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Ver día anteriorSábado 11 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Muerte en Venecia: éxito con matices
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Ensayo de Muerte en Venecia, en el teatro Julio CastilloFoto Guillermo Sologuren
S

i se complica mover la góndola, entonces que se mueva Venecia. Si se complica atracar el barco, entonces que el muelle se acerque a la nave. Que un elevador inmóvil suba y baje eficazmente a sus pasajeros. Que un sencillo y fugaz elemento decorativo haga las veces del Teatro La Fenice.

Estos son sólo algunos de los numerosos aciertos teatrales de la actual puesta en escena de la ópera Muerte en Venecia, de Benjamin Britten, que bajo la dirección escénica de Jorge Ballina (autor también de la escenografía) se perfila como una bien resuelta y exitosa propuesta, debido principalmente al hecho de que acepta abiertamente su teatralidad.

Uno de los méritos principales del trabajo de Ballina es la plena coherencia de su puesta en escena, que de principio a fin se percibe como una línea de conducta única, sin parches ni costuras, con cada parte bien integrada al todo.

Hay en esta ópera una cantidad extravagante de cambios de escena y escenario, resueltos aquí con singular eficacia y fluidez por Ballina, quien ha asumido plenamente la presencia de la maquinaria escénica del teatro Julio Castillo, lo que le permite emplearla sin tapujos y sin falsas pretensiones de realismo, y además sin recurrir al oropel distractor de la tecnología visual que recientemente ha saboteado el resultado de producciones menos eficaces.

En lo vocal, esta puesta de Muerte en Venecia está encabezada por el tenor Ted Schmitz en el papel protagónico del atribulado Gustav von Aschenbach. Su emisión vocal, pulida y correcta pero con cierta falta de proyección y solidez. En su caracterización faltó delinear con mayor enjundia el descenso de Aschenbach a su doble abismo, y el deterioro progresivo que le causan simultáneamente el cáncer de la pasión reprimida y la peste que le carcome el cuerpo. Los personajes secundarios, de fugaces apariciones como viñetas, cantados en general con corrección, aunque faltó una afinación más precisa en el contratenor que representa a Apolo.

Uno de los retos principales en Muerte en Venecia es la correcta representación teatral de los numerosos papeles mudos que propone la trama, encabezados por Tadzio, el rubio efebo que le descompone a Aschenbach su rígido esquema moral de artista impoluto. El joven Ignacio Pereda ha logrado en este papel un muy interesante equilibrio entre la seducción y el distanciamiento, sin caer en manierismos inútiles.

En un plano más general, Ballina ha resuelto satisfactoriamente las numerosas y extensas escenas de juego y ritual a base de una aproximación dinámica y visual que conjuga de modo interesante algunas propuestas icónicas de nuestra propia antigüedad cercana, con otras asociadas con ciertos arquetipos de la antigüedad griega clásica. Puede decirse, en síntesis, que uno de los logros notables de la puesta en escena es el sutil equilibrio de los distintos niveles de estilización propuestos por el director para las diversas situaciones y estados de ánimo de la ópera de Britten.

En este sólido y bien urdido contexto de una ópera asumida cabalmente como teatro, la noche fue del barítono Armando Gama, quien además de cantar con solidez y eficacia su asignación musical, fue más allá de ponerse siete vestuarios diferentes, y en realidad logró siete caracterizaciones bien individualizadas y delineadas de sus siete personajes, logrando algunos momentos actorales de muy buen nivel.

El desempeño de la orquesta (dirigida por Christopher Franklin) en la función del martes, irregular y con altibajos, potenciados éstos por una acústica infame, seca y muy expuesta para los instrumentistas, aunque la nutrida sección de percusiones tuvo momentos de buen rendimiento.

Los logros evidentes de esta Muerte en Venecia me permiten reflexionar, en concordancia con lo dicho por el estudioso y conocedor Francisco Méndez Padilla, que en años recientes las más atractivas y eficaces puestas en escena de la Ópera de Bellas Artes han sido, en general, de óperas de nuestro tiempo: The rake’s progress, Salomé, Elektra, Wozzeck, Diálogo de las carmelitas, La vida breve, Jenufa. ¿Será que los caballitos de batalla ya no dan para más?