Opinión
Ver día anteriorJueves 27 de agosto de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Romina y el Bellini
A

Romina y el Bellini, escrita por Alejandro Velis, con la coautoría en cuanto a los sketchs de Verónica Albarrán para que participaran varios actores, razones de presupuesto la adelgazaron hasta el presente dueto, y razones de escenarios disponibles la llevaron a ser estrenada en Paraguay y luego representada en Washington antes de que el Centro Nacional de las Artes la acogiera en el teatro Salvador Novo en 2007. Ahora es repuesta en el Foro La Gruta en lo que será, en apariencia, una larga temporada.

A pesar de que he seguido la trayectoria de Velis como director, no había yo visto hasta ahora este espectáculo del que es autor y director, y que se presenta como una defensa del tradicional teatro de carpa –al que se hacen frecuentes alusiones–, probablemente ante el gran éxito que tienen los circos de escena, con un subtexto en que el temor de Lucas a la lluvia que ahuyenta a los espectadores que no se quieren manchar de barro los zapatos traduce un doble reclamo, desde el circo tradicional de avenidas de serrín y desde el teatro, también con un público mermado.

Romina narra su encuentro con Lucas, el empresario dueño del circo, la resistencia de su familia para que se volviera cirquera, y su larga historia de amor-adaptación muy libre del cuento Ala de paloma, de Anton Chéjov; pero lo esencial es ir revelando los entretelones de la vida en el Bellini y la multitud de anécdotas de toda índole de los diferentes miembros de su elenco.

Así, sabemos de la mujer más gorda del mundo, del león Golden Meyer, de la maga Charlotte, del faquir o de la mujer de goma y su trágico destino, sin que falten los payasos. A través de varias escenas o sketchs, el transcurrir de la vida en el circo se va revelando y aunque algunos momentos, como el del número de magia entre Romina y la payasa Chanfaya (que por otra parte tiene la virtud de dar a Nora Lamadrid, la graciosa partenier de Romina, la posibilidad de jugar un poquito más a su personaje, además de una bien calculada participación del público), se alargan un tanto, con un truco que el espectador medio conoce de oídas aunque no practique, otros son brillantes, como el sketch musical –siguiendo las denominaciones que da el programa para las diferentes rutinas– de ambas actrices, dirigido por Jesús Díaz.

Romina narra abiertamente al público real –sin que se llegue al tan de moda teatro narrado, porque es otra la concepción del texto y de la puesta en escena– los avatares de su amor y de la vida circense, y esa interacción con los espectadores que están concientes de estar ante una fábula teatral es lo que prepara su rebelión final contra el autor, en que se asume persona-personaje de una historia contada por otro, con remanentes pirandellianos que dan un giro a la estructura del texto hacia un desenlace diferente del que se había planteado y que lleva la acción hacia el momento actual de cara a los espectadores. Es un buen recurso de Velis como autor, aunque se siente precipitado luego de la serie de historias narradas por Romina en lo que no llega a ser un unipersonal, porque las apariciones esporádicas de Chanfaya rompen con esa idea, pero cuya duración con una sola actriz, por talentosa que sea, llega a fatigar porque rebasa la de un monólogo normal.

La escenificación no requiere de mayores apoyos que la escenofonía de Rodolfo Sánchez Alvarado, la iluminación de Víctor Manuel Colunga y el vestuario de Óscar Altamirano, completados por la utilería diseñada por Leo Otero. El gran peso del espectáculo recae sobre los hombros de Verónica Albarrán en su rol de Romina quien, a pesar de contar con antecedentes en teatro cabaret, hubo de someterse a lecciones de técnica de clown, lo que la hace una actriz muy dotada que lo mismo canta con buena voz, baila, muestra destreza en expresión corporal que mima a otros personajes a los que revive en escena.Romina y el Bellini es una buena reposición, aunque sigamos con el temor de que los recortes económicos en el sector cultural nos vayan privando de nuevos estrenos.