El adversario había ensombrecido el panorama con tempranera anotación
Un soberbio gol de Israel Castro hizo renacer la esperanza
A los estadunidenses pareció haberles pasado la factura el clima
Su amenaza de contragolpe se vio sin ningún sustento
Jueves 13 de agosto de 2009, p. a12
El viaje al corazón de las tinieblas del Tricolor parece cancelarse. El apretado, pero justo triunfo de ayer 2-1 ante Estados Unidos, lo puso de lleno en la pelea de la eliminatoria mundialista y que algunos aficionados salieran del estadio Azteca cantando: “En dónde están, en dónde están, los pinches gringos que nos iban a ganar”.
Los encargados de llevar a la cima del éxtasis a quienes colmaron el coloso de Santa Úrsula fueron Israel Castro, al minuto 19, y Miguel Sabah (81). Charles Davies había ensombrecido el panorama de los mexicanos por un rato, con su tanto al minuto nuevo.
Al principio aparecieron las malas inclinaciones de la selección nacional. Una defensa titubeante –con Juárez, Osorio, Magallón y Salcido, esta vez– le robó muy pronto el aliento a los miles de seguidores que cubrieron de verde el majestuoso escenario.
Donovan, al minuto nueve, filtró un gran pase para Davies, quien no tuvo problemas para dejar atrás a los zagueros rivales cuando apareció por la banda izquierda para vencer al portero Guillermo Ochoa con un disparo cruzado. Era el 1-0, pero nadie de los de casa dio la mínima señal de querer abandonar la embarcación.
Con la ventaja, la visita se casó aún más con una férrea defensiva. Y no había nadie capaz de divorciarlos.
Además, para contrarrestar el ambiente infernal para ellos, se demoraban lo más que podían al momento de cobrar una falta o en reanudar las acciones cuando el balón abandonaba la cancha.
El Tricolor siempre estuvo encima del rival, lo agobió, y al minuto 19 encontró el remedio para ahuyentar los temores. Cuauhtémoc Blanco cedió como pudo la pelota a Castro, quien por el centro y desde fuera del área le pegó con una fuerza atroz; el esférico dio primero en el travesaño y picó para terminar en el fondo de la red.
Con ese soberbio gol México le estrechaba la mano a la ilusión.
Antes de que comenzara el complemento, a los guardianes del orden también les costó mucho trabajo sacar a un aficionado que se coló a la cancha.
Y en el segundo periodo la película del partido se repitió. Sólo que esta vez el representativo estadunidense parecía a punto de resquebrajarse. No sólo se veía que el clima le había pasado factura, sino que había dejado sus virtudes en el vestidor. Daba pelotazos sin ton ni son, y su amenaza de contragolpe no tenía sustento.
El equipo nacional, en cambio, hizo algunos ajustes (como el cambio de posición de Juárez, al mediocampo, y Castro de lateral, y la sustitución de Blanco por Vela) y carburó mejor. Giovani dos Santos empezó a notarse más por el sector derecho, y al 58 mandó un tiro que terminó por rechazar el portero Howard.
Al minuto 61 Torrado fue el que se animó a disparar desde fuera del área y el balón pasó cerca del travesaño.
Los estadunidenses se acordaron hasta el minuto 70 que existía el marco mexicano. Holden envió un centro al corazón del área, pero para fortuna de los tricolores el balón no aterrizó en la cabeza de Davies.
Hubo empujones cuando Davies se quedó tendido en el césped supuestamente lastimado, interrumpiendo el acoso del Tri; nada que el árbitro no pudiera controlar.
Sin embargo, al final los esfuerzos de México fueron premiados. Al 81 Juárez realizó una gran incursión por el lado derecho, metió un centro que terminó por rematar Sabah, quien recién había ingresado en lugar de Franco. El 2-1 hizo estallar el estadio. Algunos, como los que tuvo que soportar Donovan cuando iba a ejecutar un tiro de esquina, se excedieron al lanzar lo que tenían a la mano.
Y el rugido de euforia siguió hasta que cayó el telón en el coloso de Santa Úrsula y después.