En 1991, 34% de los empadronados no acudieron a votar, mientras en 2003 la cifra llegó a 58%
Lunes 15 de junio de 2009, p. 14
Desde la creación del Instituto Federal Electoral (IFE) en 1990 –para dar mayor confiabilidad a los resultados de los comicios en el país–, el abstencionismo en las elecciones intermedias ha crecido casi exponencialmente, hasta ubicarse en el más elevado de la historia en 2003, el antecedente inmediato.
Si en 1991 se alcanzó 34 por ciento de electores que no votaron, para 1997 ese porcentaje se elevó a 42 por ciento y en 2003, bajo el foxismo, se llegó a la la cifra histórica de 58 por ciento.
En medio de la crisis económica que ha agudizado el desempleo, una crisis de seguridad pública que ha intensificado la violencia en los años recientes, la guerra sucia como estrategia de propaganda, la indiferencia del elector cuando se eligen diputados, y un desencanto social con la eficacia de la democracia en México, el IFE pretende revertir la tendencia en los comicios actuales. O al menos eso se proyecta como objetivo en el Programa Integral del Proceso Electoral Federal.
El objetivo de ese programa es incrementar la participación de los electores en esta renovación de la Cámara de Diputados. Sin embargo, recientemente ha surgido una variable que ha ido creciendo ante una falta de estrategia del IFE para contrarrestarla: la campaña del voto en blanco.
–¿Es un deseo, una expectativa o es un objetivo del IFE? –se pregunta al consejero Marco Antonio Baños, presidente de la Comisión de Capacitación y Organización Electoral.
–No es una expectativa ni es un deseo; es un objetivo programático basado en las actividades desarrolladas de educación cívica. El IFE no puede estar programando sus actividades por la vía de los deseos, sino por metas institucionales –responde.
–Ha habido una caída histórica de la votación en elecciones intermedias
–Hay que tomar en cuenta que la responsabilidad de convocar a los ciudadanos a las urnas es compartida entre el IFE y los partidos. El instituto hace su parte con el reforzamiento de la educación cívica y las campañas de promoción del voto –sostiene quien está al frente de toda la organización de los comicios.
Ciertamente, en medio del complicado entorno social, que no augura mucho éxito para las metas institucionales del IFE en cuanto a la participación ciudadana, el organismo contó, como nunca, de tiempos oficiales en radio y televisión, derivados de la reforma electoral. El nuevo modelo de comunicación política le ha permitido, como nunca en la historia, tener 23 millones de espots para la elección federal, de los cuales 13 millones 378 mil 363 corresponderían a la promoción del voto.
Infortunadamente, a la mitad de la campaña surgió un suceso inesperado: la epidemia de influenza que paralizó gran parte del país y que necesariamente tuvo sus efectos en el proceso electoral. Durante mayo y algunos días de abril, el IFE se vio obligado a suspender sus campañas de promoción del voto y ceder esos tiempos al gobierno federal para su estrategia de comunicación que le permitiera enfrentar la emergencia.
Aunque el IFE no ha reconocido formalmente el impacto que tuvo esta obligada modificación, el director de Opinión Pública de Ipsos-Bimsa y analista político-electoral, Jorge Buendía, subraya que en las encuestas levantadas sobre la probabilidad de votar, lamentablemente lo que estamos observando a partir de la epidemia es falta de interés por ir a sufragar
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Según la encuesta de Buendía y Laredo, si en abril pasado –cuando el IFE tuvo a su disposición 48 minutos diarios en cada estación para promover el voto– se alcanzó un pico de 65 por ciento de encuestados que respondieron tener una muy probable
asistencia a las urnas, en el último sondeo efectuado hacia finales de mayo, con la propaganda del IFE totalmente fuera del aire, este porcentaje se desplomó a 49 por ciento. En contraste, quienes dijeron que era nada probable
votar pasaron de 3 por ciento en febrero a 6 por ciento.
Buendía señala que antes de esta coyuntura había factores que permitían pensar que la tendencia para revertir la caída histórica de la votación pudiera ser posible: la reposición de millones de credenciales que realizó el IFE, la enorme disposición que en teoría iba a tener el instituto para promover el voto, y la concurrencia de elecciones en varias entidades.
A diferencia de otros procesos, en esta ocasión hay 11 elecciones concurrentes, entre las que destacan seis: Sonora, Nuevo León, Querétaro, Colima, Campeche y San Luis Potosí. A ello se añaden comicios para renovar el Congreso local en Jalisco, estado de México y el Distrito Federal, estas dos últimas entidades las de mayor padrón electoral.
La visión sobre los alcances del abstencionismo no son compartidas por el consejero electoral Benito Nacif ni por el especialista Ulises Beltrán. En ambos casos, atribuyen a distorsiones en la medición que se alcancen porcentajes tan elevados, pues es evidente que 5 millones de mexicanos que residen en Estados Unidos –ejemplifica Nacif– no podrán ir a votar aunque estén en el padrón, como no lo harán quienes han cambiado de domicilio y no lo han notificado pero usan la credencial como instrumento de identificación.
“Hay un problema en la medición de la participación en Méxicom –dice Beltrán–, pues se parte del listado nominal y éste es más grande de lo que debe ser, porque es muy fácil darte de alta y muy difícil darte de baja. Los muertos no siempre tienen la cortesía democrática de darse de baja”, ironizó.