asi al mismo tiempo, los mexicanos nos encontramos con dos noticias: una buena y una mala, espectaculares y contrastantes.
Va primero la buena: un selecto grupo de científicos mexicanos y de tecnólogos de la información, agrupados en el Instituto Nacional de Medicina Genómica, encabezados por el doctor Gerardo Jiménez Sánchez, trazó el mapa del genoma de los mexicanos
, con lo que se abre un futuro promisorio para la mejor atención y la preservación de la salud de los nacionales por lo cual, entre otras cosas, a decir del presidente Calderón, resultará más económica la atención de la salud.
Para lección de los tomadores de decisiones que no ven más allá de los costos
de la investigación, he aquí la demostración de una inversión, modesta para el resultado, como modestas, si no paupérrimas, son todas las dedicadas a la investigación y el desarrollo científico y tecnológico del país, que puede cambiar el destino de la salud física de los mexicanos.
Menciono sólo al doctor Jiménez Sánchez, líder del proyecto, para no omitir, por desconocimiento, a ninguno de los participantes en el mismo, pero sugiero al Instituto Nacional de Medicina Genómica hacer públicos los nombres de todos para rendirles el merecido y agradecido homenaje que les debe la nación.
En mi reciente defensa del petróleo nacional mencionaba como altamente preocupante el total desprecio de las autoridades por la ciencia y el desarrollo tecnológico o una acendrada convicción sobre su intrascendencia, lo que es no sólo grave para el sector de la energía, sino para el porvenir todo del bienestar de la nación. Por eso las intenciones de recortar los presupuestos de las universidades públicas; por eso el estancamiento en la inversión en investigación y desarrollo
. Ojalá que este acontecimiento modifique voluntades y criterios y lleve a reconsideraciones trascendentes y necesarias.
Va la mala: otro grupo de personas –aquí no todos mexicanos–, el señor Carlos Ahumada, por conducto de su libro Derecho de réplica; el licenciado Carlos Madrazo, en El despojo, y el ex presidente Miguel de la Madrid, en su entrevista con esa periodista excepcional que es Carmen Aristegui, cuyos avances oí por radio esta mañana, puso al descubierto –que no descubrió– el mapa genómico de las elites del poder mexicano, público y privado
, cuyos componentes (corrupción, colusión, contubernio, malversaciones, cohechos, dádivas, extorsiones, injusticia, impunidad, narcotráfico, tráfico de influencias, asesinatos, cinismo, ineptitud, ignominia y un ilimitado número de etcéteras) ofrecen, a diferencia del mapa del genoma de los nacionales, un futuro poco promisorio para la salud pública del país. Parecería que en este caso estamos desahuciados. Que no hay remedio a la vista.
Aquí sí menciono sólo a los protagonistas de la puesta en escena
, y no a ninguno de los personajes vinculados con los relatos, porque de otra manera caería en más omisiones que aciertos, a no ser que acompañara este artículo con un anexo más extenso que el directorio telefónico de la ciudad de México.
Pero quiero terminar con otro ¡ojalá! No podemos conformarnos con el ya ni modo, con que todo ha prescrito, con que hay que detener el escándalo, con que es mejor darle vuelta a la página, con que la verdad nos incomoda y daña, con que cada país tiene el gobierno que se merece o a los emporios que tiene que soportar, con que nadie quiso decir lo que dijo. Mi deseo es que encontremos la forma de cambiar, en este último y siniestro mapa, algunos de los cromosomas, para no seguir siendo como somos.