a influenza llamada A/H1N1 que está afectando prácticamente a todos los países del mundo, y que surge en el marco de una de las crisis económicas más graves del capitalismo, ha puesto en evidencia las graves carencias que México presenta en rubros como salud y educación, ámbitos despreciados por los gobiernos priístas y panistas y que, sin embargo, marcan la diferencia entre ser un país desarrollados y uno dependiente. Por ese desdén hacia la ciencia y los científicos, México sigue sin superar los graves problemas de pobreza en los que se ven sumidas más de 60 millones de personas y que por lo mismo no tienen acceso a vivienda decente, a agua potable, a servicios de salud ni a los medicamentos esenciales, y que padecen elevados índices de desnutrición, todo lo cual marca claramente un cuadro de falta de salud. Y lo que es más triste es que a quienes más afecta es a miles de niños que mueren en pleno siglo XXI por enfermedades que en otros países son ya una cuestión de museo. Los gobiernos mexicanos siguen sin entender que es necesario poner en marcha un sistema nacional de salud universal, gratuito y solidario, financiado con gastos públicos como uno de los caminos para que los más desfavorecidos puedan ir superando los gravísimos niveles de pobreza y alcancen niveles de salud aceptables.
Seguimos sin ser autosuficientes en materia tecnológica, científica o alimentaria, sectores todos que deberían ser considerados por los gobiernos asunto de seguridad nacional y base fundamental para transitar hacia el desarrollo. Las prioridades de estos gobiernos se reflejan en la forma en que se asigna el presupuesto que ha girado, que no tiene como eje las prioridades nacionales, sino decisiones políticas, intereses partidarios, pago de facturas electorales, todo ello muy alejado de las necesidades que exige el desarrollo del país. Invertir en educación y salud no es un gasto, sino una inversión cuyos frutos pueden verse a muy corto plazo. Los gobernantes no entienden que contribuir a una extensa formación de científicos, de infraestructura médica, es una necesidad estratégica para superar la subordinación tecnológica, que se hizo tan evidente en la crisis epidémica que estamos viviendo al tener que recurrir a laboratorios extranjeros por falta de presupuesto para la compra de reactivos. Por ello la sociedad mexicana está pagando con creces todos estos años de ineficiencia y corrupción y de aplicación indiscriminada de políticas neoliberales que han prácticamente retirado al Estado de su papel como responsable de los gastos sociales.
Estas condiciones explican que la migración de trabajadores haya respondido en cantidad y calidad a los requerimientos de la economía de Estados Unidos y que sean los migrantes quienes con sus aportaciones mediante las remesas estén paliando en alguna medida las condiciones de escasez y de insuficiencia de las necesidades básicas de sus familias y comunidades, aunque se espera una disminución de 10 por ciento para el presente año. Esto se debe a que también los migrantes están sufriendo esta crisis económica, a la que se añaden ahora los efectos de una epidemia que en forma por demás lamentable y desinformada empezó a denominarse influenza mexicana
y con ello la xenofobia y la discriminación también se han incrementado. Lo más triste es que no tienen ningún apoyo de su gobierno, y ni siquiera reconocimiento a pesar del importante papel que juegan en la economía nacional. Quizá tendrían que haberse ido a China, país que en el marco de su propia soberanía decidió aplicar controles epidemiológicos y aislar por siete días a todas aquellas personas que llegaban de México. Si bien no puede reprochársele que tomara las medidas que consideraron pertinentes para proteger a su población, sí hay que reconocer que fue por lo menos incorrecto no haber informado con toda oportunidad las nuevas condiciones que se impondrían a todos los turistas, lo que les habría evitado verse envueltos en tan lamentable situación. Ante esa situación, se levantó una ola de desaprobación y horror en el país, encabezada por Felipe Calderón, quien decidió rescatar
a los connacionales fletando un avión para salvarlos de semejante discriminación por ser mexicanos
. Con una deferencia tal, y qué bueno para ellos, que hasta la señora Zavala los esperaba al pie del avión.
Lo que da tristeza, sin cuestionar de ninguna manera que estos mexicanos se merecían todo el apoyo de su gobierno, es que estas demostraciones de indignación y apoyo por la supuesta discriminación sufrida no se hagan extensivas a los trabajadores migrantes, quienes sufren situaciones muy dramáticas y muchas veces peores, a pesar de que, gracias a sus remesas, no sólo sus familias y comunidades pueden vivir un poco mejor, sino que esas remesas se han convertido en un pilar de la economía nacional.
Quizás habría que recordar a Calderón la caracterización que hizo de los migrantes su correligionario y ex presidente del país, de muy triste memoria, por cierto, que los llamó los héroes de México
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