época invernal, lo que no se esperaba era una mutación del virus que provocara esta situación de tal gravedad y que desata una emergencia de gran envergadura. A la aprensión del colapso económico se suma la del contagio del virus.
En ambos casos se puede hacer una referencia provechosa a las condiciones de la globalización tal como se ha ido conformando por más de dos décadas. En cada una de las situaciones improbables que han ocurrido, las respuestas de tipo global y local que se han tomado son distintas y cumplen una función particular en cómo se enfrentan. Esto deberá abrir un amplio debate sobre la interrelación de los procesos globales y locales en una serie grande de aspectos, entre los que destacan ahora de modo claro los económicos y sociales, los ambientales y de salud pública.
En México, la aparición de lo improbable ha cambiado de modo completo los escenarios que se tenían anteriormente. La crisis financiera ha dado un fuerte golpe a la economía y al empleo. Las medidas de contención se aplican en el marco de debilidad fiscal (por el menor precio del petróleo y la captación de impuestos) y de una gestión monetaria que usa recursos externos para administrar el tipo de cambio al tiempo que reduce las tasas de interés; una combinación ciertamente riesgosa. La epidemia tendrá un costo adicional muy grande sobre la débil economía nacional.
El secretario de Salud nunca imaginó que habría de enfrentar la epidemia de gripe porcina y que tendría un protagonismo político tan grande como el que le confirió el presidente Calderón.
La emergencia sanitaria es prioritaria para contener la enfermedad y prevenir las muertes. La experiencia derivada de esta situación en muy llamativa y exige una atenta observación y análisis, tanto por lo que hace a la acción de los gobiernos federal y de los estados, a la capacidad de respuesta y resistencia de los sistemas de salud del país y por el comportamiento de la gente. Como sucedió con el terremoto de 1985 pueden surgir de este fenómeno formas nuevas de relación entre la sociedad y el gobierno.
Pero de terremotos no se hable, sobre todo en Guerrero y la ciudad de México. La pregunta de quienes el 27 de abril nos movimos en nuestras casas y lugares de trabajo era bastante general: ¿por qué todo junto? Pero de metafísica mejor no hablemos.