n estos tiempos de desempleo y de jubilaciones forzadas –aunque se apliquen a septuagenarios–, la Cámara de Diputados se ha convertido en una apetitosa alternativa. Las condiciones de admisión son mínimas, pero varían en cada caso. Es decir, cada partido demanda atributos personales distintos. Por ejemplo, los perredistas requieren de su personal pulmón, fuerza física suficiente para empujar curules, bloquear portones, un vocabulario florido y buena disposición para recibir instrucciones. Los panistas, en cambio, esperan reclutar a personas bien peinadas, persignadas, con capacidad para engolar la voz y cantar himnos, y buena disposición para recibir instrucciones. A los priístas les basta con que sus representantes tengan capacidad de aguante y buena disposición para recibir instrucciones. El Partido Verde busca diputados que puedan hablar en voz alta, a pesar de que traigan una papa caliente en la boca, viajados, que sean jóvenes de buen ver, comprometidos con la defensa de los valores del ahora maduro Niño Verde, y que tengan buena disposición para recibir instrucciones. El Partido del Trabajo y Convergencia convienen en que sus representantes tengan buena disposición para recibir instrucciones, aunque éstas provengan de ultratumba.
En términos generales puede aspirar a una diputación cualquier persona de buena voluntad; la afiliación partidista que ostente en la Cámara dependerá de su habilidad para cumplir con los requisitos particulares que demanda cada fuerza política. Parecería que todas coinciden en recomendar a personas con iniciativa que se abstengan de participar en la competencia por una candidatura.
En México, llegar a la Cámara de Diputados hoy no es sueño de patriotas –por algo será que este término haya pasado de moda–, sino que se ha convertido en la aspiración de quienes, queriendo hacerse millonarios, prefieren el camino fácil de las prerrogativas, las compensaciones, sueldos enormes, los bonos y aguinaldos, la exención de impuestos, viajes y celulares pagados, los regalos de los intereses particulares a cambio del esfuerzo mínimo de levantar un dedito en la votación indicada. Y, no lo olvidemos, ese dedillo –que ya no es el dedazo del pasado– también está protegido por el fuero que debería defender a los Belisarios Domínguez de ese mundo, pero como de ésos ya no hay ni pocos ni muchos, el fuero ha quedado reducido a una medida más de impunidad. A diferencia de nuestros diputados, los concursantes en programas de televisión que aspiran a ganar grandes cantidades de dinero necesitan conocimientos, a veces triviales, a veces sofisticados, una buena dosis de audacia, iniciativa, creatividad e imaginación. Curiosamente, los atributos que en un diputado serían muy mal vistos.
El diputado Gerardo Priego puso el dedo en la llaga. El pasado martes devolvió a la Cámara de Diputados más de un millón de pesos (La Jornada, 19/8/09), de los cuales más de 820 mil le fueron devueltos por concepto de viajes no realizados. De esta manera quiso exhibir los abusos en que incurren los diputados, que no son tales en la medida en que muchos de estos gastos y privilegios están estipulados en reglamentos y acuerdos administrativos. Todos estos beneficios bastan para que podamos exigir a los legisladores más trabajo, y no sólo legislativo. Necesitamos diputados que conozcan las leyes, que sepan de los procedimientos parlamentarios; los miembros de las comisiones tendrían que ser personas enteradas de su materia de trabajo. No por ver televisión es uno experto en telecomunicaciones, no por vivir en la ciudad de México se puede uno declarar urbanista, y no por ser mujer es una experta en temas de género. Y, sin embargo, éste es el tipo de argumentos –más o menos disfrazados– que sostienen a algunos personajes en lo que en realidad es para ellos tierra ignota.
Antes de que un diputado ocupe por primera vez su curul, tendría que someterse a un examen mínimo de conocimientos: ¿Qué quiere decir la palabra presupuesto? ¿Qué significa la noción conflicto de intereses? ¿Cuál es la diferencia entre déficit y superávit? ¿Qué quiere decir parlamento? ¿Canonjía
es el nombre de un sitio arqueológico en Chihuahua? La persona que responda correctamente a estas preguntas podrá ser diputado por tres años. ¡Felicidades!
Los miembros de la División de Derecho del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) han recibido feroces ataques por el trabajo que han hecho en la revisión del caso Acteal. Ahora, se les pretende señalar porque la institución a la que pertenecen recibe financiamiento de una fundación estadunidense. Nada hay de extraño en este apoyo. Durante años, el EZLN y la diócesis de San Cristóbal han recibido millones de euros de fundaciones en Austria, Holanda y Alemania, entre otros países. Los ataques contra el trabajo de los colegas del CIDE pueden ser leídos como un capítulo más de la intolerancia que aqueja a un sector importante de la opinión pública.
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