Hay que darle a Funes el beneficio de la esperanza
, señala el ex negociador con el FMLN
por vía militar, dice el ex general salvadoreño Mauricio Vargas
Jueves 4 de junio de 2009, p. 22
San Salvador, 3 de junio. Entre los coroneles que comandaron las fuerzas armadas durante el conflicto que se libró en este país en los años 70 y 80, que en su momento fueron llamados señores de la guerra
por el gran poder acumulado, hay quienes cultivan su amargura en privado ante los hechos consumados –hoy preside el país Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN)– y hay otros que intentan acomodarse a la nueva realidad.
Entre estos últimos está el general retirado Mauricio Ernesto Vargas, delegado de la fuerza armada en la mesa de negociación que culminó años de forcejeos político diplomáticos en Chapultepec, en 1992. El militar recibió a La Jornada para una entrevista al frente de su modesto escritorio en una planta importadora de carne de su propiedad en el área fabril, a las orillas de la capital.
Después de pasar por el aprendizaje de negociar una armisticio en una mesa y no dirimir el conflicto en el campo de batalla, hoy reconoce que la paz jamás puede lograrse por la vía militar
. Claro que el Chato Vargas, como le conocen, jamás dará su brazo a torcer en cuanto a su honor de viejo soldado se refiere.
A toro pasado sigue repitiendo: la derrota del FMLN no era ni nunca fue un imposible. Nosotros estábamos preparados para desfilar victoriosos, no para negociar en una mesa. No hubo empate militar, como dicen en Estados Unidos. Ese es un concepto político ideológico tan absurdo como decir que hubo un empate entre el gobierno y el ejército zapatista. Fue un término defectuoso
.
Ahora bien, si los militares salvadoreños se hubieran empeñado en doblegar a su enemigo de entonces, hoy el país estaría como Colombia, en un estado de guerra latente e incapaz de resolver su confrontación, según Vargas.
Lejos de ello, el lunes los salvadoreños transitaron democráticamente de un gobierno de derecha a uno de izquierda moderada que proviene de una guerrilla que pudo reconvertirse en una fuerza política competitiva. ¿Qué le pareció el cambio?, le preguntamos.
Ejem... Nunca hay que felicitar al cocinero antes de que este listo el guiso
, responde. Pero admite que a Funes habrá que darle el beneficio de la esperanza
.
Otros veteranos de la fuerza armada salvadoreña no transitan por esta vía de tolerancia. Rompiendo la tradición de la posguerra, durante la campaña electoral del derechista Rodrigo Ávila varios generales y coroneles retirados marcharon en favor del candidato que a la postre fue derrotado.
Una vez que se conoció el nombramiento del nuevo ministro de Defensa, David Munguía Payés, un coronel a quien un ex presidente vetó su ascenso al generalato por razones políticas, se produjo en el estamento militar un soterrado sacudimiento. Varios generales reacios a cuadrarse ante un oficial de menor graduación, pidieron el pasado martes su pase a retiro. Otros más serán desplazados, enviados a agregadurías militares en el extranjero.
Vargas se declara ajeno a estas fricciones. Como jefe de operaciones del ejército entre 1982 y 1985, los años en que el Pentágono escaló su participación en esta guerra, pasaron por sus manos millones de dólares de la asistencia militar estadunidense. Pese a ello, asegura que vive de su modesto negocio y de una pensión de mil dólares mensuales. Es un mito que los generales que causamos baja con los acuerdos de paz seamos millonarios
. Por supuesto, esta afirmación provoca reacciones de incredulidad entre muchos analistas locales que conocen de los excesos de estos personajes.
Una de las críticas que se le hace a Funes desde las organizaciones de derechos humanos es su decisión de no derogar el decreto de amnistía que beneficia a quienes cometieron atrocidades durante la pasada guerra civil.
“Esta amnistía tiene su razón histórica de ser. Para mí, los ejemplos ideales de una transición democrática son el Pacto de La Moncloa (después de Francisco Franco en España) y la Ley de Punto Fijo en Venezuela, al final de la dictadura en los años 60. Si Funes quiere cometer el grave error de mover la amnistía que se mire en el espejo de Raúl Alfonsín en Argentina. El error le salió muy caro. Tuvo la acción subversiva de La Tablada y la rebelión de los carapintadas. Al final tuvo que venir Carlos Menem para poner el orden”, señaló por último.