Sábado 30 de mayo de 2009, p. a15
La intensa actividad creativa que sostiene el compositor estonio Arvo Pärt (1935), se espejea en los anaqueles de novedades discográficas, donde esplenden maravillas: Spiegel im Spiegel, flamante edición del ya legendario sello Brilliant Classics, y una caja con cinco discos titulada bellamente El silencio del ser: The silence of being: the music of Arvo Pärt, de la firma Naxos.
El primero de estos títulos, Spiegel im Spiegel (Espejo en el espejo) espejea a su vez con un álbum de belleza extraordinaria, que conmocionó al planeta en 1999 (y en México lo dio a conocer el Disquero) porque significó la entrada triunfal de un universo creado por Pärt: la música tintinnabuli.
Aquel disco, del sello alemán ECM, que dio a conocer a Pärt hace décadas con otro álbum egregio, titulado Arbos, se llama igual que la hija de Arvo Pärt: Alina y contiene dos versiones de la partitura que nombró el compositor con el mismo amor paterno: Für Alina.
El nuevo disco de Arvo Pärt, Spiegel im Spiegel, contiene tres versiones de esa partitura, la primera para violín y piano, la segunda para viola y piano y la tercera para violonchelo y teclas. También, la versión para piano solo de Für Alina (Para Alina, que Pärt, y su hija, leen así: Para mi hija), además de un entrañable paisaje lúdico que pintó Pärt a partir de una partitura de su hermano gemelo: Mozart-Adagio
.
Esta música de Pärt transporta al escucha a un estado de serenidad permanente. A un santuario personal, un lugar donde espacio y tiempo adquieren hondura, altura, permanencia, pertenencia. Así como Erik Satie escribía indicaciones al intérprete en sus partituras más allá de las conocidas acotaciones italianas (accelerando, ritardando, fortissimo, pianissimo), Arvo Pärt eligió la siguiente indicación en Für Alina: “calm, exalted, listening to one’s inner self” (en calma, exaltado, escuchando a nuestro más profundo ser).
La conexión con la filosofía budista (que no es una religión, sino una forma de vida) resulta asombrosa. Si bien Arvo Pärt recurre a fuentes sonoras ligadas con la tradición ortodoxa rusa, su música nunca es religiosa.
Al igual que la obra de Bach, nos conecta con la divinidad, que es diferente. Escuchar sus invenciones tintinnabuli se convierte en una profunda meditación zen, un escuchar nuestro ser más profundo, el verdadero.
Un estado de felicidad verdadera. En palabras de Matthieu Ricard: “entenderé aquí por felicidad un estado adquirido de plenitud subyacente en cada instante de la existencia y que perdura a lo largo de las inevitables vicisitudes que la jalonan.
“En el budismo, el término sukha designa un estado de bienestar que nace de una mente excepcionalmente sana y serena. Es una cualidad que sostiene e impregna cada experiencia, cada comportamiento, que abarca todas las alegrías y todos los pesares, una felicidad tan profunda que nada puede alterarla, como esas extensiones de agua en calma bajo la tormenta. Es, asimismo, un estado de sabiduría, liberada de los venenos mentales, y de conocimiento, libre de ceguera sobre la verdadera naturaleza de las cosas.”
La música en general es una forma de conocimiento y en particular la de Arvo Pärt conduce a esos estados de serenidad, sabiduría, conocimiento.
El propio Pärt pone en palabras su intención cuando escribe música tintinnabuli: lograr la pureza, a partir de elementos muy sencillos, casi elementales, cuyo efecto sonoro produce una luz blanca y esa luz blanca forma un prisma y en ese prisma queda imbuido quien escucha esta música, protegido así en una fortaleza de luz. Sukha.
Esta bondad, esta sencillez, es resultado de un arduo trabajo, dedicación y sobre todo una evidente actitud amorosa, luminosa. Tintinnabuli proviene de tintinnabulum, el klang de campanas pequeñas que el oído pareciera incapaz de detectar en qué momento exacto deja de sonar. Forma arropamientos de sonido, que en términos técnicos equivale a los armónicos, es decir, la emisión simultánea de varias notas diferentes. Y esa música abriga también el silencio, que conforta, de acuerdo con la intención luminosa de Arvo Pärt.
La música tintinnabuli es solamente una porción del vasto universo sonoro que ha construido Arvo Pärt en tres décadas.
Los cinco discos que contiene la caja titulada El silencio del ser
reúne la variedad completa, incluyendo por supuesto Spiegel im Spiegel y Für Alina, así como otras obras conocidas pero siempre en versiones diferentes, cualidad intrínseca de la música de este autor bendecido.
Es como el mar de Valéry, que siempre recomienza, nunca se repite, recomienza.
Un mar de bendiciones seculares, besos en el alma.