arís. En los suburbios de Lyon, ciudad del centro-sur de Francia, Chozeau, de 40 mil habitantes, vio llegar una noche de la semana pasada coches provenientes de Italia, Suiza, Alemania y, por supuesto, de diversas provincias de Francia, incluyendo la capital. Sus pasajeros, alrededor de 150, ingresaron a un salón de fiestas discretamente alquilado previamente por un particular, lo que hubiese permanecido entre los hechos más comunes si no fuera porque quienes recogieron al día siguiente la basura encontraron publicidad de sitios Internet y carteles en varios idiomas sobre la autollamada derecha socialista, cuyos símbolos pro-nazis son inconfundibles.

Lo que la policía no dijo aún es si este grupo pertenece a los menos peligrosos; los neonazis en esta época, por las mismas razones que habrían sido punks en los años 80 del siglo pasado (Norman Spinrad dixit) y que privilegian los símbolos sobre la ideología, o si pertenecen a los que niegan el holocausto y proponen una política migratoria dura, que va desde la expulsión hasta la esclavización de los extranjeros, o si se trata de los que no sólo no niegan el exterminio de judíos, gitanos y comunistas sucedido en los campos de concentración, sino que pregonan que se debe terminar con este trabajo.

Como sea, la policía francesa está muy al pendiente de estos movimientos y con frecuencia logra infiltrarlos, fichar a sus integrantes y vigilar sus actos. Pues la ley sanciona cualquier hecho o declaración verbal discriminatoria por causa de etnia, raza, credo, género y preferencia sexual.

Yuriria Iturriaga, corresponsal