El historiador sostuvo dos días de diálogo con 30 autores indígenas de Chiapas
Lunes 25 de mayo de 2009, p. a11
San Cristóbal de Las Casas, Chis., 23 de mayo. Después de los años que lleva trabajando en las lenguas indígenas mexicanas y algunas otras del continente, a Carlos Montemayor le queda claro que en la literatura latinoamericana no se debe considerar solamente lo escrito en lengua española, sino lo realizado en las lenguas originarias de todo el continente: náhuatl, maya, quechua, aymara, mapuche, quiché y muchas otras.
El escritor visitó San Cristóbal de las Casas para tener dos días de diálogo con los escritores en algunas lenguas indígenas de Chiapas, con quienes trabajó y a quienes ayudó en su formación, hace 17 años. Ahora muchos son autores reconocidos. Algunos otros han sido funcionarios públicos responsables de programas de difusión o de fomento de la literatura en lenguas indígenas chiapanecas
, reconoció el historiador.
Montemayor trabaja con cerca de 30 escritores indígenas de la entidad. Hay muchos jóvenes que conozco por primera vez. Esta vez les hice una exposición general de los proyectos literarios vinculados con la recuperación y el fortalecimiento de las lenguas indígenas en otras regiones de México, América, Europa y Asia
, explicó.
Sostuvo que hay un asombroso paralelismo entre Italia y México respecto de un punto particular: el uso del término dialecto para subestimar a las lenguas regionales no reconocidas oficialmente como idiomas plenos. “En México e Italia se aplica el término ‘dialecto’ a lenguas que consideran inferiores; desde una perspectiva lingüística es un disparate: no hay lenguas inferiores ni superiores”.
Evocando a Chan Kin
Carlos Montemayor mencionó que durante la primera mañana de trabajo alguien aludió a Chan Kin, último líder espiritual y “gran corazón cultural de los lacandones de Najá, de finales del siglo XX.
“Chan Kin tuvo un amanuense singular: el lingüista estadunidense Robert Bruce. Por cierto, Bruce falleció antes que Chan Kin y fue sepultado en Najá; ahora las dos tumbas están hermanadas y cercanas.
“Sin perder sus rasgos culturales, en la tumba de Bruce no se depositó una botella de aguardiente, sino una de Johnnie Walker, etiqueta roja.
Bruce recogió la historia ritual que conservaba Chan Kin en un documento que el Instituto Nacional de Antropología e Historia no ha reditado y que tiene inmensa importancia lingüística y cultural. Registró la construcción sintáctica de Chan Kin en maya, y luego la tradujo con la ilación natural del español y el inglés; es una joya literaria en todos los sentidos.
En el número seis de La Jícara, de 1997, que editaba el Taller Leñateros aquí, en San Cristóbal, se lee esta traducción de Robert Bruce del Canto del tomador de balché: Nuevamente te he deseado/ ¡oh, mujercita!/ ¡Una de tus jícaras!/ No me dejes, oh, mujercita./ Nuevamente te he visto, mujercita./ Como guayabas maduras/ son aquellos tus senos,/ ¡oh, mujercita!/ Plena es tu hermosura./ ¡Una de tus jícaras, mujercita!/ Nuevamente te he deseado, y no habré de dejarte,/ ¡oh, mujercita!/ Me siento deshecho, mujercita./ No me dejes, mujercita./ Se me aclara bien el ánimo, mujercita.
Montemayor explicó que en casi 30 años de acercamiento y estudio de las lenguas originarias de México ha prestado mucha atención “al arte de la lengua que han preservado, con una deslumbrante pureza y creatividad, los oficiantes o rezanderos tradicionales indígenas. En mi libro Arte y plegaria en las lenguas indígenas de México (Fondo de Cultura Económica) describo este arte de la composición literaria, que proviene de las épocas prehispánicas y que constituyen hasta el día de hoy el ejemplo más nítido del arte poético de las lenguas mesoamericanas.
En el caso de Chiapas tenemos dos magníficos transmisores y creadores de estos modelos poéticos, ambos reconocidos oficiantes o rezanderos en las comunidades tzotziles: Manuel Jiménez Historia y Neko Vázquez. Poetas como Juan Gregorio Regino, en lengua mazateca; Waldemar Noh Tzec, en lengua maya yucateca, y Alberto Gómez Pérez, en tzotzil, son ejemplos recientes del acercamiento, comprensión y recreación de valores intemporales del ritmo, sentido y metáfora de las plegarias indígenas
, concluyó.