Cannes, 14 de mayo. El Festival Internacional de Cine de Cannes se vistió ayer de gala con sofisticados lentes 3D para disfrutar del filme animado Up, la nueva aventura de Disney Pixar, que inauguró, de modo inédito, la 62 edición del encuentro más importante y mercado del séptimo arte mundial.

Con esta propuesta, el esfuerzo de realizadores como James Cameron y Robert Zemeckis, y compañías como DreamWorks Animation y la propia Pixar –hace tres años unida a Disney–, que han apostado en los tiempos recientes al formato 3D, esta magia tridimensional se ha ganado definitivamente lo que desde hace algunos años buscaba: reconocimiento y respeto.

La animación es un arte maravilloso que ofrece infinitas posibilidades, explicó John Lassater, el genio de esta multinacional, visiblemente satisfecho por la cálida acogida de la cinta. Podrá existir eternamente, siempre y cuando se escriban buenos guiones que entretengan al público. Y es que lo importante de estas historias no son sus dibujos, sino lo que el personaje piensa y siente, lo que le trasmite al auditorio. Ésa es la verdadera esencia de la animación, aseguró.

Esperanzas y valores

Up, cuyo argumento infunde esperanzas y valores en tiempos difíciles, mantuvo encantada y sonriente a la crítica internacional en la sala Debussy del Palacio del Cine, que se mostró mucho más relajada y menos intelectual que de costumbre. Estar aquí es un honor para Pixar, un verdadero testimonio a nuestra tremenda dedicación y gran esfuerzo por entretener al publico. Como solía decir Walt Disney: por cada sonrisa debe haber también una lágrima. Y ése es el encanto de nuestras historias, prosiguió Lassater.

La trama se centra en Carl Fredicksen, un anciano cascarrabias de 78 años que siente que se le ha ido la vida sin cumplir su anhelada aventura. Decide entonces atar miles de globos coloridos a su casa, a la que no está dispuesto a renunciar por nada del mundo, para volar hacia parajes inexplorados de Sudamérica, tal como había prometido a su difunta esposa. Pero no está solo en su hazaña. Lo acompaña un simpático y parlanchín explorador de tierras salvajes de 8 años, llamado Russell.

El viejo Carl –que tiene mucho parecido en físico y en actitud a Spencer Tracy– podría ser el personaje menos indicado para divertir al auditorio; sin embargo, corrimos el gran riesgo, ya que un anciano gruñón ofrece muchas posibilidades de entretenimiento, explicó el director Pete Docter.

Son ideas y personajes que surgen de nuestras vivencias personales que, a lo largo de un arduo proceso, cobran cuerpo y alma. Por eso, el recurso del 3D es una nueva ventana para mirar el mundo. Nos permite jugar mejor con las emociones, enfatizándolas mediante ambientes claustrofóbicos o impresionantes escenarios, imposibles de recrear con el cine tradicional. Su potencial es increíble. Estoy convencido de que dentro de poco toda la animación será en 3D, aplicada a los diversos géneros cinematográficos, señaló.

De hecho, las Cataratas del Paraíso, el maravilloso escenario de la historia, fue trazado desde lo alto de una montaña, como una isla paradisiaca entre las nubes, donde convergen Brasil, Venezuela y Guayana. Eligieron esta locación porque necesitaban un sitio aislado en el que Carl pudiera evolucionar como personaje. Las montañas son demasiado altas y muy difíciles de escalar, explicó el productor Jonas Rivera. Era el lugar perfecto porque es un mundo perdido y recrea el ambiente ideal para una película de acción y aventuras como ésta.

Docter, uno de los fundadores de Pixar, creadora de grandes éxitos comerciales y de crítica (Toy Story, Buscando a Nemo, Los increíbles, Cars, Ratatouille y Wall-E), reconoce la gran presión a la que está siempre sometido: No es fácil estar bajo la mirada fija del público en espera del siguiente gran éxito de animación. Pero certifica que su fórmula ganadora es hacer películas con ternura y humor, transmitiendo un mensaje positivo a la audiencia. Sin duda, bien logrado. Up, que arrasó en Cannes, sorprende con secuencias que ya son verdadera antología en la historia de la animación.

Arrancó así esta maratón cinéfila, que incluye 12 días de grandes películas, desfiles de reconocidos directores y alfombras rojas, así como el derroche de glamur que lo distingue. Y aunque este año podría verse ensombrecida con los efectos de la crisis financiera que afectaría el mercado de negocios para las películas, el lujo y la ostentación siguen en pleno en la Riviera Francesa. De hecho, la Croisette luce rebosante, y aunque quedan habitaciones disponibles en pequeños hoteles –algo insólito–, las suites más caras de los exclusivos Carlton, Hilton y Martínez están atiborradas de celebridades y a la espera de nuevos arribos.

Pero más vale ser precavidos. Por ello, Gilles Jacob, presidente del prestigioso certamen francés, en lugar de dejarse derrotar por la crisis, la desafió, asegurándose la calidad de la programación y el éxito de esta edición con la presencia, al menos en competencia, de consagrados directores del mundo.