Guadalajara, Jal., 14 de agosto. “Es difícil de explicar, es como si el Creador del universo, de las estrellas, te toca… como una caricia del alma… difícil de explicar, como lo es explicar el amor”, intentó describir Jabes Arana al agregar que llorar, gemir, hincarse y cantar se hace cada año en la Santa Cena, el acto cumbre que cada año realiza La Iglesia de la Luz del Mundo en Guadalajara.

Este año, unos 300 mil fieles de esta religión se darán cita en la Santa Cena, evocando el pasaje de Cristo en la Biblia, en la que se despidió de sus 12 apóstoles. Esta ceremonia la encabeza Samuel Joaquín, dirigente espiritual de 72 años, de los cuales 45 ha dedicado a ser pastor de la Luz del Mundo.

Joaquín repartió pan con ayuda de 10 diáconos provenientes de Costa Rica, Panamá, San Salvador y México, quienes lleva-rán el alimento a las subsedes de la iglesia en las colonias Hermosa Provincia, El Bether y Maestro Aarón Joaquín.

El pan, que muchos toman entre llanto, con manos temblorosas, no es considerado cualquiera: simbólicamente representa el cuerpo de Cristo; materialmente, hecho de trigo, no contiene levadura y tiene un sabor entre ácido y dulce, según Jabes.

Con el pan también se reparte vino, hecho con uvas que llegaron en un tráiler hace unos días, comento Paul Reyes, quien llevó a la corresponsalía de La Jornada por el templo sede internacional de La Luz del Mundo, que se erige en la Glorieta Central número 1, en el corazón de la Hermosa Provincia.

El templo, circular, puede recibir a unos 12 mil fieles. Armando Maya Castro, director de comunicación social de La Luz del Mundo, comentó que su religión, que inició operaciones en 1926, tiene 300 mil feligreses que residen en 43 países, los cuales alojan a casi 2 mil 600 congregaciones.

Aclaró que no fue en 1926 cuando apareció La Luz del Mundo, sino al celebrar la Santa Cena, Cristo la instituyó en el siglo primero.

Pero el 6 de abril de 1926, Aarón Joaquín –quien tomó ese nombre luego de un llamado de Dios, según Maya–, la revivió en Guadalajara, tras una travesía por Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí. En 1931, la primera edición de la Santa Cena tuvo 50 miembros. Hoy sus fieles se han multiplicado, como en el pasaje bíblico donde Cristo multiplicó los panes, gracias a la labor de Samuel Joaquín, quien asumió el liderazgo tras la muerte de su padre Aarón en 1964.

En el punto culminante de la ceremonia la comunidad llora, gime, grita, mueve las manos, pide piedad, se hinca, mientras Joaquín los exhorta a entregarse a Dios antes de darles pan y vino. Lo que tú ves es inexplicable, algunos hermanos logran hablar lenguas angelicales, los sonidos que ellos hacen ya no son de ellos, son lenguas del alma, afirmó Jabes.