ealmente parecería que no importa cuántas veces y en cuántos foros, reuniones, programas de televisión o juntas de alto y/o altísimo nivel se discuta, proponga o se decida que las cosas tienen que cambiar en México, la realidad es que a lo largo de los años el país y la forma de conducirlo no se modifica. Las consecuencias de esta obstinada e ineficiente conducción saltan a la vista, puesto que hoy día, tras la acumulación de más y más de lo mismo, el país está en un profundo hoyo del cual será cada vez más difícil salir. La economía, la educación, la seguridad, la salud, el medio ambiente, el turismo, los servicios públicos y la calidad de vida de los mexicanos están persistentemente en declive.
Y uno se pregunta por qué, sobre todo porque México es un maravilloso país que tendría todo para poder salir adelante. Tiene un pueblo, que, si tuviera oportunidades de trabajo, lo haría muy bien; tiene recursos que, si fueran aprovechados, lo colocarían entre los países con mayor crecimiento; tiene una población amplísima de jóvenes que, si dieran cabida a sus aspiraciones, serían un motor incansable para impulsar el desarrollo; tiene un conjunto de obreros y campesinos que, si tuvieran las condiciones que se requieren generarían una economía interna que impulsaría y detonaría un entusiasmo por la soberanía nacional y la alimentaria; tiene un conjunto amplísimo de intelectuales que colocarían a México entre los países más respetados a escala internacional, si a éstos se les impulsara y ayudara con decisión y con estrategias para fortalecerlos; tiene un conjunto de atletas que podría colocar a México en sitios mucho más relevantes en el deporte internacional, si no fuera por la falta de apoyo y las corruptelas que impiden que el deporte avance.
La pregunta obligada es: ¿por qué México, país que está hoy día en uno de sus peores momentos y en condiciones alarmantes, en cuanto a su futuro a corto, mediano y largo plazos?
La única contestación que encuentro tiene que ver con el tipo de clase política que impera y ha imperado a lo largo de los años. La clase política mexicana, desde luego con sus honrosísimas excepciones, es una clase política ramplona, ineficiente y, sobre todo, corrupta, inmersa en lo único que realmente le preocupa, que tiene que ver con sus propios intereses, ya sea personales o de grupo.
La clase política mexicana no sabe trabajar en equipo, no tiene visión de país y, desde luego, ningún interés en mejorar las condiciones del pueblo mexicano, pues eso no empata con sus mezquinos intereses para conservar el poder y, claro, la chamba, que paga muy bien a expensas de nuestros impuestos.
Los ingresos de diputados, senadores, asambleístas, ediles, magistrados, etcétera, etcétera, son no sólo una vergüenza nacional, sino una afrenta a la población, cuyo ingreso es más que paupérrimo. La clase política mexicana ha tenido, por desgracia, un desinterés abyecto para intentar resolver el problema de cómo mejorar las condiciones de vida de la mayoría de los mexicanos. En el interior de los partidos políticos, que hoy día no representan a nadie, lo único que prevalece es el interés por mantener los privilegios que tienen como políticos. No vemos por ningún lado las discusiones políticas sobre qué estrategias tendríamos que impulsar para mejorar la calidad de vida de todos los mexicanos.
¿Qué hacer, cómo, en cuánto tiempo, qué metas nos imponemos y cómo alcanzarlas? Lo único que vemos y oímos es qué grupo va a ganar en tal o cual partido, quién va a ser el que dirige, a qué grupito pertenece, etcétera. No hay una discusión de altura, de interés para la nación, porque la clase política sólo está ahí para aprovecharse y tener chamba, porque en una de a de veras nadie los contrataría.
Ya es hora de cambiar esto, y no a través de los partidos políticos vigentes hoy día, donde se reciclan los mismos personajes permanentemente. Hay que crear un movimiento social, un movimiento de la sociedad para que se logren candidaturas independientes con el objeto de que en 2012 se puedan postular personas que tengan mayor interés y capacidad para lograr impulsar un proyecto para la nación con visión de futuro. Nuestros hijos se merecen mucho más de lo que hoy ofrece el país. El cambio es urgente.