Opinión
Ver día anteriorMartes 15 de septiembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los bárbaros según Baricco
E

l autor de best sellers  Alessandro Baricco publicó por entregas  Los bárbaros: ensayo sobre la mutación. Ya como libro va en su segunda edición castellana  (Anagrama).

Originalmente I barbari consta de 30 entregas sucesivas al periódico La Repubblica; se antojan pergeñadas de antemano y reformuladas conforme la fecha de entrega se aproximaba. Buen método que crea la expectativa del libro.

Denodadamente provocativo, de lectura ágil, por momentos plagada de humor, el volumen se devora, porque se lee rápido y la rapidez, según el autor, es un gesto ubicado en la incesante secuencia de otros gestos, máxime si quien lee es aficionado al vino, al futbol y desde luego a los libros.

Todo desemboca en dos de los capítulos más certeros, referidos a Google. Éstos sí están implícitos en la verdadera mutación  que inevitablemente nos contagia, seamos o no aficionados al surf. Tal deporte  equivale a la navegación en la red como medio no sólo de información presta, sino de un conocimiento que ciertamente no es tal.

Baricco es joven, de modo que, pese a su inmarcesible defensa del libro y de la enseñanza narrativa, pertenecería a los bárbaros. Practica la ambivalencia como método; sus comentarios son críticos y están armados sea a través de una decepción profunda que de la nostalgia (paradójicamente sentimiento barbárico) ocasionada por los bienes perdidos a causa de los invasores. El igual es invasor, pero un invasor que lamenta el rol de los cantautores en detrimento de la lectura de Flaubert, aunque sólo se mencione Madame Bovary. No falta, muy de soslayo, la referencia a Dan Brown, contrapuesto nada menos que a Faulkner, uno de sus ídolos.

La invasión barbárica en materia de lectura, Baricco dixit, fue inaugurada por un libro no surgido del talento del animal-escritor, sino de un teórico que  antes que nadie analizó las vías de comunicación transversales. Se trata de Umberto Eco con El nombre de la rosa (1980), best seller mundial, uno de cuyos ejes, se recordará, es la figura del bibliotecario ciego, obvio homenaje a Borges (con todo y el veneno). A propósito de esa inicial invasión cabría preguntarse hoy día: ¿qué recordamos más los supuestamente antibarbáricos?, ¿el libro, o la película de Jean Jacques Annaud con Sean Connery como monje detective, acompañado del discípulo narrador? La vimos hacia 1986-1987 en la pantalla grande y después la revisitamos en dvd. Si mi posible lectora o lector está en disposición, le cabe hacer un ejercicio de memoria. Lo que en lo personal recuerdo (sin consultar Google) es que Jorge, el anciano bibliotecario, está actuado por Feodor Chaliapin, pero eso sucede  porque el actor es hijo de uno de los más famosos bajos rusos: Fyodor Chaliapin, quien cantó la muerte del zar Boris en el Boris Godunov de Mussorgsky (hay cds excelentes sobre este performance llevado a cabo por un superintérprete).

Las asociaciones, y en este caso, las imágenes acuden con mayor insistencia que el recuerdo de la lectura. Sin embargo, me digo: eso no sucede con las  películas que se han realizado con argumentos inspirados en  las novelas de Henry James.

En este caso recordamos sus libros, hasta por su tapa y tipografía, no así las películas (a menos que aparezca Markovich, como sucede en Portrait of a Lady).

Tan profundo es el duelo de los viejos, que se equipararía a la mutación supuestamente sufrida por los peces, cuando éstos respiraban mediante pulmones y no sólo con branquias. Las mutaciones han acontecido hartas veces a lo largo de la historia, una de las más llamativas  es la que fija de una vez y por todas más de un milenio de historias iniciadas con Homero cuando en el siglo VIII aC se fijaron sus epopeyas armadas en tradición oral.

Baricco es musicólogo; no obstante, al ejemplificar a la burguesía potente, se vale de dos retratos de Ingres, separados  por décadas: Monsieur Bertin (1833), boss de los medios de comunicación, y Monsieur Rivière (1805), que va en ascenso, pero le falta llegar, pese al gran anillo que ostenta, no precisamente en el anular.

Estas dos escuetas entradas son estupendas. Baricco convierte las dos pinturas en material de uso. ¿No es eso lo que hacen los bárbaros? Igual lo hacemos quienes solemos escribir sobre pintura.

De modo que: ¿también muchos viejos somos barbáricos? (con todo y que a la vez somos dinosaurios en extinción). Es verídico que el camino para el sentido pasa por el esfuerzo e igual es cierto que lo más inútil que existe es “tenerle miedo a los bárbaros”.