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Cubano convierte objetos en desuso en esos recipientes para conservar los puros

El humidor debe ser cómodo para el habano y amable para el fumador

El artista plástico Ernesto Milanés ha creado fantasía con una vieja caja registradora o un tocadiscos de la época del vinilo, con aplicaciones o remates de madera, espejo o cristales

Foto
Ernesto Milanés muestra una de sus creacionesFoto Gerardo Arreola
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 21 de julio de 2009, p. 9

La Habana, 20 de julio. Fumar es un placer sensual y la experiencia lúdica puede compartirse, dice el artista plástico cubano Ernesto Milanés (Santiago de Cuba, 1967), quien ha logrado unir el utilidad de los humidores –esos recipientes de temperatura adecuada para conservar en buen estado los puros– con trabajos escultóricos que le agregan un gusto propio al ceremonial de la quema del tabaco torcido.

Para Cuba, el tabaco es más que un cultivo, una industria, una fuente de divisas o una artesanía, es una parte de la historia y de las aficiones de la vida cotidiana. Su ignición y el efecto mágico del humo fueron parte de rituales de la cultura precolombina de los taínos y los españoles aprendieron a consumir el aroma y los sabores de la planta curada y crepitada por el fuego.

Saborear un buen puro es como catar un buen vino, dice Milanés. Me gusta el olor, disfrutar la bocanada, la sensación del humo y lo que he hecho ahora es extender esa vivencia personal a una más amplia, al crear estos humidores, que hasta donde conozco son únicos en el mundo.

De su colección, Milanés ya tiene compradores ilustres, como el presidente brasileño Lula da Silva y el actor francés Gerard Depardieu.

En Cuba la zona más productiva y afamada del cultivo es la de Vuelta Abajo, en la provincia de Pinar del Río, al occidente de la isla. Es de fama mundial que de ahí salen las capas más finas para los habanos de muy alta calidad. Son hojas que deben tener una textura y un color uniformes, y la suavidad y resistencia suficientes para ser un buen envoltorio, útil y estético, desde la confección hasta la quema.

Todo es arte y goce. No es sólo la fumada. Es una especie de espectáculo del buen hacer, que se prolonga en el tiempo, desde el cultivo de las vegas hasta el consumo, dice Milanés. Parte del entorno de un buen tabaco es su buena conservación. En una época se mantenían en lugares oscuros, aprisionados entre corazones de manzana. Pero luego surgieron los humidores, unas cajas de cedro tallado, que mantienen una temperatura (16-18 grados centígrados) y una humedad (71 por ciento) relativamente constantes.

Ahí reposan los habanos para evitar que se resequen o pierdan su sabor si se quedan a la intemperie. El recipiente, de una madera noble como el cedro, tiene un medidor de humedad, llamado higrómetro, que alerta permanentemente sobre ese indicador. El dispositivo principal de la caja es el higrostato, que puede ser una esponja o un tubo de plástico, que libera humedad.

En todo hay armonías y cuidado por el placer final, señala Milanés. Además de facilitarle el ambiente para su conservación, el humidor debe ser cómodo para el reposo del habano y amable para ofrecer los puros a la vista del fumador. La tapa y el cierre deben ajustar con facilidad, pero no clausurar herméticamente el recipiente, pues el aire tiene que renovarse y hay que cambiar el agua regularmente al higrostato.

Fantasía

Encima de todos esos detalles, Milanés ha creado una fantasía exterior para convertir en humidores, por ejemplo, una vieja caja registradora, un tocadiscos de la época del vinilo, un reloj de pie y hasta una sinfonola, con aplicaciones o remates de madera, espejo, cristales, sintonizados con la estructura de base o desafiándola, con caprichos barrocos. Hizo una reproducción de las torres de Petronas de Kuala Lumpur y otros muebles, que se integran al entorno del reposo, típico de la degustación del habano.

El autor, que estudió en la Academia de Artes de San Alejandro de La Habana, sostiene que aunque la degustación de un tabaco esté incorporado a la rutina, tiene ciertos cánones. El puro debe arder a bajas temperaturas, hay que cuidar el encendido para que no se caliente demasiado, porque perdería sus propiedades aromáticas. Fumarse un buen tabaco es un placer asociado a otras sensualidades, y por eso digo que es una experiencia lúdica que se puede compartir, dice Milanés.

Consciente de que el consumo del tabaco es nocivo para la salud y de las enérgicas campañas en la materia, el artista cubano evita promover el hábito de fumar. Pero si alguien está dispuesto a degustar un buen habano, que lo haga con todas las de la ley y una forma de darle permanencia a ese gusto es tener un humidor atractivo.