En Carroña’s Hotel, Eduardo Monteverde critica quirúrgicamente la generación de los 60
Es una novela endemoniada, difícil de leer, no tiene salida y debes inventar una, precisa
Encontré que el rock, el sexo y las drogas se volvieron una momia purulenta
Yo no mato brujas, escribo la dialéctica de la denuncia, dice en entrevista en su casaFoto Guillermo Sologuren
Domingo 21 de junio de 2009, p. 8
La reciente novela del periodista y científico Eduardo Monteverde, Carroña’s Hotel, salió hace unas semanas a la venta; en ella realiza una crítica quirúrgica a su generación, la de los años 60. En entrevista con La Jornada, Monteverde señala: La parte inexplicable de esta novela es que no tiene salida. Está hecha con la intención de que no sea fácil de leerse, a pesar de que la anécdota es muy sencilla: unos papás que no saben qué hacer con sus hijos y los mandan a morir al paraíso, que resulta un infierno, pero la trama es muy complicada, intencionalmente complicada, me tardé poco más de 20 años en concluirla
.
Carroña’s Hotel es definida por Paco Ignacio Taibo II en la solapa del ejemplar como: Una generación derrotada que ronda los 64 años y se mata entre sí. El escenario: una comuna tropical mexicana donde los sueños se transforman en pesadillas. A través de las garras de un diablo supremo que narra con notas de pie de página, los olvidos pasan y los recuerdos se detienen en esta novela rockera, negra y criminal
. Carroña’s Hotel es exactamente una lectura que resulta básica por sus innumerables remitentes literarios, musicales y pies de página indispensables para el crecimiento y/o formación, que únicamente podría narrar el Caído.
La música es parte de la trama
Aunque complicada, Monteverde precisa: Tiene elementos para entenderla aunque no se pertenezca a la generación de los años 60, la música rock es parte de la trama y no está dedicada a un público específico, pero la entenderán mejor los gustosos del rock
.
El génesis de este trabajo, explica, surgió “cuando estudiaba en el Centro de Capacitación Cinematográfica, en los años 80, y tenía la idea de escribir un guión de ficción, pero fue cambiando porque mis compañeros de generación iban cambiando y se convertían en mis personajes. Posteriormente, ya como reportero de la fuente policiaca, hice un reportaje sobre la prostitución en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, y me di cuenta de que la liberación sexual acabó en table dance y el consumo de estupefacientes devino cárteles de la droga, mientras mis compañeros seguían gritando ‘este puño sí se ve’, y cantando canciones de Quilapayún y de Inti-Illimani. En la novela el narrador se da cuenta de que el sueño de Janis Joplin se convirtió en el de El Chapo Guzmán y El Güero Palma... el mundo cambió hacia leyes permisivas no por una resistencia, sino porque los reyes descubrieron que las monarquías democráticas liberales eran más redituables que las tiranías; entonces el narrador de Carroña’s Hotel, un demonio ateo que ni siquiera cree en sí mismo, se da cuenta de todo esto”.
La intención, dice el autor de El naufragio de cancerbero y Las neblinas de Almagro, es: “Denunciar la denuncia y únicamente por tedio, por el tedio del demonio, el tedio es el motor primun aristotélico de todo. Yo no mato brujas, escribo la dialéctica de la denuncia. Encontré que el rock, el sexo y las drogas se volvieron una momia purulenta que se alimenta ahora con una licencia de Facebook, que no hay nada nuevo bajo el Sol, ni siquiera en Eráclito que dice: ‘no podemos bañarnos dos veces en el mismo río’, pero el agua sigue siendo H2O; hay un avance tecnológico, pero las emociones siguen siendo las emociones, esas no han evolucionado: el miedo, la ira, la gratificación y la vergüenza siguen siendo las mismas. También me di cuenta de que la izquierda de los años 60 terminó ocupando curules en el Congreso”.
–¿Le exorcizó escribir esta novela?
–El exorcismo es una cuestión aplicada a la sociedad, al alma, al espíritu; es una cuestión freudiana y Sigmund Freud entorpece la evolución de la neurofisiología a lo largo de 50 años, él es la edad media de las neurociencias... más que exorcizarme me puso otra mortaja.
Miedo a la página en negro
–¿Qué fue lo que hizo decidirse a concluir la novela, después de 20 años?
–El contrato con la editorial. Egresé del CCC en 1986, el lugar común de miedo a la página en blanco yo no lo tengo, le tengo miedo a la página en negro, porque es como el asesino que confiesa su crimen, y hay veces que eso es irreparable, se queda ahí; la página en blanco es totalmente reparable, porque no se ha escrito nada.
–¿Cuál fue su intención de poner al Diablo como narrador?
–Porque es una autoridad abstracta, absolutamente melancólica y la melancolía es el lado oscuro; viene de melanos-negro, es una deyección del universo. Él mismo está en el cinturón de chatarra, en la escoria, el vertedero, el drenaje de la tecnología donde van a parar todos los restos de los trajes de astronautas, las partes de satélites, en el cochambre del universo es donde está sentado el narrador. Además miente, toma una ecuación que no es tal, se plagia a William Faulkner, a Malcolm Lowry... y además pone pie de páginas.
–¿Las citas y pies de página fueron pensadas a propósito?
–Es una desfachatez intencional, irritante, porque un mundo sin irritación no existe. Los pies de página son irritantes, esa es la diferencia entre virus y bacterias, los primeros no se irritan, las bacterias sí. Son los organismos más semejantes al ser humano, porque es la primer forma de vida que se irrita; con sal una bacteria se deshidrata o huye, entonces los pies de página son granos de sal irritantes: a diferencia de una explicación, aquí son parte del texto.
–¿Esas citas serían un reflejo de sus gustos, sus lecturas, de su formación?
–Más bien sería una clasificación de desechos, de lo que sobra de un naufragio.
–Para algunos resultaría una guía básica de lectura.
–Quien tiene esta emoción primitiva descrita por Darwin, que se llama vergüenza, encontrará luz en la vergüenza. No sé que quiere decir el Demonio que con una garra detiene los recuerdos y con la otra deja pasar los olvidos, un olvido que termina como un dolor de muelas, y los recuerdos se subliman, son capaces de joderle la existencia a cualquier anciano. La literatura sirve para mucho o para nada; hay lectores ávidos que han leído 2 mil libros, hay quienes no leen autores vivos, yo soy un buen ejemplo de esto, porque soy un cadáver.
La memoria, territorio azul
–Hábleme un poco de la construcción de la novela.
–Metafóricamente es endemoniada, por eso es el Demonio quien la narra. Empieza con dos capítulos que no conducen directamente a ella, pero no son incoherentes. Después empieza a hablar de la memoria del olvido, la memoria como un iceberg que se derrite, la memoria como un territorio azul, hasta que Daisy, quien vive absolutamente deprimida en la melancolía de su vida pasada, es Alicia en el país de las maravillas: si vas a algún lado y compras un boleto de ida y vuelta, eso conduce a la inmovilidad, eso es el viaje de Daisy. Entonces el lector tiene que tener referencias de Lewis Carroll, de Faulkner, de Lowry... y si no se tienen, el lector encontrará algo que desconoce, entrará en un mundo desconocido. En este sentido, Carroña’s Hotel sería atractivo para los jóvenes, porque como no hay salida, tienen que inventarse una propia.
–A tres meses de circulación de la novela, ¿qué comentarios ha recibido?
-No tengo la más remota idea de cómo esté funcionando, aún está en las mesas de novedades. El único comentario fue de un escritor francés que viene en el prólogo, en este trozo del nuevo milenio las palabras huelen a moho
. Realmente no sé que es Carroña’s Hotel, pero cuando la terminas te quedas con la idea de haber leído algo.