ara notar la hondura de la crisis estadunidense y sus condiciones de superación, coloquémonos un momento en los primeros meses de 1990. Está por concluir la fase de casi 10 años de crecimiento sostenido de esa enorme economía (más de 20 por ciento de la mundial), entre el primer trimestre de 1982 y el segundo de 1990. En esta etapa –como nunca más desde entonces– no sólo se observaron trimestres con tasas anuales de crecimiento superiores a 4 por ciento anual. También momentos extraordinarios de auge, con tasas superiores a 7 e, incluso, 8 por ciento. ¿Ejemplo? Los trimestres primero y segundo de 1983. Pero, a finales de los 80 se agotó esa etapa. Y entre los últimos trimestres de 1989 y los primeros de 1990, nuestros vecinos crecieron a tasas cada vez menores, hasta alcanzar tres trimestres continuos de tasas negativas, los dos últimos de 1990 y el primero de 1991.
Sin embargo, a partir del segundo trimestre de 1992 –y sólo con la excepción de los trimestres tercero de 2000 y primero y tercero de 2001– la economía estadunidense vivió una etapa de crecimientos anuales positivos, cada trimestre. Pero, crónicamente menores en relación con etapas y periodos económicos anteriores. Cada vez menores. Por eso, ver la economía de nuestros vecinos desde esos primeros meses de 1990 nos permite observar algunas de sus características que lo tiene hoy sumido en una de las más grandes depresiones de su historia.
Ya se registran tres trimestres continuos de decrecimientos altamente negativos. Y muy probablemente, se registrarán otros dos o tres también de caída, aunque con tasas cada vez menos negativas. Si esto es así, se acumularían seis trimestres negativos en el producto estadunidense. Dieciocho meses de deterioro. Es mucho. Muchísimo. Pero ¿qué podemos observar desde esa ventanilla colocada al inicio de la década de los noventa? Lo primero –preciso es decirlo– un descenso prácticamente continuo de la tasa de interés, a pesar de ciertos momentos de estabilidad. Sí a finales de los 80 y principios de los 90 la tasa efectiva de los Fondos Federales registraba promedios mensuales que rondaban el 9 por ciento anual.El promedio de los cinco primeros meses de este año es de 0.18 por ciento. Menos de uno por ciento. Lo segundo que podemos observar es una elevación a mucho más del doble del crédito total a los estadunidenses, de 1990 al finales de 2007 y también sin precedente en la historia económica de nuestros vecinos.
En este contexto de expansión secular del crédito total y como tercer elemento, una duplicación del crédito al consumo en relación con el nivel registrado a finales de los 80 y principios de los 90. No obstante, este tipo de crédito disminuyó su peso en relación con otros destinos del crédito bancario en Estados Unidos: de casi 12 por ciento a finales de los
Poco apoco el ritmo de crecimiento de éste superó al de aquél. El sexto elemento a observar es el del comportamiento de la producción industrial. Sobre todo en relación con los cinco indicadores antes señalados. Durante 10 años, es decir, de 1990 al año 2000, la producción creció por encima del ingreso y el gasto de personas y familias. Esto fue posible por el despegue tan brutal del crédito al consumo, primordialmente de 1993 a 1997. Pero se prolongó más, aunque ya a menor ritmo, por la continuada persistencia de éste –el crédito–, sobre todo de 2000 a 2006. Y más específicamente por el aceleradísimo crecimiento del crédito hipotecario de 2002 a 2008. Prácticamente se duplicó en términos reales, creando la tan traída y llevada burbuja hipotecaria
hoy destruida, con una caída que se expresa en el tremendo descenso del inicio de construcción de viviendas particulares. Y en la venta de viviendas unifamiliares.
En enero de 2006 se inició la construcción de 2 millones 273 mil viviendas. El mes de abril pasado apenas de 458 mil. Ese mismo sólo se vendió un total de 352 mil viviendas unifamiliares. En julio del 2005 se había roto el récord histórico, con un millón 389 mil viviendas. La expresión final de este rejuego dramático de indic
Si relacionamos las oficialmente llamadas ganancias no financieras (libres de impuestos) con la capacidad instalada industrial, podemos acercarnos un poco a la evolución de la rentabilidad general de la economía. Pues bien, de 1990 al tercer trimestre de 2005, esta rentabilidad se triplicó, a pesar de haber caído entre 1998 y 2000, logró recuperaciones inéditas de 2001 en adelante.
Sin embargo, del segundo trimestre de 2006 al cuarto de 2008, se desplomó a menos de la mitad de su valor, justamente el máximo contemporáneo, logrado a principios de 2006. Es uno de los mayores –creo que el mayor– descensos de la rentabilidad general de la economía de nuestros vecinos. Y se estima que tardarán no menos de cinco a seis años en recuperar este indicador a niveles próximos al de 2006. Acaso un poco más.
En síntesis, nuestros vecinos crecieron más allá de sus posibilidades. Mucho más. Pero hoy sufren las consecuencias del alargamiento artificial de su ciclo económico y del ascenso brutal, pero artificial, de su rentabilidad. ¿Responsables? Uno de ellos, la expansión del crédito. ¿Quién lo hizo posible? El ahorro externo a Estados Unidos. ¿Cuál ahorro? El de algunos países desarrollados como Alemania. Asimismo el de China. Pero también el de los petroleros, beneficiarios de la renta petrolera. Ya veremos esto con detalle en otra ocasión. Sin duda.