Cintio Vitier
ué paradoja para el homenajeado. Como convidar a un veguero de Vuelta Abajo uno de sus tabacos perfectos”, exclamó Carlos Pellicer López cuando, entiendo que propuesto por el recién honrado con el Premio Juan Rulfo, Cintio Vitier, le tocó el turno del agradecido elogio al poeta cubano en ese fin de año que aquél nombró fiesta, alegrón que compartimos los que disfrutamos de su amistad y de su poesía
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Y continuó: Los ratos que hemos pasado a su vera, los atesoramos como sus libros: unos y otros son hojeados y revividos, ambos nos reviven, iluminándonos en la fe, en la esperanza y en la caridad
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El gozoso pintor y excelente lector de poesía, en tono nítido aunque de apariencia menor, mantuvo entonces, 2002, en una suave hipnosis, un tranquilo dejarse llevar, al numerosísimo público que al amparo de su voz se volvió, incluida la mesa presidida por el premiado, uno: a la par unidad y totalidad.
“Recuerdo y poesía se confunden. La poesía de Cintio es reflejo fiel de su persona. Hay una equivalencia extraordinaria entre las dos y creo que esto es natural consecuencia de su vocación martiana.
“Alguna vez Cintio me contó de su aprendizaje musical, de sus estudios de violín que lo llevaron a tocar, entre otras obras, la sonata Primavera de Beethoven. Desde entonces no puedo dejar de imaginarlo, cada vez que la escucho, con sus frases frescas y luminosas, entrelazándose como en una conversación matinal en el nuevo apartamento del Vedado.”
Con una muy sencilla naturalidad que a la vez transmitía y transportaba leyó entonces El desayuno:
La dulce mañanita, los gorriones/ que vienen a las migas uno a uno/ acompañándonos al desayuno/ con cuerdas de Vivaldis y Albinonis:// sus saltitos cimbrando los cordones/ que cruzan la azotea, y de consuno/ su desayuno y nuestro desayuno/ santificando el día con los dones// sencillos del de Asís, así el café,/ la leche, el pan, la luz, son pura fe,/ con algo de fragancia campesina/ y un toque de ventana donde pienso:/ pareja tan feliz parece un lienzo/ que se va tintineando en la neblina.
Más adelante: “La conversación con Cintio y Fina, nos deja a veces un gusto agridulce que mucho tiene de aquellas inolvidables escenas de Chaplin, en que la emoción es llanto de felicidad y tristeza: ‘Una vez callado comprendí/ que la tristeza es exactamente la alegría,/ que en el hueco de la alegría se aloja la tristeza/ y las ramas de la tristeza/ tienen una raíz que no es un nombre/ sino su verdor, que es la alegría’.”
Para cualquier consideración sobre la obra de Cintio, dijo casi al finalizar, hay que nombrar nuevamente a la más que única, a Fina (García Marruz)
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