Opinión
Ver día anteriorMartes 12 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Virus y colapso económico: un teorema
¡H

agamos tiramisú!, diría mi tía pastelera, cuando oyó que el Tamiflu mataba el virus.

En el circo de pulgas, un nuevo espectáculo: “¡Pásele!, ¡pásele, ciudadano, a ver al virus amaestrado H1N1 (y no precisamente por la maestra Gordillo) que nuestros gobernantes han enseñado a vestirse de azul, amarillo y tricolor! ¡Véalo hacer maromas, ir y venir; se pone ahumado, salta de un puente a otro y se despide hasta noviembre para agarrarlos con frío…!

Hace 20 días, aún en recesión, éramos menos pobres. Más que el virus, la posición de los gobernantes nos hizo pasar del limbo al infierno y cuando nos dieron el purgatorio, ahora estamos agradecidos, porque ya nos dejaron salir de nuestras casas y asomarnos a la calle.

El virus más amaestrado de la historia (de que existe, existe, en un país harto abandonado, pobre y deshecho en materia de salud, alimentación y educación) puede pasar de un estado a otro, ahí es cuando muta, cambia, se disfraza y sirve en el circo electoral de la política con la tesis de que el más catastrofista es el más preocupado por sus ciudadanos. No obstante, el margen entre la movilidad del virus de la influenza humana (que también cambió de nombre en el trayecto, sin antes atacar a los puercos) y las medidas tomadas por los gobernantes, han demostrado que no había previsión en las políticas públicas de salud, que los gobernantes despreciaban la opinión de investigadores y epidemiólogos mexicanos; que manipularon en varias fases lo mismo a la ciudadanía que al virus, pues el jueves 23 de abril por la mañana seguían desmintiendo versiones y para la tarde lanzaron la alerta sanitaria y ordenaron el cierre de escuelas.

Del 24 de abril al 6 de mayo, la escalada de lengua: de la minimización al alarmismo; todos a sus casas, fue la orden; cubrebocas ciudadano, no se abracen, no se besen; cierre de restaurantes y lugares de esparcimiento en el Distrito Federal, no en el estado de México (el virus no tiene conciencia metropolitana); guerra de cifras, varios voceros, rumores de miles de muertos; el nacionalismo como defensa y el reclamo por aislarnos ante la obra de nuestros gobernantes de convertirnos en el centro infeccioso de la epidemia. ¿Cómo no aislar a México, si los gobernantes pedían que nos aislásemos unos de otros?

La falta de previsión y diagnóstico en salud generó que las medidas no concordaran con los efectos de la nueva mutación de la influenza. Esta incapacidad es la causante del colapso económico y de pérdidas en millones de pesos. La incapacidad para ofrecer un diagnóstico, así como de respuesta es una responsabilidad de los gobernantes, por lo que en vez de agradecerles hay que reclamarles a todos cada una de sus responsabilidades por el quebranto económico colateral.

Hoy se requiere unidad ciudadana para reclamar un balance preciso y la responsabilidad de los gobiernos por el daño económico que pudo evitarse. Los costos no fueron parejos y los que menos tienen son los que más han pagado, exactamente igual que sucede en la estructura injusta de nuestros impuestos iguales para ingresos diferentes.

Es verdad, la amenaza de la influenza ha dejado una herencia cultural. Si el cólera nos dejó la cultura de tomar agua embotellada, y hoy tenemos que pagar por ella, la influenza nos podría dejar una herencia frente a las gripas automedicadas o curadas con un tequilita y la asistencia a lugares de trabajo con los síntomas comunes. ¿Qué hacen los gobiernos para prevenir y diagnosticar epidemias? ¿Reconstruirán la investigación o esperarán importar la vacuna de Japón o Canadá mientras aquí hay cientos de epidemiólogos desempleados?

En la relación gobierno-ciudadanos se ha jugado con fuego, pues hoy los nuevos brotes en otros estados evidencian nuestra vulnerabilidad y la manera en que se manipula la situación con base en necesidades no de salud pública, sino de los intereses facciosos gubernamentales y en conflicto. ¿Cómo reaccionará la ciudadanía en noviembre, cuando esta influenza se proyecte en nuestra época estacional de invierno? ¿Habrá credibilidad en las medidas si ahora la sensación creciente es que hubo manipulación?

Todos los gobernantes tuvieron que unirse en Los Pinos para recular sobre su propia obra de alarmismo y sus delitos por falta de diagnóstico y previsión. Engolosinados por el ejemplar comportamiento ciudadano, se dieron cuenta de la necesidad de dar marcha atrás, disimulando una retirada organizada, cuando era en estampida. Luego de competir en catastrofismo, no les quedó más camino que regresar unidos ante el colapso que provocaron su irresponsabilidad e ineptitud.

Para sellar la salida, nada mejor que ahumar el virus con la nueva versión de Teorema, de Pier Paolo Pasolini, donde un ángel prostituto descubre en una familia decente su naturaleza pecadora. Ese ángel ahumado entre la clase política mexicana, que viene y se va, reclamando derecho de réplica, es como el virus de la influenza en una sociedad enferma.