Fiesta junto al mar
Sufre César Nava
Chucho solitario
Beatriz y sus chambas
ada tan grave sucede en México (que la economía blindada del país haya caído 9 por ciento en un semestre, por ejemplo) como para que Felipe el Bohemio se prive de una fiestecita de fin de semana a la orilla del mar. Sabadito lindo en Ensenada para acompañar en su boda al amigo Carlos Torres, ex secretario privado del propio Calderón en campaña, diputado federal y precandidato a presidir Tijuana. Aunque, a decir verdad, ni en esos momentos de explicable esparcimiento descansa a plenitud el hombre que pasará a la historia por haber convertido un sexenio en trienio, pues entre música y bullicio se dio tiempo para tener a su lado, simbólicamente, al derrumbado Germán Martínez y al nuevo beneficiario de los humores felipenses, César Nava a quien se le habilitaron posteriores reuniones de consejeros partidistas-funcionarios federales para que a nómina de voluntad apoyen al designado de Los Pinos (eso sí: Germán estuvo en la mesa principal, junto a Felipe, y Nava no). Calderón ofreció a los lugareños un deslumbrante espectáculo de vigilancia, con un avión Hércules llegado un día antes con guardias militares, helicópteros rondando la zona, patrullas interceptoras de la Marina y un “operativo que fue aumentando de proporciones, hasta que prácticamente todo el hotel (donde se hospedó F.C.) se pintó de verde olivo”, según nota de El Mexicano. En marzo pasado había estado en la región, para inaugurar una escuela universitaria de enología y gastronomía, luego de lo cual se trasladó al rancho Los Pinos, en San Quintín, para participar en una fiesta privada.
Las maniobras de imposición del yunquista Nava no son toleradas por seis distinguidos miembros de su partido que ayer anunciaron su retiro de una contienda que consideran cargada en favor del mencionado Cesarín. Confrontados más de una vez entre ellos mismos y provenientes de distintos grupos, Creel, Espino, Corral, Aguilar Coronado, García Cervantes y Priego dijeron que no hay condiciones adecuadas para una elección verdadera de nuevo dirigente y advirtieron que lucharán para impedir ese proceso viciado de origen
. Convertido así en virtual candidato único (como había sucedido en su momento con Germán Martínez), el oficialista Nava se atrevió a hacer un involuntario mal chiste a sus compañeros, pues en declaraciones posteriores les aseguró que Calderón no pretende gobernar al PAN, lo cual, en las condiciones generales del país, y específicamente electorales de Acción Nacional, no deja de ser una venturosa noticia para los miembros de esa agrupación. Ayer mismo, por cierto, Rogelio Carbajal renunció a la secretaría general del comité nacional panista a la que había llegado por el simple mérito de ser cuate de Calderón y miembro del grupo de decanos del juniorismo que en Torreón, al amparo de Felipe, tuvieron sueños de grandeza política (la gubernatura, cuando menos) y de prosperidad económica (relevar el dominio histórico del jefe de jefes de la comarca, Carlos Herrera Araluce).
Jesús Ortega, en cambio, no tiene en puerta ninguna grabación de comerciales de abuso infantil para fines políticos que le permitan aparentar que le va bien. Está solo, golpeado hasta por sus aliados de meses atrás (el ingeniero en su última llamarada, tratando de rescatar algo de Michoacán para la familia, y el senador que se hace llamar René Arce, enojado por la pérdida de Iztapalapa, que consideraba su franquicia también familiar) y sin mejor plan que tratar de que pase el tiempo para ver si puede sostenerse como presidente formal del PRD. Ortega no pudo expulsar a López Obrador y ahora juega a echar fuera a quienes contendieron a nombre de otros partidos al mismo tiempo que les abre el camino de retorno inmediato para dar por cumplidos los ordenamientos estatutarios pero sin que tengan efectividad política. Chucho tiene en sus manos el cascarón negro y amarillo y pretende negociar con él la apertura de voluminosas cuentas a futuro: ya lo transado, transado, sería el lema de la etapa de reconciliación envenenada que proponen los reconocidos intérpretes de la obra de mal teatro llamada Los colaboracionistas. Mientras tanto, una buena parte de sus presuntos representados mantiene la exigencia de que renuncie a su cargo, aunque a fin de cuentas esa sustitución onomástica de nada profundo serviría. Ni partido ni dirigentes: simple pleito por los huesos.
Ayer corrió la versión de que Beatriz Paredes se había sometido a una revisión cardiológica parecida a la que días atrás hizo creer que el presidente de la Suprema Corta había tenido un infarto. La tlaxcalteca ha estado tejiendo en estos días una complicada maniobra con la que pretende seguir como dirigente formal del PRI, ocupar una curul sin aceptar responsabilidades de organigrama e instalar a un manejable miembro de su equipo, o a un personaje pactado, como coordinador de los diputados federales priístas. Paredes tiene en contra la percepción de que, al estilo de Elba Esther Gordillo cuando estuvo al frente de la bancada tricolor de San Lázaro, mantiene una actitud de disimulada complicidad con el calderonismo. En el fondo, la discusión interna del PRI busca precisar para qué servirá la cosecha de curules del pasado 5, con la advertencia de que la mayoría artificial, conformada con la bisagra mercenaria del Verde Ecologista, podría colocar al partido ganador
de las pasadas elecciones en la irónica condición de ser conducido por manos colaboracionistas hacia los terrenos derrotados del calderonismo y a una suerte de corresponsabilidad activa en la aprobación de medidas graves, entre ella la del IVA a alimentos y medicinas que está plenamente instalada en la recámara de la pistola legislativa venidera.
Astillas
Chente Focs no tramitó permisos de construcción ni de uso de suelo para el negocito de hospedaje que en San Cristóbal ha comenzado. Tampoco realizó estudios de impacto ambiental. Por esas infracciones pagarán alguna pequeña multa los directivos del Centro Fox, pero la autoridad municipal dejará que continúe la edificación porque ya se está regularizando
... ¡Hasta mañana!
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