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Ver día anteriorDomingo 2 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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¿La Fiesta en Paz?

¿A más orejas, mayor asistencia?

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La Plaza México a la bajaFoto Archivo
A

mparado en el silencio de la (a)crítica especializada y en la indiferencia del Gobierno del Distrito Federal, el empresario de la Plaza México, entre sorprendido y frustrado, espera la oportunidad de rectificar su improcedente medida de haber cancelado arbitraria e ilegalmente la temporada de novilladas 2009 en el devaluado coso y reanudar éstas.

A esta complicidad mediática se añade, hay que subrayarlo, la increíble apatía del público, gremios, empleados, prestadores de servicios alrededor del coso y autoridades de la ciudad, cuyos representantes en un festejo taurino pueden seguir siendo insultados y amenazados por tiempo indefinido, ya que ningún delegado –del partido que sea–, director jurídico o cualquier otra instancia superior se atreverá a imponer una sanción ejemplar por desacato. Es la enorme diferencia entre ser autoridad o simplemente ostentar un cargo.

En reciente Congreso de Americanistas celebrado en la ciudad de México, el jefe de Gobierno del DF, Marcelo Ebrard, recordó las graves consecuencias que para el país ha tenido una globalización sin criterio y la necesidad de defender urgentemente nuestras culturas, nuestro origen y diseñar nuestro propio futuro, pero todo indica que el estilo ríspido del empresario de la México no es la mejor opción para reiniciar un diálogo con la ataurina autoridad.

Desde luego la empresa quisiera unos jueces de plaza a su gusto, sumisos, manirrotos y aldeanos en lo que a permisividad y complacencias se refiere, más que debidamente preparados y respaldados para presidir, con criterio, festejos taurinos, pues el empresario parte de la idea equivocada de que a más orejas por tarde, más asistentes el siguiente domingo. Pero apéndices baratos no matan rivalidad en el ruedo ni partidarismos apasionados.

La gente acude a un espectáculo con determinadas expectativas, con la mente puesta en la posibilidad de que algo suceda en el escenario. Y en materia de tauromaquia ese algo, que es la emoción perturbadora que sean capaces de producir toro y torero juntos por unos minutos, queda a gran distancia de la concesión o negación de orejas, rabos y patas. El gran público no sabe –nunca le han enseñado a pedir, ni en los toros ni en lo demás–, pero siente.

De manera que la idea de que con jueces a modo el espectáculo taurino en la Plaza México irá a la alza, carece de sustento. Ya podrán regalarse trofeos, incluso a petición de cierto sector, que si en el ruedo no ha sucedido realmente algo, pocos regresarán al domingo siguiente. No se pierda mañana las agudas observaciones del antropólogo social Gerald Selubski sobre la fiesta brava.