Opinión
Ver día anteriorMartes 26 de mayo de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Influenza: ¿hubo una reacción exagerada?
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a semana pasada se realizó la asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS). De acuerdo con sus conclusiones, se mantiene al máximo la vigilancia sobre la evolución de la epidemia de influenza A/H1N1 en el mundo. Los casos confirmados crecen día con día e involucran ya a 46 países. A mí me preocupa particularmente que la enfermedad llegue a África, continente en el que existe gran pobreza y en el que afortunadamente todavía no se ha registrado ningún caso.

En Japón se presenta un brote singular, con una tasa de crecimiento acelerado que ha puesto en alerta a su sistema de salud. En Estados Unidos, nación que encabeza la lista de casos confirmados, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) afirman en su reporte del 25 de mayo: Los CDC anticipan que en los próximos días y semanas habrá más casos, más hospitalizaciones y más muertes asociadas a este nuevo virus.

Nosotros, al parecer, no tenemos de qué preocuparnos, pues, de acuerdo con nuestras autoridades, en México la epidemia a escala nacional va a la baja y en el Distrito Federal, de plano ya está controlada.

Pero si en todo el mundo la epidemia crece y en México no, resulta obligado ofrecer alguna explicación satisfactoria sobre el comportamiento que tiene en nuestro país, que pueda aportar un toque de optimismo para todo el mundo. Sin embargo, antes de encarar esta tremenda responsabilidad (sobre una enfermedad nueva y por lo tanto con un comportamiento en muchos aspectos todavía desconocido), me atrevo a decir que el discurso triunfalista que hoy existe en México no obedece estrictamente a criterios científicos o médicos.

Las medidas adoptadas a consecuencia de la emergencia sanitaria acarrearon problemas económicos graves al país y las autoridades no saben cómo salir de ellos. Entonces lo único que se les ocurre es declarar anticipadamente el fin de la epidemia. Todo esto tiene además otras implicaciones, pues el desbordado optimismo significa quizá que la alerta sanitaria declarada en México en abril fue exagerada.

Hagamos memoria. Regresemos al 23 de abril por la noche. Yo estaba con mi amigo Isauro Uribe cenando unos tacos (que no eran de carnitas, pero, conociéndonos, igual lo hubieran sido), cuando de pronto apareció en la televisión el José Ángel Córdova, secretario de Salud, flanqueado por dos personajes que hasta ese momento eran desconocidos y que lucían muy incómodos. Uno era el secretario de Salud del Distrito Federal y el otro, un representante del estado de México, que al final resultó una de las entidades más afectadas y que en ese momento carecía de secretaria de salud, pues ésta se había ido a contender para la presidencia municipal de Toluca.

El anuncio dado a conocer por el doctor Córdova desde Los Pinos, con una expresión más que grave fue tremendo: México estaba ante una epidemia producida por un agente viral hasta ese momento desconocido. Mi amigo y yo pedimos la cuenta y salimos muy preocupados. Al día siguiente, la ciudad estaba invadida por el pánico.

No era para menos. Por nuestra mente pasaban los casos de la epidemia de influenza española de 1918-20, con 50 millones de muertes; la ocurrida en Asia en 1957, con un millón de víctimas; la de Hong Kong, en 1968-70, con 700 mil decesos, y la amenaza latente de la influenza aviar.

Es muy probable que el doctor Córdova, además de recibir los resultados de las pruebas realizadas en laboratorios de Canadá y Estados Unidos (que en México no teníamos), recibió la advertencia de que algo muy malo podría pasar. El secretario logró lo que parecía imposible: unificó al país… asustó a todos.

A la distancia, a muchos les parece que hubo una sobrerreacción. Especialmente en los medios empresariales que resultaron afectados, se afirma que se exageró con las medidas de emergencia. Es natural que esto ocurra en un sector más preocupado por el sonido de sus cajas registradoras que por la salud de sus empleados o de la población.

Yo no simpatizo con la actuación de la Secretaría de Salud ante la epidemia, pero debo decir que las medidas adoptadas en el primer momento me parecen correctas. Ahora ya está claro, la epidemia crece en el mundo y ningún país ha adoptado medidas análogas, no es para tanto. Sin embargo, en ese momento era mejor pecar por exceso; no hay que olvidar que México es el que ha puesto los muertos, ya van 80.

Pero ahora ya nos fuimos hasta el otro extremo: en nuestro país no pasa nada, todo está controlado. Las cajas registradoras deben volver a sonar, es lo prioritario. Las cifras sobre los casos confirmados de influenza A/H1N1 en nuestro país siguen moviéndose caprichosamente con su ya acostumbrado atraso, aderezadas convenientemente con los resultados de fechas anteriores. Sin embargo, no hay que olvidar que tenemos una vigilancia escrupulosa por parte del mundo. Debemos reconocer que todavía no sabemos qué es lo que va a pasar.

Pero una cosa es clara: hoy no cabe el triunfalismo.