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WR, los misterios del organismo
Foto
Fotograma de la cinta, que se exhibirá en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco
E

n 1927 el científico y sexólogo austriaco Wilhelm Reich desató una fuerte polémica al sostener en su libro La función del orgasmo la teoría de que la neurosis era producto de la incapacidad de liberar la energía sexual.

El también discípulo de Sigmund Freud daría a sus investigaciones un cauce todavía más provocador al enderezar una crítica sistemática al sicoanálisis y al marxismo, y a su poder de reprimir la líbido (La lucha sexual de los jóvenes, 1929; La psicología de masas del fascismo, 1933; La revolución sexual, 1945).

Consecuentemente, sus libros fueron prohibidos y quemados tanto en la Alemania nazi como en el Estados Unidos del senador McCarthy, y Reich fue declarado, durante su exilio estadunidense, un agitador comunista (a pesar de su crítica al estalinismo) y un científico extravagante y peligroso (por su invención de máquinas terapéuticas, liberadoras de la energía orgásmica), al tiempo que en los países del bloque socialista se le reservaba un franco rechazo.

En 1971, el realizador yugoslavo Dusan Makavejev (Love dossier, 1967; Sweet movie, 1974) propone en su cinta WR, los misterios del organismo, una azarosa exploración, entre documental y ficción, de las teorías de Wilhelm Reich. El tono es el de una comedia política y el procedimiento formal el de un collage que acude a las yuxtaposiciones más peregrinas para generar efectos humorísticos de provocación ideológica.

La cinta se filmó en Nueva York y en la antigua Yugoslavia. El director entrevistó al hijo y a la viuda del escritor (fallecido en 1956), describe someramente el funcionamiento de las cámaras individuales de liberación orgásmica, y narra la historia de una joven yugoslava (Milena Dravic), ferviente militante del amor libre y del onanismo colectivizado, formas de desterrar la represión sexual institucionalizada por los regímenes totalitarios y acceder al derecho de la dicha genital. Todo un programa de revolución sexual que la joven no vacila en transmitir a un bailarín soviético, estrella del patinaje sobre hielo y adepto a la ortodoxia marxista, con consecuencias funestas para los dos.

Dusan Makavejev transita lúdicamente de las calles de Manhattan, donde un estrafalario ex combatiente de Vietnam aúlla su mensaje pacifista ante peatones impasibles, hasta los interiores de un edificio en Belgrado, donde Milena conmina a sus vecinos a unirse a su cruzada de liberación sexual. Hay imágenes de archivo notables que describen los horrores de la tortura clínica (la aplicación de electrochoques a disidentes políticos) o que muestran, en corte directo, el frenesí de las masas de seguidores de Mao Tse Tung, levantando cientos de miles de ejemplares del pequeño libro rojo.

El cineasta privilegia la iconografía kitsch del llamado padre de los pueblos, José Stalin (Mikheil Gelovani), en escenas de la película soviética El juramento (Pitsi, 1946), de Mikhael Chiaureli. Al lado de estas tomas de hieratismo escénico –museo de cera del horror totalitario–, Makavejev propone, por capricho, el trabajo artístico de una joven especializada en fabricar penes de acrílico, detallando su faena sobre un joven que divertido se presta al experto vaciado en molde –un episodio inspirado en un reportaje de la irreverente revista neoyorquina Screw, de los años 70.

Las referencias al clima político y al relajamiento sexual de la época son numerosas, e incluyen la presencia del travesti Jackie Curtis, cercano a la Factory, de Andy Warhol.

A casi 40 años de haber sido filmada, la película más emblemática del realizador yugoslavo, se aprecia como una curiosidad, valiosa sobre todo por su improvisación inventiva, por su collage de imágenes de archivo y una atractiva banda sonora, y por su calidad testimonial.

Captura con acierto ese breve paréntesis de liberación sexual, entre el auge de las ideologías totalitarias y su extensión tardía en el espíritu neoconservador que persiste en nuestro mundo globalizado.

La cinta jamás fue estrenada en México, y su distribución limitada en el resto de Occidente la volvió un objeto de culto. La oportunidad de apreciarla ahora en pantalla grande es sin duda irrepetible.

Se exhibirá el viernes 31 de julio y el sábado primero de agosto en el ciclo 40 años de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes, en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco. Consultar ubicación y horarios en www.tlatelolco.unam.mx