Tiempo y consenso
urante su campaña por la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama prometió dar los pasos necesarios para establecer un sistema migratorio que, entre otras cosas, permitiera a los trabajadores indocumentados salir de las sombras
. En otras palabras, propuso medidas para dar estatus migratorio legal a los millones de indocumentados que viven, laboran y han formado una familia en ese país. Si lo ofreció porque considera que es una medida justa y necesaria o para obtener el voto de los latinos, es algo que pierde importancia a la luz de lo que ha sucedido después.
Ya como mandatario, Obama se ha referido al tema al menos en dos ocasiones. La más reciente fue en abril, cuando consideró prioritario impulsar el asunto. Esta vez el anuncio no tuvo respuesta en pro o en contra, a diferencia de lo sucedido en 2004, cuando el entonces presidente Bush hizo lo mismo. En aquella ocasión incluso se formularon diversas propuestas de ley; la más ambiciosa fue planteada por los senadores McCain y Kennedy. La explicación es sencilla: la necesidad de salvar la economía del país se impone a cualquier otro asunto, como la reforma migratoria, por importante que ésta sea para algunos sectores.
Parece ser que la mayoría de quienes aspiran a resolver el problema migratorio estadunidense, causado por una legislación totalmente disfuncional con la realidad laboral y social en el país, ha entendido que el asunto no se resuelve con buenos propósitos ni con excesos verbales ni bravatas, como desafortunadamente se pretendió en el pasado reciente.
Es necesario construir un consenso para asegurar que se apruebe una legislación que, además de que haga justicia a los indocumentados, convenza a quienes se oponen a dicha norma, a pesar de las evidencias sobre la necesidad del trabajo de los migrantes.
Para asegurar el voto aprobatorio en el Congreso es necesario impulsar un movimiento, integrado por organizaciones e instituciones, capaz de convencer a los legisladores escépticos sobre la reforma y hacerles ver que también tienen un compromiso con los votantes que apoyan la modificación, cuya influencia en la vida pública es tanto o más importante que la de quienes utilizan los medios como púlpito para denostar a los migrantes.
Si se avanza en ese sentido, será mucho más fácil para el presidente cumplir sus promesas de campaña sin poner en peligro la integridad de la representación de su partido en el Congreso. El tiempo que se dé al mandatario y el consenso que se organice en torno de la reforma puede ser esta vez la clave de su éxito.