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Scott Yoo está en México por tercer año consecutivo para ocupar el podio de la OFCM

Abrevar en Newton y Mozart, un privilegio para el aprendizaje

Conocer una partitura de memoria propicia la inigualable libertad para tocarla, dice el músico

El programa servirá para celebrar 400 años de las relaciones entre México y Japón

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El músico neoyorquino de ascendencia japonesa Scott Yoo, durante la entrevista con La JornadaFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Sábado 26 de septiembre de 2009, p. 4

El gran desafío de un director de orquesta consiste en encontrar el punto intermedio entre tiranía y democracia. Sólo así se puede aproximar a la perfección que exige la creación musical.

De esa forma piensa y procede el director neoyorquino Scott Yoo, quien por tercer año consecutivo regresa a nuestro país para ocupar el podio como batuta huésped de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), este fin de semana.

Este vigésimo primer programa de la temporada 2009 de la agrupación capitalina destaca porque con él se celebra el 400 aniversario de las relaciones entre México y Japón; también por las obras que incluye, todas contemporáneas e incluso una será un estreno nacional.

Se trata de la partitura Visiones para orquesta, del compositor japonés Toru Takemitsu, la cual compartirá créditos con el Concierto para orquesta de Bela Bartok y el Concierto para violín de Jean Sibelius.

De la ejecución de esta última pieza se encargará, en calidad de solista, el japonés Ryu Goto, quien a sus 23 años se ha consolidado como uno de los intérpretes jóvenes más interesantes en el ámbito internacional, apenas por debajo de su hermana Midori, considerada una celebridad.

Violinista y físico

Niño prodigio, que a los tres años comenzó estudios de violín y a los siete ya había debutado como solista, de Scott Yoo puede destacarse además que es músico por vocación y físico por descanso.

A la par de su carrera de violinista y director de orquesta, Yoo decidió estudiar física, lo cual hizo en la Universidad Harvard, de donde se graduó en 1993 con honores.

Desde mi punto vista, la música y la física son disciplinas que, en principio, pareciera que nada tienen que ver entre sí. En mi época de estudiante, tocaba alrededor de 30 conciertos al año. No quería entonces estudiar música en la universidad, sino algo totalmente diferente, para tomar un descanso. Por ello decidí estudiar física, cuenta el músico en entrevista con La Jornada.

Según el artista, tener conocimientos de música y física ha resultado muy provechoso para su vida, “porque en ambas disciplinas existen y han existido algunas de las mentes más brillantes de la humanidad, como Newton en la física y Mozart en la música.

Eso representa para mí un enorme gusto, porque finalmente la mayoría de las personas somos como hormigas, y estar cerca de mentes tan grandiosas es un privilegio, por el maravilloso aprendizaje que ofrecen.

Por ser descendiente directo de japoneses, Scott Yoo asume que en su formación hay mucho de la rigurosa disciplina que distingue a las culturas orientales. Sin embargo, se define como un ser muy emocional y libre, tanto en lo personal como en lo artístico.

Considera que elegir entre disciplina y libertad, entre intelectualidad y emoción es un falso dilema. En realidad no hay tal. Aunque en la música, como en cualquier otra área u oficio, no se consigue ser grande ni talentoso si no está de por medio la disciplina y el trabajo.

Lo anterior explica en mucho el empeño que tiene, como director e intérprete, por aprenderse de memoria las partituras. Considera que sólo con eso trabajo de organización y disciplina puede lograr ser completamente libre cuando tiene que subir al podio o al escenario.

Memorizar es muy importante para mí, porque en el momento de dirigir o tocar ya no debo distraerme ni desconcentrarme cambiando las hojas de las partituras. Eso quita tiempo y atención. Sin duda, conocer una obra de memoria permite inigualable libertad en el momento de tocarla.

Inquirido al respecto, el músico subraya que, como director, cree en el rigor de la disciplina como un primer paso para buscar la perfección que demanda siempre el arte sonoro. Después, asegura, cede la libertad creativa a los atrilistas de la orquesta.

Debe haber un nivel mínimo de maestría en la obra a tocar para que, a partir de ese momento, pueda ya cederles el poder a los músicos y éstos tengan la libertad de expresarse, añade.

Takemitsu, estreno nacional

En otro tema, Scott Yoo destaca lo atractivo del programa que dirigirá con la OFCM. Habla del equilibrio del mismo, pues está convencido de que a pesar de ser sólo obras contemporáneas no resultará difícil para los músicos ni para el público.

De la partitura de Takemitsu, manifiesta que es como estar frente a una pintura impresionista, como un cuadro de Monet o Van Gogh: Takemitsu tiene obras muy difíciles en su catálogo; he hecho algunas, pero ésta que tocaremos, en particular, es dulce, agradable. Estoy convencido de que el público la disfrutará plenamente. Suena como Debussy, pero muy lenta.

También resalta el Concierto para violín de Sibelius que, acota, es de alta dificultad y virtuosismo para el ejecutante: La música de Sibilius es maravillosa, porque es luz sin el calor que tiene ésta; es pasión sin enojo; es rápida, pero no lleva viento, no es fugaz; entonces es un reto tocar la obra de este autor. Este concierto, en particular, es casi como una sinfonía, porque la orquesta tiene muchos elementos.

Los conciertos de la OFCM, como es habitual, serán el sábado y el domingo, a las 18 y 12 horas, respectivamente, en la sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli (Periférico Sur 5141, colonia Isidro Fabela, Tlalpan).