uis Francisco Esplá uno de los toreros consentidos del público madrileño, se despidió de los ruedos en una de las corridas de aniversario de la plaza de la calle de Alcalá con un triunfo apoteósico, al cuajar a un toro de Victoriano del Río. En la que quizá fue la mejor faena de su vida, o una de las mejores.
En una tarde airosa y con toros de Madrid
; bien presentados, astifinos y broncos, le tocó en suerte que el aire dejara de soplar en el último toro de su vida que, resultó muy bravo con el caballo, galopando en las banderillas y de encastada nobleza en la muleta. No lo dejó ir el torero alicantino que dictó cátedra de torería y aroma a torero añejo.
Los dioses se conjuraron para que a Esplá le tocara el toro ideal a su toreo, en su plaza, en su despedida y en un cartel de postín, alternando con Morante de la Puebla después de su tarde histórica y Sebastián Castella. Todo esto ante un lleno rebosante y una reventa que vendía entradas de tendido a 500 euros.
Esplá, lleno de una personalidad que lo singulariza, realizó el toreo de siempre: parar, templar y mandar con capote, banderillas, muleta y en la suerte suprema ejecutada recibiendo. Dos orejas, los aficionados enloquecidos, dos vueltas al ruedo (excepcionales en Madrid) y la salida a hombros por la puerta grande.
La monumental de Las Ventas vibraba herida por la torería, el sabor añejo, la hondura y la naturalidad con que recreó el torero Esplá. Con el se va de los ruedos una época, un modo de ser, un estilo.