Miguel de la Madrid, sus confesiones y arrepentimientos, debemos agradecerle habernos liberado de la influenza A/H1N1, ya que entre él y Carlos Salinas desaparecieron el virus en unas cuantas horas.
Esto revela que el virus es mental; es decir: que si piensas en él, existe; si lo olvidas desaparece. Gracias a Miguel de la Madrid, el virus ya no es tema central de nuestras desagracias y esto es, por ello, su obra póstuma.
De Carlos Salinas sólo se ha dicho lo que ya sabíamos, pero ambos lograron poner de nuevo la descomposición política por encima del colapso económico.
Dicen que sólo los niños, los borrachos y ahora los ex presidentes dicen la verdad. Ahora la verdad era menos alarmista y sólo requería precisión y eficacia que no podía resolverse con un sistema de salud desmantelado. Acostumbrados a dar noticias optimistas falsas sobre la situación económica (la recesión era un catarro), pasaron al alarmismo como mentira, pues en las leyes del mercado consideraban tener todas las vacunas, mientras que para las biológicas y virales reconocieron no tener respuestas.
Antes la historia era para recordar raíces, batallas, propósitos, señalar efemérides, exaltar las luchas por la patria, pero hoy el pasado es para revelarnos la esencia de quienes nos han gobernado y nos han llevado a este estado emocional fallido de frustración nacional y falta de identidad. ¿Cómo se verá en los nuevos libros de texto la lucha contra el virus, en medio de las confesiones entre ex presidentes y la moral de la política mexicana?
El gran logro del último episodio fue haber convertido la ineptitud y el discurso catastrofista en la unidad nacional que salió al mundo por las tribunas gubernamentales y se convirtió en chovinismo viejo, del que esgrimía el PRI cuando nos protegía de las ideas exóticas
que contaminaban con ideas democráticas a los ciudadanos.
En un santiamén nos enemistamos con Haití, con China, con Cuba, con Chile, Argentina, y sólo nos quedó el refugio del norte que, pese al virus, nos abrió la puerta para sepultar los tiempos del muro de la era Bush. Estados Unidos en este episodio de epidemia y colapso nos recogió como a un Estado damnificado, recogido entre el basurero de las naciones que naufragan en la peste, las hambrunas, los conflictos permanentes donde al final se revela que todos son corruptos.
Esta primavera negra será recordada como un punto de inflexión que tendrá fuerza para despertar al México bronco que ya se asoma. Las fuerzas políticas se hunden, la mediocridad ya no da para más en la conducción de los gobiernos, pues ahora lograron que lloviera sobre mojado y de la recesión pasáramos al colapso económico, sólo por excesos de lengua. Gobiernos que siempre han llegado tarde, ahora en el contexto de la lucha electoral y la disputa por el Congreso, quisieron manipular un virus como manipulan a los ciudadanos y lograron la debacle. ¿Sería la misma historia si los ciudadanos salen a la calle y los funcionarios se quedan en su casa con el cubrebocas?
El discurso gubernamental que recibe reconocimientos del norte demostró que Bush no sólo era un gobierno, sino una cultura, y dejó escuela. Las alertas
de colores que se inauguraron aquí son las mismas que pusieron en Estados Unidos cuando la amenaza del ántrax y el terrorismo. Son las mismas para hacer declaratorias de guerra contra narcos, virus, terroristas que justifiquen la militarización y pongan límites a los derechos civiles y las garantías individuales asentadas en las constituciones. Bush se fue, pero su cultura de forma de gobierno, con cartas patrióticas, se refugió en México y en nuestra clase política.
En este Estado emocional fallido la lucha polarizada también está en crisis. Los que apostaron al fracaso del país y su debacle primero se quedaron mudos y hoy, cuando el virus desaparece tímido entre los escándalos, aparecen con un grosero oportunismo tardío. ¿Por qué no se dijo que el virus no era peligroso durante la contingencia? ¿Por qué dentro del mismo lopezobradorismo unos se sumaron al alarmismo extremo y, cuando el pueblo necesitaba referentes, fue abandonado con el silencio? Si uno paró el Paseo de la Reforma para liquidar su fuerza premeditadamente, el actual jefe de Gobierno paró la ciudad para ganar la carrera al opositor interno, por una candidatura presidencial anticipada, vía el terror y las alertas.
La reunión en los Pinos fue una liana para todos bajarse del alarmismo y pasar a la normalidad. Si la obra destructora la hicieron cada uno con su iniciativa, la retirada la organizaron juntos para no acusarse.
El pasado domingo en La Jornada aparece Felipe Calderón entregando cepas del virus a un funcionario de la OMS para hacer vacunas. Nos hubiera agradado la misma foto entregando las cepas a los investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, a nuestros investigadores para hacer las vacunas en México.
¿Hay razones para estar en este Estado emocional fallido?
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