Opinión
Ver día anteriorJueves 18 de junio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La genómica y el optimismo cientificista
U

na de las actitudes que la sociedad occidental ha tenido al juzgar a la ciencia ha sido el optimismo desbordante. La tesis de que la ciencia está capacitada para resolver cualquier problema humano viene desde inicios del siglo XVII y ese optimismo no se ha detenido desde aquel tiempo.

Una de las versiones más recientes de esta admiración acrítica por la ciencia se dio hace cinco o seis décadas, cuando se generaron expectativas desmesuradas sobre las posibilidades que tendría la energía nuclear al ser utilizada con fines pacíficos. Se pensaba que sería capaz de generar toda la energía eléctrica del mundo a costos ínfimos, de producir todo tipo de medios de transporte: gigantescos, veloces, comodísimos. Esta esperanza se combinó con las expectativas generadas en la década de los 60 en la conquista del espacio extraterrestre.

Tal optimismo penetró en los medios masivos de comunicación, la imaginación popular, y así se forjaron ilusiones de viajes a los planetas del sistema solar y a galaxias distantes a velocidades cercanas a la de la luz. Manifestaciones claras de estas posibilidades infinitas se encuentran en antiguas series de televisión, como Viaje a las Estrellas, El túnel del tiempo o Viaje al fondo del mar.

Hoy día la biotecnología, la nanotecnología y la genómica se encargan de revivir estas esperanzas. La publicidad que gobiernos, medios de comunicación y empresas privadas hacen en torno de las posibilidades de estos nuevos campos de investigación sobrepasa con mucho a la realidad. Entre todos ellos se han encargado de difundir falsamente, por ejemplo, la idea de que la comercialización de los alimentos transgénicos resolverá el problema del hambre.

Otro tanto se hace con las posibilidades terapéuticas de la genómica y se ha empezado a hacer en México con este tan traído y llevado genoma de los mexicanos. Está muy extendida entre la población y en no pocas comunidades científicas la concepción de que para curar enfermedades basta con encontrar los genes que las producen, extraerlos o modificarlos, y asunto solucionado.

Pero las cosas no son así de simples, porque en primer lugar los genes no funcionan siempre con estos mecanismos simples de causa-efecto. Son en realidad mucho más complicados. En segundo lugar, porque las enfermedades se deben a factores que están más allá de las causas meramente naturales: la enfermedad es un fenómeno biológico, social y cultural muy complejo.

Los genes, por una parte, no se relacionan con el resto de la célula y del organismo con arreglo a estas relaciones uno a uno. Muchas veces un solo gen puede intervenir en la codificación de más de una característica; en otras ocasiones grupos de genes actúan coordinadamente, con lo que pueden dar lugar a la expresión de alguno de ellos bajo ciertas circunstancias y a otros en otras, siendo difícil determinar a priori, las circunstancias específicas en las que esto va a suceder.

Pero, además, las causas naturales no están escindidas de la condiciones de vida de la población. De este modo, por mucho que la genómica investigue y encuentre sobre, por ejemplo, el combate al cáncer en pulmones y vías respiratorias; por mucho que los mexicanos llegasen a ser líderes en investigaciones sobre el particular, la frecuencia de estos cánceres no se va a solucionar en ciudades como la de México si no se abaten los niveles de contaminación atmosférica, lo cual quiere decir, cuando menos: limitaciones a la producción industrial, restructuración de los sistemas de transporte, modificando de raíz la prioridad dada a la circulación del automóvil privado; desconcentración de la gran urbe.

De manera similar, la fibrosis pulmonar no va a verse reducida hasta no evitar que trabajadores y población en general estén en contacto cotidiano con asbestos. La frecuencia de enfermedades cardiovasculares, diabetes o alergias se incrementa con situaciones sistemáticas de estrés, ya sea en el trabajo, la familia o los medios de transporte. Y ni qué decir que la genómica no podrá hacer gran cosa frente a la multitud de enfermedades sicosomáticas generadas por la vida cotidiana de hoy día van en aumento.

Esto no significa que la genómica no sirva para nada, ni que dé lo mismo si se determinan ciertas secuencias de genes o genomas completos. Significa que la lucha por la salud y contra la enfermedad es una empresa que ninguna ciencia va a ganar por sí sola, porque se requiere antes que nada que la ciencia se desarrolle dentro de un sistema social que considere al ser humano un fin en sí, y no un sistema que lo considere una mera mercancía productora de valor.