Opinión
Ver día anteriorMiércoles 26 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Afganistán: elecciones fracasadas
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a Comisión Independiente Electoral de Afganistán dio a conocer ayer los primeros resultados oficiales de los comicios presidenciales celebrados el pasado 20 de agosto –correspondientes al escrutinio de 10 por ciento de las boletas–, según los cuales el actual mandatario, Hamid Karzai, ha obtenido hasta ahora 41 por ciento de los votos válidos, contra 39 por ciento de su más cercano competidor, el ex ministro de Relaciones Exteriores Abdullah Abdullah. Adicionalmente, la información proporcionada reveló una participación por demás baja –apenas 33 por ciento– durante las elecciones del jueves pasado, las segundas en la historia de la nación centroasiática.

La manifiesta incapacidad de las autoridades de Afganistán por dotar de certeza y precisión a los resultados electorales, el alto nivel de abstención y las numerosas acusaciones de fraude por parte de los candidatos opositores, con Abdullah a la cabeza, son elementos que desmienten los elogios lanzados recientemente por las potencias occidentales en torno a los comicios afganos: cabe recordar que, el mismo jueves, las naciones integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –cuyas tropas vigilaron la jornada electoral ante las amenazas de violencia talibán– calificaron de un éxito la realización de los comicios, y que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, se refirió a estos como un importante paso adelante y felicitó a los habitantes del país centroasiático por haber acudido a las urnas a pesar de la intimidación de las milicias islámicas.

Sin embargo, a contrapelo de lo que señala el político afroestadunidense, la celebración de las votaciones no implica por sí misma ningún avance para Afganistán; por el contrario, evidencia que el estado de sitio y la ocupación en que se desarrollaron mermó la participación ciudadana y extendió en gran parte de los habitantes el sentir de que no se trataba más que de un montaje de Washington que no tomaría en cuenta la voluntad de los afganos.

Además, es de suponer que la previsible relección de Karzai abonará al fracaso de la apuesta de los gobiernos occidentales por lograr legitimidad para las autoridades civiles afganas a través de los comicios, y revigorizar, con ello, la ocupación que mantienen en Afganistán desde hace ocho años: el actual presidente es un personaje severamente cuestionado por sus alianzas con los llamados señores de la guerra, por el mantenimiento de algunas de las normativas bárbaras vigentes durante el régimen talibán y por los escándalos de corrupción de su gobierno, que lo hacen impresentable a ojos de la opinión pública internacional.

Por lo demás, como era de esperarse, la realización de estas elecciones en nada ha servido para contener las manifestaciones de violencia en meses recientes en Afganistán y antes bien parece haberlas recrudecido: significativamente, poco después del anuncio de la comisión electoral afgana, 40 personas murieron y 60 más resultaron heridas luego que estalló un camión bomba en Kandahar, en tanto que la detonación de un artefacto explosivo en una carretera en el sur del país mató a cuatro soldados estadunidenses.

En suma, el fracaso de las elecciones presidenciales en Afganistán es una confirmación contundente de la improcedencia de la ocupación que Estados Unidos y sus aliados mantienen desde 2001 en aquel país. Como se señaló el pasado miércoles en este mismo espacio, la pacificación, la democratización y la normalidad institucional de la nación centroasiática no podrá conseguirse por conducto de procesos impuestos por la vía militar; es pertinente y necesario que las potencias occidentales –empezando por Washington– así lo entiendan y actúen en consecuencia.